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Pregón íntegro de la Semana Santa Mirobrigense 2023 a cargo de Miguel Ángel González
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CIUDAD RODRIGO | SEMANA SANTA

Pregón íntegro de la Semana Santa Mirobrigense 2023 a cargo de Miguel Ángel González

Actualizado 27/03/2023 07:40
David Rodriguez

El pregón fue pronunciado en la tarde del sábado en el Teatro Nuevo Fernando Arrabal

ESPIRITUALIDAD DE UN MISTERIO

P. Miguel Ángel González, Prior OCD de Alba de Tormes y de Salamanca

Muchas Gracias por vuestra invitación a abrir, con este pregón, la Semana Santa de este AÑO JUBILAR TERESIANO 2023. Cuando he visto la relación de los pregoneros anteriores de la Semana Santa mirobrigense, el primer pensamiento ha sido de perplejidad, por ser mis antecesores personalidades a las que no me puedo igualar, ni en categoría, ni en conocimientos. Sólo veo una causa para que me hayáis invitado; la amistad en Teresa de Jesús y en Jesús de Teresa.

Este Pregón lo voy a enfocar desde mi vocación de Carmelita Descalzo, y quiero titularlo ESPIRITUALIDAD DE UN MISTERIO. Espiritualidad, como motivación de la Semana Santa, y misterio, porque la Pasión del Señor es un acontecimiento salvífico por el que hay que dejarse seducir.

La Semana Santa la podemos admirar externamente, contemplando el bello arte que los imagineros dejaron en las sagradas imágenes y la podemos contemplar a lo teresiano, internamente desde con el corazón, desde nuestra fe cristiana.

UNA MIRADA SUPERFICIAL: Cuando sólo se admiran las obras de arte de nuestros magníficos pasos, se vive de forma superficial la Semana Santa, se comenta el patetismo de Jesucristo atado a la columna, o la soledad que muestra la imagen de la Santísima Virgen. Es la manera turística de ver las procesiones de Semana Santa, que en el hermoso casco histórico de la secular Miróbriga encierra un embrujo especial. Es la oportunidad de contemplar obras de arte, que están recogidas en las iglesias durante todo el año, y esos días salen por nuestras calles. Puede convertirse en un modo bello de pasar unos días de vacaciones.

De evitar la superficialidad se encargan las cofradías, con su seriedad y transmisión de fe, dando todo el sentido religioso que tienen las procesiones, acompañando al Señor y a su Madre y dejándose acompañar por ellos en el camino de la vida diaria. Sabéis por experiencia a lo largo de años y siglos, que no es tarea fácil, pero que cultivar la rica religiosidad popular encierra un tesoro.

MIRAR CON EL CORAZÓN: Veamos ahora la Semana Santa desde el corazón. Estoy viendo pasar la imponente procesión del viernes santo por las calles de Ciudad Rodrigo, convertida por sus murallas en ciudadela de fe, en baluarte de contemplación, y observo que, lo que contemplan mis ojos, no es solo algo lejano en el tiempo, sino que está ocurriendo en la historia de cada día.

Volvemos a ver los mismos actores:

Los espectadores: En el proceso y muerte de Jesucristo había mucha gente alrededor con actitudes variadas, unos indiferentes, otros cansados, otros que dejaban hacer, otros que se lavan las- manos… , como ahora, cuándo somos indiferentes ante el dolor de cada día y no decimos ni hacemos nada; o nos lavamos las manos como Pilato para que sean otros los responsables. Si nos gusta subirnos al carro de los triunfadores sin comprometer nada de nuestra persona, Jesucristo nos dirá, como a los fariseos, hipócritas.

Los cobardes: Los que cuando llegan los momentos de las bofetadas o los fracasos, decimos como Pedro: ''no conozco a ese hombre". ¿No existe esto entre nosotros? ayer eras el amigo de tu amigo, el que disfrutabas de sus éxitos, el que le aplaudías y te gustaba que te vieran junto a él, hoy, ante su fracaso, le vuelves la espalda, e intentas que se enteren todos de que a ese hombre tu no lo conocías, que nada tienes que ver con él.

Los verdugos: Aquellos que hacen sufrir hasta llevar a la muerte. Estaban junto a Jesucristo, unos dando órdenes, otros ejecutándolas. También, junto a nosotros hay verdugos; tal vez no lleguen a producir la muerte violenta, pero si la muerte de ilusiones y esperanzas. Ahí tenemos tantas tragedias en el mundo familiar, donde por el egoísmo de alguno de sus miembros, la vida de la familia se vuelve un infierno.

La víctima dolorida: Estoy mirando a Jesucristo en la cruz, él es la víctima dolorida, pero cuántos cristos rotos a nuestro alrededor. Ancianos abandonados por sus hijos muriendo de soledad y pena; hombres y mujeres echados del trabajo porque hay que hacer reconversiones industriales; jóvenes que encuentran cerradas las puertas de un trabajo que desean; personas en hospitales que no reciben ninguna visita, y tantas y tantas víctimas doloridas.

Simón de Cirene: Venía del campo y le mandaron que ayudara a llevar la cruz a Jesucristo. Junto a nosotros, hay tipos como Simón. ¿Recuerdas a aquel que te prestó dinero cuando estabas en tan gran apuro? ¿Aquel otro que estuvo a tu lado cuando aquella desgracia familiar? Cuántos hombres buenos tenemos a nuestro lado ayudándonos a llevar nuestras cruces, y lo más hermoso, lo hacen sin darse importancia, sin mirar lo que a ellos les cuesta.

Judas: A Jesucristo le traicionó un amigo, Judas. Tipos como este siguen entre nosotros. Amigos que nos traicionan, amigos que nos engañan, amigos que, ante nosotros, dicen una cosa y lue­go nos crucifican por detrás. Y lo más doloroso, es que los creíamos nuestros amigos y confidentes.

La Madre dolorosa: Contemplo entre las imágenes que pasan ante mí, a la Virgen de la Soledad, la madre que ha visto morir a su hijo en la cruz. Esos ojos, ese corazón roto, los estoy viendo también junto a mí. Madres que sufren por sus hijos, madres que han perdido un hijo... cuántas madres dolorosas que lo guardan todo en el silencio del corazón.

El apóstol Juan: Siguió a Jesucristo hasta el final, hasta la cruz, no huyó como los demás apóstoles. A veces tenemos la suerte de tener amigos así, que no fallan, que están a nuestro lado en los momentos buenos y en los malos, que saben comprender lo que significa la amistad.

Podía seguir mirando a más protagonistas de la Pasión del Señor, pero creo que son buena muestra los mencionados. Ahora debemos caer en la cuenta de qué papel estamos viviendo cada uno en la Semana Santa, ¿somos como Pedro? ¿o como Simón de Cirene? ¿o acaso meros espectadores? ¿tal vez, verdugos? ¿o víctimas, como Jesucristo? Cada cual mire su conciencia y vea su comportamiento. Esta procesión que estoy viendo en las empedradas calles de Ciudad Rodrigo en Viernes Santo, es algo más que el tránsito solemne de pasos procesionales acompañados de sus cofrades, esta procesión está hablándome al corazón.

UNA MIRADA DE FE: Contemplemos el poema del pastorcico de San Juan de la Cruz.

Un pastorcico solo está penado, / ajeno de placer y de contento/ y en su pastora puesto el pensamiento/ y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado, / que no le pena verse así afligido/ aunque en el corazón está herido, / más llora por pensar que está olvidado;

que solo de pensar que está olvidado / de su bella pastora, con gran pena / se deja maltratar en tierra ajena, / el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico:"¡ay, desdichado / de aquel que de mi amor ha hecho ausencia / y no quiere gozar la mi presencia / y el pecho por su amor muy lastimado!".

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado / sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos / y muerto se ha quedado asido dellos, / el pecho del amor muy lastimado.

Es una bella introducción para ver desde la fe la vida y muerte de Jesucristo. La pasión no puede entenderse sin fe; no bastan los sentimientos humanos, menos aún el sentimentalismo, aquí nuestros ojos deben contemplar con transcendencia. Es el momento de dejarnos fascinar por el misterio en el camino de Jesucristo, desde Getsemaní hasta el sepulcro.

La oración del huerto: Ya santa Teresa de Jesús nos dejó escrito en el libro de su vida lo que esta escena significa para ella: "Muchos años, las más de las noches antes que me durmiese, siempre pensaba un poco en la oración del huerto, aun desde que no era monja, porque me dijeron que se ganaban muchos perdones; y tengo para mí que por ahí mucho ganó mi alma, porque comencé a tener oración sin saber lo que era y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto…".

¿Qué le pasa a Jesucristo esa noche? Hasta entonces las páginas evangélicas muestran a Jesucristo sereno, seguro de sí, unido al Padre, sin vacilaciones, sin miedos, y en esta escena siente tristeza, miedo, angustia, turbación, tedio y agonía. Ante esto quedamos asombrados, desconcertados; es la imagen de Dios acorralado por el miedo.

¿Qué sentido tiene ese miedo que Jesucristo experimenta? La clave está en distinguir miedo de cobardía. Concreta Tomás Moro la distinción: "El miedo a la muerte o a los tormentos nada tiene de culpa, sino más bien de pena. Es una aflicción de las que Cristo vino a padecer y no a escapar. Ni se ha de llamar cobardía al miedo y horror ante los suplicios. Por lo demás, no importa cuán perturbado y estremecido por el miedo esté el ánimo de un saldado; si, a pesar de todo avanza cuando lo manda el capitán, y marcha y vence al enemigo, ningún motivo tiene para temer que aquel su primer miedo pueda disminuir el premio. De hecho debería recibir incluso mayor alabanza, puesto que hubo de superar no sólo al ejército enemigo, sino también su propio temor; y esto último, con frecuencia, es más difícil de vencer que el mismo enemigo".

El miedo fue redimido en Getsemaní. Jesucristo se pone a orar. Frente al mie­do la respuesta es la oración. "Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz; más no se haga mi voluntad, sino la tuya". Su victoria es esperar contra toda esperanza, especialmente, esperar contra el mismo desamparo del Padre.

¿Cuál es la razón del miedo de Jesucristo? No se trata sólo de morir, sino de redimir. Abraza nuestra miseria, en frase de san Pablo, "se hace pecado".

En la historia de la humanidad no podrá existir mayor rebajamiento que el de Dios haciéndose pecado. A la luz de Getsemaní podemos vislumbrar el miedo de Jesucristo, y lo que significa decir sí a la voluntad del Padre.

Ecce homo: Jesucristo siente la vergüenza de la desnudez, y los latigazos de la flagelación. Su silencio es la confirmación de sus palabras: “Amad a los que os odian; haced bien a los que os maldicen”. Y el cuerpo de Jesucristo queda desfigurado. Nos dirá Karl Rhaner: “Únicamente quien reconoce a Dios más en la figura del hombre azotado y coronado de espinas que en sus demás imágenes, pue de tener esperanza de haber entendido algo de su amor. El cuerpo de Cristo, desfigurado por la flagelación, la saliva, la corona de espinas y el expolio de sus vestiduras, es la imagen concreta de la corporeidad en que Dios quiso entregarse a sí mismo".

Qué contraste el nuestro cuando buscamos la brillantez, el éxito, el-aplauso y la grandeza. Hemos de recordar aquellas palabras proféticas de Pilato: "He aquí al hombre" (Jn 19,5). Si nos ponemos ante la imagen del ecce homo comprendemos el verdadero humanismo, el que cuenta ante Dios, que no se hace ilusiones sobre lo que el hombre es, ya que todos los proyectos nuestros, por ideales que sean, quedan superados por la figura deformada de Jesucristo. Escribe el mismo Karl Rhaner: "Este Hijo del hombre que todos nosotros hemos coronado de espinas, azotado y escupido, a quien hemos osado juzgar, a quien hemos abochornado hasta el punto de verse repudiado porque se había vuelto repugnante, éste nos estará mirando por toda la eternidad. Como transfigurado, claro está, pero también como quien ha introducido la pasión en la gloria. Y este rostro es el mismo rostro de Dios".

Pilato no sospechó que estaba sacando a Jesucristo del balcón de su palacio al balcón de la historia. Allí quedarían los dos como símbolos uno de la entrega y el otro de la cobardía.

Salve, rey de los judíos: Después de la flagelación llegó la burla. Le pusieron una clámide escarlata de vestido, un haz de ramas de espino de corona y con una caña fabricaron un cetro. Y vino la hora de las burlas y sarcasmos. Los soldados en sus burlas iban doblando la rodilla en señal de reverencia y gritando: Salve, rey de los judíos. No sabían que estaban profetizando. Jesús habla dicho que es rey, pero que su reino no es de este mundo, reino del poder, dinero, codicia, injusticia, mentira, vileza, placer, consumo...

El reino de Jesucristo no es de este mundo, el habla y vive el reino del amor. Un reino donde quienes le sigan tienen que vivir sirviendo y entregándose, un reino donde brille la paz, la justicia, el abrazo, el perdón, la ternura, la misericordia. Ahora comprendemos que la corona de espinas es la de un rey que convence, que lo suyo no son pensamientos de gloria o dominio, sino pensamientos de ofrenda y redención.

En camino: Después de las burlas viene el camino hasta el Calvario. Tal vez le hubiera gustado que todo terminara de otro modo.

Los textos evangélicos nada dicen de las caídas de Jesucristo, pero la tradición más antigua de la Iglesia ha indicado que cayó varias veces. Solemos decir que para vivir la realidad hay que tener los pies en el suelo; Jesucristo tiene en tierra todo su cuerpo. Tan dolorido va que temen muera en el camino. El condenado debe llegar a la cruz y morir en ella. Alguien tiene que ayudarlo y Simón de Cirene es obligado a cargar la cruz. Estaba cumpliendo las palabras que Jesucristo había dicho: "Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". (Mt 16,24). Y Simón toma la cruz a la misma hora que los discípulos le han abandonado.

Al final, Jesucristo llega al Calvario. Y comprende que ha llegado la hora que da sentido a su venida a el mundo.

Si miramos con ojos de fe vemos que, este camino hacia la muerte, es un camino hacia la vida, la felicidad y la alegría.

Camino de la cruz y de vida es el camino de la felicidad de seguir a Jesucristo hasta el fondo, en las circunstancias, a menudo dramáticas, del vivir de cada día; es el camino que no teme fracasos, dificultades, marginaciones, soledades, porque llena el corazón del hombre de plenitud. Es el camino de la paz.

En la cruz: "Todo se ha consumado". Estas palabras de Jesucristo, pendiente de la cruz, nos indican que la voluntad del Padre se ha cumplido hasta las últimas consecuencias.

Aquel sentimiento de miedo que tuvo en Getsemaní no es un sentimiento, sino una realidad. Especialmente la soledad y abandono del Padre que produce vértigo. Y la expresó en aquel grito: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?.” Este grito no es de desesperación, sino de oración que enlaza con la del huerto de los olivos.

La cruz cambia el concepto del hombre y el concepto de Dios. Desde la cruz Jesucristo no nos dice: mirad cuanto sufro, admirarme, sino mirad lo que yo he hecho por amor vuestro, tomad vuestra cruz y seguidme. Muere para salvarnos, para invitarnos a una nueva y distinta forma de vivir. La cruz de Jesucristo conduce al seguimiento.

La cruz nos descubre al verdadero Dios. “Al servir y lavar los pies -dice Von Balthasar-, Dios se revela en lo más propio de su divinidad y da a conocer lo más hondo de su gloria”. No es Dios de poder sino Dios de amor. La cruz nos muestra el rebajamiento de Dios, ese Dios humilde que ama lo pequeño. Dios que crece entregándose, nosotros sirviendo. La cruz habla mucho más de amor que de dolor, y si evoca dolor es el que surge del verdadero amor.

SENTIDO DE LA SEMANA SANTA: ¿Por qué celebrar la Semana Santa? Porque Jesucristo ha resucitado.

Karl Rhaner: “Si es verdad que no podemos perder de vista al crucificado, no lo es menos que éste resulta incomprensible, si no se cree verdaderamente en él en cuento resucitado que, a través de la muerte, ha entrado en la vida de su Padre. En la resurrección redondea él su destino de vida. En ella ha vencido al mundo con su estrechez y maldad”. “El Cristo total, con todo su destino, toda su realidad, con cuanto vivió y padeció en su vida terrena ha entrado en la gloria del Padre”.

Jesucristo resucita, no solo para el Padre, también para nosotros: para dinamizar nuestra esperanza, para llenarnos de vida, para que podamos resucitar, para que rebosemos de alegría.

El Señor resucita también en nosotros. Está resucitando en cada uno, alentando su misma vida en nosotros, su Espíritu, recreándonos de nuevo. Quiere que vivamos ya resucitados. Su muerte y resurrección nos enseña a amar y vivir. Este es el espíritu que da vida y hace actual la Semana Santa, y que debemos vivir en las celebraciones litúrgicas y en los desfiles profesionales en este grandioso museo al aire libre que es Ciudad Rodrigo en esta Semana Santa de 2023.