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Contra la discriminación racial
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Contra la discriminación racial

Actualizado 22/03/2023 07:55
Juan Antonio Mateos Pérez

“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel. La gente aprende a odiar. También se le puede enseñar a amar”

NELSON MANDELA

"Las diferencias no tienen la intención de separar, alienar. Somos diferentes precisamente para darnos cuenta de la necesidad que tenemos unas personas de otras."

DESMOND TUTU

En nuestras sociedades globalizadas debemos luchar por unos derechos humanos contrahegemónicos, basados en la lucha contra el sufrimiento humano injusto, concebidos como una realidad amplia y abarcando la naturaleza como parte integrante de la humanidad. El siglo XX, ha demostrado su antihumanismo que ha contribuido a trivializar y silenciar tanta degradación humana causada por diferentes formas de dominio conniventes con ella, como son el sexismo y el racismo.

Ningún país puede afirmar que está libre de racismo. El racismo y la discriminación es una preocupación mundial y la lucha para acabar con él requiere un esfuerzo universal. El racismo ni es natural ni universal, sino una creación de la cultura y del pensamiento humano, una forma de conducta, una herencia de nuestro pensamiento moderno y con ello de una parte de nuestra racionalidad moderna.

Racismo y discriminación son dos palabras que se encuentran ligadas. La discriminación supone, por un lado, un acto de diferenciación, pero por otro, un ejercicio de exclusión. Los estereotipos son algunos de las más extendidas imágenes o concepciones previas sobre las que se establece este acto de diferenciación propio de la discriminación. La diferenciación va asociada a un ejercicio de exclusión que abarca el rechazo, la negación y el desconocimiento de quien es objeto de discriminación.

Hace 75 años la comunidad internacional acordó un conjunto de valores comunes y reconoció que los derechos son inherentes a todo ser humano y no los concede el Estado. Estos derechos están consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un modelo para las normas internacionales y nacionales. 75 años después de la declaración, sigue siendo urgente combatir el racismo y la discriminación racial.

En 1948, triunfó el partido ultraconservador en Sudáfrica, comenzó un periodo de privación de los derechos más esenciales para toda la población negra del país. Con las políticas del Apartheid, la minoría blanca se aseguraba el control sobre una aplastante mayoría negra. Una de las medidas más polémicas era que todo ciudadano negro debería llevar un pase para controlar sus movimientos. Un 21 de marzo del año 1960, se organizó una manifestación pacífica en Sharpeville en la que los participantes se negaban a llevar dichos pases.

La policía abrió fuego contra la manifestación, el resultado de aquella trágica jornada fue de 69 muertos y 180 heridos. Muchos países se hicieron eco de la matanza y la comunidad internacional condenó los hechos. Pocos años después, la ONU declaró el 21 de marzo el Día internacional por la Eliminación de la Discriminación Racial en honor a las víctimas de Sharpeville. Pedirá a los países y a la comunidad internacional que redoblen los esfuerzos para eliminar todas las formas de discriminación racial. También dedicará una Semana contra la Discriminación Racial, en la que se dedican actividades para la concienciación y lucha contra el racismo.

Según el informe de Amnistía Internacional, comprobamos que ha crecido el racismo contra las personas negras, musulmanas, romaníes y judías en toda Europa. Denuncian el aumento del autoritarismo en numerosos países, asociado a discursos xenófobos sobre la emigración. En el caso de España los delitos de odio han aumentado en un 20%. Aunque, si nos comparamos con el entorno, el país no es esencialmente racista. La emigración del campo a la ciudad y la llegada de inmigrantes desde finales del siglo pasado, son los dos grandes cambios sociales producidos. No han resultado mal, ya que no se ha producido una fuerte confrontación social, aunque la integración sigue siendo un reto de cara al futuro.

El racismo constituye un tipo de discriminación: la discriminación que se articula a partir de los rasgos o características raciales. En Europa, como en nuestro país, la discriminación racial está relacionada con la inmigración y la llegada de personas que huyen de conflictos bélicos o de la pobreza. Esta discriminación se suele manifestar en actos de violencia, impedir su acceso a espacios públicos, invisibilidad, obstaculización de trámites legales, detenciones arbitrarias, etc.

El racismo sigue siendo algo presente en nuestras sociedades, enmascaradas en las burocracias de ciertas ideologías que pensábamos superadas y olvidadas. No solo es un remanente de mentes retrógradas, el racismo y la discriminación son fenómenos con alcances estructurales que atraviesan nuestras acciones y pensamientos cotidianos de formas que pueden incluso pasar desapercibidas para nosotros mismos. Es lo que se ha venido en llamar un racismo simbólico o racismo diferencialista.

Las formas contemporáneas de racismo son distintas del viejo racismo de la esclavitud, la segregación, el apartheid os linchamientos y la discriminación sistemática. El nuevo racismo quiere ser democrático y respetable, negando que sea racismo. En este nuevo racismo, las minorías no son inferiores, sino diferentes. Se representan estereotípicamente como infractores de la ley y las normas, es decir, como diferentes y una amenaza para nosotros. Este nuevo racismo consiste, en una serie de prácticas discriminatorias, a veces sutiles, basadas en representaciones socialmente compartidas, como los estereotipos, los prejuicios y las ideologías.

Un racismo blando que presenta ciertos resentimientos a hacia las concesiones particulares hechas a las minorías, como la política de cuotas en los empleos o en la educación, ayudas a las comunidades gitanas y grupos de inmigrantes. Se muestran a veces hacia esas minorías, no tanto sentimientos de odio, sino de incomodidad, inseguridad y, en ocasiones, temor. Las manifestaciones del racismo en nuestras sociedades suelen ser extremadamente sutiles, como la negación del interculturalismo.

Por ello, todavía hoy es necesario celebrar una Semana de solidaridad con los pueblos que luchan contra el racismo y la discriminación racial. Si queremos crear una sociedad más justa, es necesario ser conscientes de esta realidad y resolverla con urgencia. Todos tenemos un papel que desempeñar en el fomento de la paz. Y la lucha contra el racismo es crucial para conseguirlo. En nuestro día a día, todos y cada uno de nosotros podemos posicionarnos y echar abajo los prejuicios raciales y las actitudes irrespetuosas. Construyamos un mundo más allá del racismo, donde todos y todas ejerzamos nuestros derechos humanos.

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