Viernes, 19 de abril de 2024
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Teorema del punto gordo
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Teorema del punto gordo

Actualizado 27/03/2023 08:57
Francisco López Celador

Haber soportado algunos farragosos discursos en la reciente moción de censura, me ha servido para comprender por qué la calle donde se encuentra el Congreso de los Diputados recibe el nombre de Carrera de San Jerónimo. No me extraña. Cada vez que los oiga el pobre San Jerónimo, se echará a correr. La paciencia y el tesón que exhibió para ser capaz de traducir al latín La Vulgata se le acabarán después de escuchar alguno de los Demóstenes de pacotilla que se asoman a la tribuna de oradores… ¡y sale corriendo!

Para no dramatizar más con el peligroso momento que vive el mundo, y muy particularmente nuestra querida España, hoy quiero cambiar de tercio. Dejemos por un momento la política para que se refocilen en ella nuestros políticos y desahoguémonos con algo más prosaico, aunque, en este caso, siga teniendo un componente de picardía similar a la que exhiben no pocos políticos. Hoy vamos a habar del opio del pueblo: el fútbol. El fenómeno de masas que, para nuestra vergüenza, moviliza más público que los políticos con mayor tirón.

En pleno tsunami producido tras descubrirse la componenda entre el Fútbol Club Barcelona y el número dos del estamento arbitral, se ha vuelto a poner de actualidad la dudosa capacidad de imparcialidad de alguno de nuestros colegiados. Para tratar de paliar las consecuencias de esos arbitrajes, las instancias superiores pusieron en marcha un sistema electrónico, que intenta subsanar los errores –que vaya si los hay- por medio de una serie de cámaras de TV en cada estadio, y un equipo de técnicos que, desde otro lugar, analicen las jugadas conflictivas, y puedan esclarecerlas.

Estamos hablando del famoso VAR (Video Assistant Referee). El propósito es muy loable, aunque los resultados están dejando mucho que desear. O en el resto del mundo se eligen los árbitros entre personas competentes, o en España somos más torpes. Pienso que, en esta como en otras muchas facetas, los españoles seguimos siendo más ladinos.

En los primeros pasos del estudio de la Geometría Plana, después de definir lo que es un punto y una recta, existe un teorema que dice: “En un plano dado, desde un punto se puede trazar una perpendicular a una recta, y solamente una”. Cuando la “gramática parda” propia de ese alumno que solemos llamar “cachondo mental”, hace gala del humor estudiantil, suele añadir al enunciado la siguiente coletilla: “,…salvo que el punto sea lo suficientemente gordo, en cuyo caso se podrán trazar varias perpendiculares”. Esta especie de corolario bufo solía recibir socarronamente el nombre de Teorema del punto gordo”. Veamos de qué manera se puede emplear la Geometría para tratar de aclarar algunos conceptos.

Tres son algunos de los problemas que peor manejan nuestros árbitros: las manos dentro del área, el empleo de las tarjetas y las situaciones de fuera de juego. Los dos primeros son fruto de un embrollado protocolo que no acaban de entender los propios árbitros, los jugadores, los periodistas y los aficionados. Se han dado órdenes, contraórdenes, comunicados y desmentidos, que han conseguido complicar los conceptos de forma tal que cada cual tiene su propia interpretación. Así, nunca se remediará el problema. La posible solución se alcanzaría con una correcta redacción de la norma, consensuada por personal especializado, y vigilando su aplicación. Hablando de aplicación, no parece muy apropiado, si pretendemos evitar posibles tentaciones de corporativismo, que las personas que manejan el VAR sean del mismo colectivo que los árbitros.

La creación del VAR, lejos de solucionar el problema de los “fuera de juego”, ha venido a empeorarlo y, de paso, ha dado lugar a que se pueda pensar en posibles formas picarescas a la hora ponerlo en práctica. Dos son los casos en los que se puede envilecer una exacta aplicación del videoarbitraje: uno, falseando la imagen para que el atacante que se encuentra en posición correcta, aparente no estarlo; y el otro, haciendo lo contrario, es decir, intentando colocar en situación correcta al atacante que no lo está.

En el primer conato de pillería, es preciso conseguir que la línea -perpendicular a las dos líneas de banda- que se ofrece a los televidentes, trazada desde el punto más retrasado de la proyección del último defensor contrario, pase por detrás del atacante que ha marcado un gol, o que se dispone a hacerlo. Para lograrlo es preciso convertir en oblicua lo que debía ser una perpendicular, cosa fácil de conseguir, teniendo en cuenta la posición sesgada que suelen tener las cámaras con relación a las líneas que aparecen en pantalla.

En el segundo caso, para hacer que el atacante en situación incorrecta parezca no estarlo, hay dos procedimientos: hacer uso del teorema del punto gordo, es decir, aumentar lo necesario el grosor de esa línea hasta conseguir que toque, o sobrepase, la posición del atacante; o bien, volver a emplear el truco de la falsa perpendicular.

Después del escándalo del “caso Negreira”, cuyo verdadero contenido aún está sub judice, se puede esperar cualquier barrabasada, y no seré yo quien meta las manos en el fuego asegurando que nadie será capaz de amañar las imágenes. Parece que el Barça amenaza con matar al mensajero. Malo.

Si a pesar de la instalación de medios “semiautomáticos”, sigue habiendo equivocaciones que puedan acarrear graves perjuicios, a partir de ese momento, para acabar con el problema, yo aconsejaría que los jugadores estuvieran colocados –y sujetos- como en el futbolín.

Invito a los jóvenes que se enfrentan a las materias que aparecen en sus programas, que no minusvaloren ninguna de las asignaturas. Si, llegado el momento, deciden meterse en política y deben hablar en público, todos los conocimientos serán pocos para no hacer el ridículo. Y, por supuesto, ya ven que, si no quieren ser engañados en el fútbol, hasta la Geometría puede serles útil.

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