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El trazo de la Plaza Mayor: Alberto Churriguera y su escultor, Fernando Mayoral
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Itinerarios salmantinos

El trazo de la Plaza Mayor: Alberto Churriguera y su escultor, Fernando Mayoral

Actualizado 13/03/2023 11:11
Charo Alonso

Esta escultura en las fotografías de Amador Martín no es solo una conmemoración de la Plaza Mayor y sus artífices, es una alegoría del deseo de avance

Nadie como el fotógrafo Amador Martín para recorrer y retratar la Plaza nuestra en el devenir de los días y las estaciones, la luz y la sombra de sus soportales y sus lienzos de piedra dorada bordada de balcones. Pero hoy sale Amador por la puerta grande de la Plaza, esa por donde asoman el que fuera Hotel más taurino de la Salamanca torera y el rincón del Poeta Iglesias, porque todos son poetas en esta ciudad de escultores que nos acompañan en el paso de la calle: Agustín Casillas, Venancio Blanco y Fernando Mayoral, la santa Trinidad junto a Severiano Grande, Ángel Mateos y Núñez Solé, mi tríada del corazón.

Supimos de la muerte del maestro nacido en la pétrea Valencia de Alcántara de dólmenes imposibles en 1930, estando a la sombra de la encina del pintor Florencio Maíllo a quien entrevistábamos Carmen Borrego y yo el 14 de junio del 2022. La calle se tiñó de luto recordando al profesor, escultor, retratista y paisajista que cambiaba el cincel de las obras públicas por los pinceles íntimos de su tarea, siempre cercana a un clasicismo elegante, propio de su persona religiosa, atenta, cultivada y meditativa. Prodigioso Mayoral, la suya es una obra que nos acompaña en la calle y en el paso de Pasión. Alumno de la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, de la de Artes y Oficios, marcha a Madrid y a Italia para estudiar y regresa a la capital del Tormes, catedrático de instituto, profesor de escultura de la Facultad de Bellas Artes, autor de los retratos inconfundibles que pueblan la Salamanca literaria, taurina… y futbolera… Pero hoy estamos en la Plaza Mayor y es Amador, tras recordar el medallón en el que Mayoral talló en 1983 a Alberto de Churriguera, quien rinde pleitesía a una de las últimas obras de un maestro de la poesía en bronce, volumen que retrata en la dimensión del genio. No es la segunda vez que Mayoral aborda al arquitecto ilustrado. El DA2 conserva un bronce en el que el artista recrea a quien, junto a su familia dio nombre a un estilo más allá del barroco y trazó íntegramente la Plaza Mayor a instancias del corregidor de la ciudad, Rodrigo Caballero y Llanes.

Quiso retratar Mayoral al artífice madrileño junto a otro promotor de la obra, el Conde de Francos, porque era la Ilustración tiempo de unión y de intercambio. Y la obra, un bronce de inusitado realismo, se colocó con motivo de la conmemoración de la Plaza Mayor precisamente, muy cerca en la Plaza que celebra al poeta ilustrado José Iglesias de la Casa, miembro de la Escuela Poética de Salamanca junto con Meléndez Valdés o Fray Diego Tadeo… rimas neoclásicas que se hicieron prerrománticas en la persona de Quintana otro poeta habitante de este rincón que mira a la Plaza Mayor a través de los arcos que atravesamos los salmantinos en nuestro periplo diario y que enhebra Amador en su diario fotográfico del ágora inacabable. Poeta también Mayoral, quien ha sabido retratar a Santa Teresa, a José Ledesma y sobre todo a un inspirado San Juan en los rincones salmantinos de los versos escultóricos que se vuelven figuración viva en su recreación de los artífices de la Plaza.

Ajenos al trasiego del paso de las gentes, Don Alberto Churriguera y José del Castillo y Larrazábal contemplan los planos de la Plaza que concluyera el sobrino del primero, y que guarda una fecha en ellos, el 1729 de inicio de la obras. Fiel a un realismo magistral, ambos, atraviados a la manera dieciochesca, se inclinan sobre una mesa de exquisita factura, la laboriosidad ilustrada en el gesto atento. El promotor, ligado a Béjar y a su tarea de piedra, que visitaba constantemente las obras y ponía su propio dinero, domina el conjunto de pie, tocado por su sombrero, la mano protectora sobre el artista dedicado a su tarea, afecto entregado, la mano magnífica, abierta y tendida. Mientras, el arquitecto, que viniera a Salamanca acompañando a su hermano para terminar el retablo de San Esteban y que luego se ocuparía de obras de la Catedral Nueva, se afana sobre los planos, el compás entre los dedos. Sin sombrero, entregado a la labor, relaja el gesto bajo la mesa: la posición de los pies es una muestra del realismo y el cuidado con el que Mayoral aborda el retrato. Pocas veces un monumento conmemorativo descubre un gesto tan casual… detalle significativo que no solo humaniza el conjunto escultórico, sino que muestra a un artista en la plenitud de sus facultades, seguro de sí mismo, tanto que en su posterior retrato de Vicente del Bosque, se atreverá a colocarlo a punto de dar un paso hacia el paseante, casi en plena charla con él.

La de Mayoral en las fotografías de Amador no es solo una conmemoración de la Plaza Mayor y sus artífices. Es una alegoría de la confianza reformista, del deseo de avance, de la colaboración entre las gentes, del poder no déspota, sino ilustrado. El gesto detenido –pies, manos, laboriosa tarea sobre la mesa de los afanes- consagra a un escultor dotado que mantuvo su genio en la ciudad de sus pasos tranquilos y conscientes de sus dones. Es una muestra exquisita de esa tarea que nos entrega a todos el fruto de un trabajo esforzado. Fundidos en el bronce del corazón, los monumentos escultóricos de Mayoral son el testigo de la historia de una ciudad que atraviesa la Plaza Mayor con la cadencia de su eternidad constante. Esa que mira, desde el objetivo de Amador Martín, siempre enamorada, la poesía diaria de la magistral traza de Alberto de Churriguera y los hombres que abrieron el espacio de la ciudad nuestra, tarea de mente y corazón, piedra y cielo con el compás del arte de la matemática palanca. Poesía de arco y plaza.

Fotos de Amador Martín / Texto de Charo Alonso.