Hace unos meses recibimos una grata noticia para los defensores de los Derechos LGTBIQ+, pues la isla de Cuba aprobó en referéndum el Código de las Familias, una medida legislativa del gobierno de Miguel Díaz-Canel que recogía y protegía el derecho al matrimonio igualitario. La noticia se vino cocinando durante varios meses ya que, como decimos, fue el pueblo cubano el que tuvo que votar a favor o en contra de la nueva regulación, aunque desde el Gobierno se llevó a cabo una fuerte campaña mediática a favor del «Sí».
Jorge de Diego Hurtado
Defensor de Derechos Humanos
Hace unos meses recibimos una grata noticia para los defensores de los Derechos LGTBIQ+, pues la isla de Cuba aprobó en referéndum el Código de las Familias, una medida legislativa del gobierno de Miguel Díaz-Canel que recogía y protegía el derecho al matrimonio igualitario. La noticia se vino cocinando durante varios meses ya que, como decimos, fue el pueblo cubano el que tuvo que votar a favor o en contra de la nueva regulación, aunque desde el Gobierno se llevó a cabo una fuerte campaña mediática a favor del «Sí».
Finalmente, como era de esperar, la normativa se aprobó. En tan solo dos meses se celebraron 75 uniones matrimoniales que sin este Código no hubieran sido posibles, lo que demuestra la falta que hacía en el país una legislación igualitaria que defendiese los derechos de las personas homosexuales. Por desgracia, el paradigma en cuanto al matrimonio igualitario no es tan esperanzador en toda América Latina. Sin ir más lejos, en Venezuela la Asamblea lleva años ignorando la necesidad de crear una ley que ampare este derecho, al igual que en Paraguay, donde su constitución sólo recoge el derecho a la unión matrimonial de «un hombre y una mujer». Otros países, como Bolivia, no reconocen el matrimonio igualitario, pero sí facilitan la posibilidad de «uniones libres» entre dos personas del mismo sexo. Esto último es común en varios países de la zona, pero se antoja como un parche más que como una solución efectiva.
El caso de Cuba resulta positivo por dos motivos. En primer lugar, la disposición del propio ejecutivo de Díaz-Canel de amparar este tipo de derechos. Y en segundo lugar, la propia aceptación de la sociedad civil, pues recordamos que en el referéndum venció el sí. Sin embargo, lo cierto es que los resultados de aprobación no han sido tan amplios como se podría prever. Este hecho puede venir determinado por diversos factores, de entre los que destacamos dos. Por un lado, el voto político. Sectores contrarios a la idea revolucionaria y, por tanto, al ejecutivo actual, votaron en contra de la nueva ley, a pesar de estar a favor de ella sólo con el fin de boicotear al Gobierno. Por otro lado, este Código de las Familias no sólo regulaba el matrimonio igualitario, sino también otros aspectos especialmente sensibles como la regulación de la gestación subrogada (sin fines comerciales). Por ello, algunos sectores de diversas ideologías votaron que no.
A pesar del buen paso que se ha dado en esta dirección, en Cuba encontramos grandes problemas aún en el ámbito de derechos para la comunidad LGTBIQ+. La buena noticia es que, quizá, este Código de las Familias puede dar lugar a una norma que algunos activistas como Adiel González llevan tiempo pidiendo en la isla: una ley de identidad sexual. Es necesario proteger los derechos de las personas transexuales, que hasta día de hoy se encuentran en una situación de vulnerabilidad frente a la Administración y frente a la sociedad. Aunque esto último, según el relato de Ariana Mederos está cambiando. Ariana es una estudiante transgénero que, en un reportaje publicado por El País, reconoció percibir un cambio en la sociedad cubana, «que ya no la mira por encima del hombro». Lo cierto es que, por desgracia, el pasado de la isla con relación a la homosexualidad y el transgenerismo es oscuro. Son varios los informes que relatan la crueldad de la Revolución en sus etapas iniciales hacia estos colectivos, con la creación de campos de concentración para recluir a estas personas. Pero parece que esa fobia está desapareciendo a medida que las ideas de los jóvenes y la globalización tienen impacto en la isla, y en este sentido esperamos que así ocurra en otros países más atrasados en la materia.
Por todo ello, el esfuerzo de la sociedad cubana debe ser visto con buenos ojos, y a su vez, hay que presionar a todos los gobiernos latinoamericanos para que impulsen medidas similares, promoviendo la igualdad y la defensa de los Derechos LGTBIQ+. Así, hay que insistir no sólo en el ya mencionado matrimonio igualitario o en leyes de identidad sexual, sino también otros aspectos como el derecho a la adopción, la igualdad en el ámbito laboral, etc. Desafortunadamente, esto se ve como un horizonte utópico, sin embargo, los alzamientos de voz y la puesta en común de ideas y trabajo por parte de la sociedad van a acabar por desplazar las ideas homófobas fuera de los Gobiernos.
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