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Para leer en Jueves Santo
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Para leer en Jueves Santo

Actualizado 28/03/2023 09:31
Ignacio Martín

Alfredo R. Placencia, el padre Placencia, fue un poeta y sacerdote mexicano del que supe por Juan José Arreola, el escritor por el que vine a México; cuentan que a Arreola le encantaba recitar un poema de Placencia: “El Cristo de Temaca”, que se me hace una buena lectura para un día como hoy.

El Cristo de Temaca

I

Hay en la peña de Temaca un Cristo.

Yo, que su rara perfección he visto,

jurar puedo

que lo pintó Dios mismo con su dedo.

En vano corre la impiedad maldita

y ante el portento la contienda entabla.

El Cristo aquel parece que medita

y parece que habla.

¡Oh…! ¡qué Cristo

este que amándome en la peña he visto...!

Cuando se ve, sin ser un visionario,

¿por qué luego se piensa en el Calvario...?

Se le advierte la sangre que destila,

se le pueden contar todas las venas

y en la apagada luz de su pupila

se traduce lo enorme de sus penas.

En la espinada frente,

en el costado abierto

y en sus heridas todas, ¿quién no siente

que allí está un Dios agonizante o muerto

¡Oh, qué Cristo, Dios santo! Sus pupilas

miran con tal piedad y de tal modo,

que las horas más negras son tranquilas

y es mentira el dolor. Se puede todo.

II

Mira al norte la peña en que hemos visto

que la bendita imagen se destaca.

Si al norte de la peña está Temaca,

¿qué le mira a Temaca tanto el Cristo?

Sus ojos tienen la expresión sublime

de esa piedad tan dulce como inmensa

con que a los muertos bulle y los redime.

¿Qué tendrá en esos ojos? ¿En qué piensa?

Cuando el último rayo del crepúsculo

la roca apenas acaricia y dora,

retuerce el Cristo músculo por músculo

y parece que llora.

Para que así se turbe o se conmueva,

¿verá, acaso, algún crimen no llorado

con que Temaca lleva

tibia la fe y el corazón cansado?

¿O será el poco pan de sus cabañas

o el llanto y el dolor con que lo moja

lo que así le conturba las entrañas

y le sacude el alma de congoja…?

Quien sabe, yo no sé. Lo que sí he visto,

y hasta jurarle con mi sangre puedo,

es que Dios mismo, con su propio dedo,

pintó su amor por dibujar su Cristo.

III

¡Oh, mi roca…!

la que me pone con la mente inquieta,

la que alumbró mis sueños de poeta,

la que, al tocar mi Cristo, el cielo toca!

Si tantas veces te canté de bruces,

premia mi fe de soñador, que has visto,

alumbrándome el alma con las luces

que salen de las llagas de tu Cristo.

Oh dulces ojos, ojos celestiales

que amor provocan y piedad respiran;

ojos que, muertos y sin luz, son tales

que hacen beber el cielo cuando miran.

Como desde la roca en que os he visto,

de esa suerte,

en la suprema angustia de la muerte

sobre el bardo alumbrad, Ojos de Cristo.

Si quieren leer más de este interesante poeta y personaje que no viene mal para conocer más de este país y puede ayudar a entender mucho de lo que es ese México “charro” –el equipo de béisbol de Guadalajara son los Charros de Jalisco– les comparto este librito que editó la UNAM: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/124-054-alfredo-r-placencia

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