El ganadero Guillermo Marín pelea por el legado de una ganadería histórica con la pasión propia de “una locura con la que se nace” y con la esperanza
de encontrar el toro perfecto
Guillermo Marín Pérez-Tabernero (14 de abril de 1973, Salamanca) recibe a SALAMANCA AL DÍA en su finca ‘El Villar de los Álamos’ ubicada en el municipio de Aldehuela de la Bóveda. Allí campan a sus anchas las reses bravas de la ganadería que lleva el nombre de su madre, Mercedes Pérez-Tabernero Montalvo. En una mañana fría de invierno, donde la nieve es la gran protagonista, pasea una pequeña camada donde destacan los bonitos pelajes castaños y colorados “porque tener algún negro zaino es bastante difícil”, y que a pesar de todas las dificultades —sobre todo económicas— no quita la ilusión a un ganadero que ya es la quinta generación de una familia con un nombre importante dentro del mundo del toro. “Está siendo una etapa muy dura para el sector, y es cierto que hay veces que te desilusionas porque económicamente tienes que hacer muchos esfuerzos y te llevas alguna que otra decepción, pero esto es una locura que he nacido ya con ella desde la cuna y que no quiero abandonarla nunca, no solo por mí sino por toda mi familia que ha conseguido en años anteriores mantener esta ganadería”, confiesa Guillermo Marín que ha vivido la tauromaquia desde muy pequeño. Siempre ha estado cerca de grandes ganaderos y toreros del campo charro, incluso con recuerdos de su infancia que serán imborrables como por ejemplo ver de cerca tentaderos de Julio Robles y El Niño de la Capea y que no se perdía ninguno porque “el ambiente era precioso”. Eso sí, confiesa con un poco de rabia haber llegado tarde, ya que era muy pequeño, para ver tentar de cerca a Santiago Martín ‘El Viti’ en su finca, y aunque tiene alguna imagen algo borrosa era un enamorado del maestro de Vitigudino.
Todo comenzó hace más de medio siglo con un lote de vacas de Antonio Pérez. Ya en 1982 Guillermo Marín (padre) refresca la ganadería con varios sementales de Jandilla, para que su propio hijo hoy en día haya agregado vacas puras de Montalvo, haciendo así que predomine el encaste Domecq.
Actualmente la camada es corta, y de cara a esta temporada el ganadero Guillermo Marín Pérez-Tabernero tiene tan solo prevista una novillada y una corrida, aún sin destino fijo, pero que a pesar de que se encuentre en una situación en la que lidia poco, es aún más exigente a la hora de buscar animales con humillación, nobleza, profundidad y sobre todo durabilidad. “Tras la pandemia tuve que quitar muchas reses, pero tengo la esperanza de que esto sea un paso atrás para coger impulso y dar dos hacia delante”, comenta mientras aprovecha la ocasión para citar precisamente a esa esperanza que tiene nombre propio y de muchos quilates. ‘Diamantino’, hijo de una vaca de las punteras de la ganadería, y de una reata muy buena, tiene todo lo que se busca en un toro bravo. Una lesión en la espalda hizo que no pudiera lidiarse en ninguna plaza, pero ahí estaba el diestro Daniel Luque para sacarle todo lo que tenía dentro en el campo y hacer sentir al ganadero una ilusión a raudales que se le ve en los ojos mientras cuenta la historia: “Cuando lo toreó Luque en el campo nos gustó tanto que decidimos echarlo a las vacas. Fue un momento muy bonito, es cierto que estaba en buenas manos, pero había muletazos y detalles de tanta clase que hizo que volviera a ilusionarme”. Humillación, durabilidad, profundidad en los muletazos, incluso en tantas largas con 5 o 6 pases, son las principales características de este Diamantino. En un principio, y debido a esos problemas que sufría en la espalda no se sabía si iba a poder cubrir, pero finalmente todo ha ido como esperaba y los primeros pasos ya están dados. Diamantino ya tiene hijos.
Antes de él, han sido muchos los nombres que tenía en mente el ganadero. Muchas corridas en las que tienes puestas esperanzas de que todo salga bien, que haya tres o cuatro toros con cualidades que hagan que la ganadería de Mercedes Pérez-Tabernero Montalvo se haga un hueco dentro del panorama taurino, y que por un motivo u otro no acaban de romper dentro de la plaza. “Recuerdo sobre todo una tarde en Dax (Francia), una de las ferias con más nombre del país vecino. Estaban acartelados Enrique Ponce, César Jiménez y José María Manzanares, y no salieron las cosas como esperábamos. Ese festejo era muy importante para nosotros, pero hay veces que no hay suerte y no embisten como pensamos”, asegura apenado Guillermo Marín, aunque se le escapa una sonrisa al hablar de la anécdota de ‘Admirada’. Se trata de una vaca morucha que residió en su finca, y que aunque ya falleció hace unos años tuvo una etapa dorada en los medios de comunicación. Nada más y nada menos que sus dueños fueron los actuales Reyes de España Don Felipe y Doña Letizia. Fue un regalo de la Unión de Criadores de la Raza Morucha para la pareja por su boda, pero obviamente no se desplazó al Palacio Real por problemas de logística, aunque tan caprichoso fue el destino que casi coincide el parto de ‘Admirada’ con el casamiento de los Príncipes de Asturias en la Catedral de La Almudena de Madrid aquel 22 de mayo de 2004. Todos los beneficios que dio esta vaca fueron destinados a fines benéficos.
Dejando a un lado el apartado ganadero, Guillermo Marín ha tocado casi todos los palos de la tauromaquia. En primer lugar fue matador de toros, y lo único de lo que se arrepiente de esa etapa es de no haber empezado antes. “Estuve estudiando en el extranjero y se me fueron unos años preciosos para haberme iniciado más pronto, ya que al comenzar con 19 o 20 años era más complicado hacerse un hueco en el escalafón”, confiesa con rabia, aunque tiene momentos que nunca se le borrarán de la cabeza. Entre ellos, destaca el día de su alternativa en Dax. Con Juan Mora como padrino, y José Tomás como testigo, se estrenó como matador de toros. ‘Rebujiño’ fue el primero de esta etapa, y no podía empezar de otra forma que brindándoselo a su padre. “Él sufría más que yo, siempre estaba a mi lado y en esos momentos de quien te acuerdas es de las personas más cercanas a ti. Fue un día muy especial para mí y que no olvidaré nunca, como tampoco lo haré de una tarde algo menos bonita en la que estuve muy cerca de triunfar en mi plaza, en La Glorieta. Fue gracias a una sustitución, pero tuve la inmensa suerte de compartir cartel con Enrique Ponce y Miguel Abellán, dos figuras del toreo, y me quedé a centímetros de tener premio. Fallé con el descabello en mi segundo toro de la tarde y se me fue entre las manos”, relata Guillermo Marín, quien tiene un grato recuerdo de esta etapa ya que lo dio todo para intentar estar entre los mejores, pero “las cualidades eran las que eran aunque nos matábamos a entrenar llenos de ilusión”.
Y antes de dar el paso a llevar las riendas de la ganadería, también fue apoderado, entre otros, de un torero salmantino de la talla de Juan del Álamo. “Esos años fueron muy bonitos porque él estaba en un gran momento y en casi todas las plazas donde toreaba acababa triunfando. A ver si en esta temporada tiene suerte porque tiene muchas condiciones para ello”, desea el ganadero salmantino.
Guillermo Marín Pérez-Tabernero seguirá esforzándose, de eso no cabe ninguna duda, para llevar el nombre de la ganadería —y de su madre— un escalón más arriba. Y que las reses bravas sigan pastando encima de una fina capa de nieve o mejor en una verde dehesa llena de encinas centenarias donde se puede respirar el aroma del toro en su máxima expresión.
TEXTO. ALEJANDRO GARCIA
FOTOS. PABLO ANGULAR