Esta semana se ha hablado en Salamanca de un grave problema que ni el gobierno ni la sociedad quiere ver: El SUICIDIO.
El sábado pasado nos lo anunciaba este periódico: 30 suicidios en Salamanca, 236 en Castilla León y 4003, en un año, en España.
¿Por qué lo silenciamos? ¿Valen más unos muertos que otros?
Haremos bien en revisar lo aportado por este congreso sobre el Suicidio en Salamanca. Felicito a los organizadores.
Kant nos plantea tres preguntas básicas sobe nuestra viva:
¿Qué podemos conocer? La ciencia intenta responder a ella, con grandes logros teóricos y prácticos, pero siempre limitados. Parece que nuestras capacidades mentales han evolucionado luchando por la vida, no llegan a entender del todo el universo, el sentido de la vida, etc. Pero es nuestra mejor arma para mantener la vida y mejorar la salud. También frente al problema de suicidio.
¿Qué podemos esperar después de la muerte? Ningún conocimiento nos ofrece una respuesta. Lo perceptible y evidente es la vuelta “al polvo”. El ser humano (o Dios, si es usted creyente) no puede soportar el sufrimiento y la muerte propia y de los seres queridos. Por eso ha creado narraciones religiosas, libros sagrados, iglesias y sacerdotes, para mantener la esperanza de vida eterna y otra vida mejor, el paraíso.
¿Qué podemos hacer mientras vivimos? No decidimos nacer, pero estamos vivos sobre la tierra. Es lo más cierto e innegable. No somos sabios, ni invulnerables, ni felices, ni es verdad que querer es poder.
Pero tenemos un margen de libertad, que nos permite gestionar nuestra vida, al menos en cierto grado, y contribuir al bienestar propio y ajeno. Lo inteligente emocional, afectivo y metal es tener una “vida buena”. La “ética socrática”: tener una vida personal buena y ser un buen ciudadano.
¿Por qué algunas personas deciden suicidarse? ¿Por qué el impulso vital (todo ser vivo lucha por seguir viviendo y alcanzar el bienestar) se desmorona? La ciencia sabe bastantes cosas que nos han contado estos días.
Lo profesionales de la salud pueden ayudar a quienes piensan suicidarse.
Y la sociedad puede hacer mucho por ellas: tender una red protectora para con las personas tentadas por el vértigo de la vida, la depresión, el dolor, las limitaciones, el absurdo, el cansancio vital, el desamparo, los sucesos vitales dolorosos, etc.
Un red profesional y social para ayudar a estas personas: no estás sola, te queremos a nuestro lado, tienes nuestro apoyo.
Desde mi campo, sugiero que deberíamos conseguir que nadie sufra de soledad emocional, social o sexual-amorosa.
Soledad emocional por no tener figuras de apego, familiares, cuidadores incondicionales. Que no se sientan abandonadas, rechazadas, minusvaloradas, olvidadas, etc. Que tengan una familia, un hogar refugio, gozo y apoyo. Los profesionales y las familias deben colaborar en la ayuda.
Soledad social por carencia de una red de apoyo, profesional-sanitaria y de amistades con las que compartir la vida de ocio y gozo vital. Más allá de la familia, especialmente si está no funciona bien, necesitamos tener una red social, en la que las amistades y los grupos tienen un lugar central.
Soledad sexual y amorosa por no tener a quien abrazar, besar, acariciar y amar. Somos seres para el contacto y la vinculación sexual amorosa.
No podemos dejar sola, sin apoyo y ayuda profesional y social a quien siente, fantasea, duda o piensa quitarse la vida. Formemos una red en la que siempre tenga una mano tendida.
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