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Cancelación, Censura e Inquisición
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Cancelación, Censura e Inquisición

Actualizado 19/04/2023 08:21
Antonio Matilla

El Diccionario de la RAE define cancelar, en su tercera acepción, así: 3. tr. Borrar de la memoria, abolir o derogar algo. ¿Y quién tiene la capacidad de borrar de la memoria? El Alzheimer y otras demencias o “la autoridad competente”. ¡Uy, esto suena al “más poderoso”, propiedad que se atribuía a un detergente que debía ser capaz de borrar “toda mancha” de la memoria textil! Pa que se entienda: la memoria textil de la camiseta de un niño es el resultado de que la criatura se haya arrastrado y rebozado de realidad, o sea de polvo y tierra.

La memoria artística de la Humanidad, por ejemplo, el David de Miguel Ángel, o la Venus –o más bien Afrodita- de Milo, quieren ahora algunos que sea borrada de los libros y de las clases de Historia del Arte para no corromper a la juventud, o algo así, aunque la Afrodita de Milo tiene, al menos, paño de pureza y no se le ve todo. Quizá se libre, pero ya de puestos… Lo mismo pasa con muchas novelas donde la violencia, la crueldad, la traición y las malas artes campan a sus anchas. O con el mismo Don Quijote, que está haciendo permanentemente planes de castigar por las bravas a los malandrines. Son malos ejemplos que podrían corromper a la juventud.

Pero volvamos a la pregunta: ¿quién tenía y tiene o pretende tener la capacidad para borrar la memoria colectiva? Se me ocurre una respuesta políticamente correcta: la Censura de la Santa Inquisición. Lástima que esta fue suprimida en España cuatro veces -bicho malo nunca muere- en1808 por Napoleón, en 1813 por las Cortes de Cádiz, en 1820 y 1834, estas tres últimas por los liberales. También debió ser suprimida en los países protestantes, en fecha que desconozco.

Suprimida la Santa Inquisición, la censura fue ejercida por “el poder “, con mucha eficacia en la Alemania nazi y en el antiguo Imperio soviético, continuación del zarista y continuado por el putiniano, con sus asesinatos y envenenamientos programados. En la China comunista, en Corea del Norte, y en los regímenes cubano y bolivarianos, se siguen “cancelando” ideas y personas con notoria eficacia y arbitrariedad. Las ramas extremistas del Islam también la ejercen, como todos hemos podido comprobar en los últimos años, aunque sus raíces se remontan muy atrás. Parece que la pasión de cancelar al prójimo por las bravas está profundamente arraigada en la Humanidad.

Pero ahora estamos en otra época, o en un cambio de época, y en las democracias llamadas avanzadas o plenas, la censura es ejercida por los detentadores de lo políticamente correcto, con la base “científica” y tecnológica de algunas de las Universidades más prestigiosas del mundo anglosajón. La nueva Inquisición, que ya fue criticada por Don Miguel de Unamuno muy al principio del siglo pasado, no pretende reforzar o defender los dogmas del Catolicismo, sino los de lo políticamente correcto. Y el que se oponga es “cancelado”, expulsado de su cátedra si es profesor, vapuleado en las redes sociales y en los medios de comunicación que hacen el caldo gordo a esa ideología, buscando excluirlo de la vida cultural e, incluso, de la social.

Por otra parte, lo políticamente correcto es sibilino y se camufla so capa de defender valores como la ecología, la igualdad entre mujeres y hombres, los llamados nuevos “derechos sociales” como el aborto, la eutanasia y la autodeterminación subjetiva de género o de nacionalidad.

La Inquisición y la censura han sido siempre enemigas de la libertad. También ahora lo son. Si la verdad y la libertad han salido a flote ha sido a base de sufrimiento de muchos y de degradación colectiva de casi todos. Espero que esta “nueva inquisición canceladora” tenga el mismo éxito que la antigua, es decir, ninguno; pero mucho me temo que dejará también muertos y heridos por doquier. Y dos de los heridos más graves, -si es que consiguen sobrevivir, que el poder tecnológico de los canceladores actuales es enorme, nunca visto-, serán la libertad y la democracia.

Y, mientras tanto, perdidos en estas discusiones, no hacemos nada contra la sequía en un país tradicionalmente seco como el nuestro, con permiso de Galicia, la cornisa cantábrica y la cordillera Pirenaica. Es urgente, pero me temo que lo será más a medida que pasen las semanas. ¡Ojalá redacte el próximo artículo mientras la lluvia golpea en mis cristales, pero me temo que no nos mojaremos!

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