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El Palacio Episcopal, Museo y Archivo Diocesano de Salamanca abre su Sala de Contemplación con la obra de Caín Ferreras
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propuesta novedosa

El Palacio Episcopal, Museo y Archivo Diocesano de Salamanca abre su Sala de Contemplación con la obra de Caín Ferreras

Actualizado 06/04/2023 12:08
Charo Alonso

La experiencia de la visita al Palacio Episcopal Museo Diocesano con su espléndida visión de las tablas del Maestro Gallego y su tiempo así como su propuesta novedosa de mezclar el arte moderno con la más pura expresión artística y litúrgica que suponemos de un museo religioso, se enriquece aún más con otra propuesta sorprendente: La Sala de la Contemplación. Allí, en la quietud del silencio, una obra al mes interpela al espectador directamente, con la ayuda de un audiovisual, claro y breve que sitúa el mensaje a través de las claves evangélicas sin distraer la mirada directa sobre la obra.

La Sala inicia su itinerario con la impresionante obra “Jesús” del artista muralista Caín Ferreras. Fruto de un encargo de la revista “Pasión en Salamanca”, el autor, conocido por sus impresionantes obras en la ciudad y en nuestros pueblos, inseparable del proyecto artístico urbano de Santa Marta de Tormes, fue una decisión valiente y aparentemente arriesgada, según Francisco Javier Blázquez, director de la Tertulia Cofrade Pasión, quien afirma, en el vídeo que explica la obra, la necesidad de que arte sea valiente y sorprenda al espectador.

Sostiene Francisco Javier Blázquez, que le impresionó mucho el hecho de que el artista se documentara leyendo la Biblia y los Evangelios y que quisiera plasmar, a través de la sangre derramada, su visión de la Pasión de Cristo. Una visión que el autor, presente en el vídeo, pese a su negativa a dar una explicación acerca de sus obras, afrontó no desde la recreación de una escena de la Pasión, sino desde su íntima convicción de que el encargo, tan alejado de su trabajo, forma parte de su tarea de mostrar los sentimientos humanos.

La elección de color, encuadre, uso sorprendente del pan de oro para subrayar el efecto de la sangre, fue un ejercicio que el autor puso al servicio de tratar de entender los sentimientos de un Cristo que mira directamente al espectador. Un primerísimo plano que, a diferencia de las obras de Caín Ferreras, tan presentes en nuestras calles, nos pregunta de forma honda, profunda. Se trata de una imagen que responde a la tradición: el color morado del luto, la sangre, la corona de espinas, el sufrimiento… y sin embargo, este ECCE HOMO no inclina el cuello vencido por el dolor y la vergüenza, sino que yergue la mirada. Una mirada directa que parece volar del cuadro… un cuadro sin marco, sin más aditamento que el rostro de un Cristo curtido, un rostro maltratado por la vida, un rostro contemporáneo de hombre sumido en la guerra, el abuso, la vida que sufrimos en nuestros tiempos.

Para Caín Ferreras, el trabajo fue abordado de forma absolutamente libre, nada le fue impuesto, y respondió a su deseo de “pintar lo esencial”. Retiró todo lo superfluo para dejar esta mirada desnuda creada en un espacio de libertad que fue una sorpresa para el propio artista decidido a “Interpretar los sentimientos”. Sentimientos con los que recorremos nuestra ciudad al paso de sus inmensos murales que recrean figuras humanas –qué hermosas, despiadadas, fecundas miradas las de los protagonistas de los murales de Caín- y con los que sobrevolamos nuestros propios dolores. Caín Ferreras, licenciado en Ciencias Ambientales, tiene una forma prodigiosa de pintar flora y fauna, de recrear el movimiento a través de las alas de sus aves… aves que no solo sobrevuelan el mayor de los murales de la ciudad en el Paseo de la Estación, sino que nos devuelven la libertad de nuestro cielo. Detalles que defienden su visión natural de una existencia maltratada por ese hombre que sufre y que retrata y recrea el artista, siempre social y siempre rendido a la calle donde trabaja a la vista del espectador que después, disfrutará de su trabajo haciéndolo paso.

Esta obra que estrena la Sala de la Contemplación es un logro. No solo un logro del artista, que se ha recluido en la soledad de su estudio para llevar a cabo un encargo insólito –y no tanto porque participó con una instalación “humana” en la muestra plasentina de “Las Edades del Hombre”- sino un logro de la Tertulia Cofrade Pasión, siempre valiente en sus propuestas, así como de Tomás Gil, Eduardo Azofra y Juan Andrés Martín, responsables de del Museo y del proyecto “Fe y Arte” que han coordinado el vídeo que acompaña la obra. Y lo es porque se hace necesario que el arte moderno y nada más moderno ni más cercano al espectador que el arte mural en la actualidad, sirva como acercamiento a una nueva evangelización. Arte e Iglesia siempre fueron de la mano, belleza que hace camino y luz, una luz que retoma el espíritu y la creatividad del hombre, del artista moderno en tiempos en los que parece que el arte se desvincula del mensaje. Y es esta hermosa propuesta, enriquecedora, estimulante propuesta museística para la ciudad la que sutura la falta, nos sitúa en una reflexión más profunda, moderna, actual y riquísima.

Y es en esta novedosa visión del arte de todos los tiempos, en el edificio restaurado que fuera la casa de los obispos y de un Franco que deseaba salir bajo palio en los albores de la Guerra Civil, donde se inicia este diálogo moderno con el arte. Un diálogo que precisa de ayuda y sobre todo, de silencio, contemplación y profundidad. La que nos rodea en la recogida, en la delicada, íntima sala recién abierta donde mirar directamente a los ojos de una obra sorprendente: el Jesús de Caín Ferreras, espejo nuestro en tiempos de Pasión, reflexión y recogimiento.