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Aldonza de Mendoza, una mujer valiente olvidada por la historia
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Aldonza de Mendoza, una mujer valiente olvidada por la historia

Actualizado 12/03/2023 09:18
Carlos Javier Salgado Fuentes

Pese a los traumas, la incomprensión social y las heridas sufridas, Aldonza supo reponerse y acabó siendo Señora de Ponferrada, gobernando un castillo que convirtió en su hogar tras haber sido su cárcel.

Como cada 8 de marzo, esta semana celebramos el Día Internacional de la Mujer, una fecha marcada por la necesidad de lograr la igualdad plena entre mujeres y hombres. No obstante, esta fecha también nos recuerda la lucha de muchas mujeres valientes que desde hace siglos se han reivindicado sin amilanarse ante las circunstancias adversas en que vivían.

Y entre estas, una mujer que ha pasado bastante desapercibida ante los ojos de nuestra historia ha sido Aldonza de Mendoza, una mujer valiente hoy escasamente recordada, de relevancia en la Ponferrada de la Baja Edad Media, pues no en vano fue Señora de esta ciudad leonesa, aunque tuvo que pelear lo suyo para alcanzar tal título.

Y es que Aldonza sufrió con dureza las consecuencias de un matrimonio en el que la parte peor parada siempre fue ella, siendo su marido Fadrique Enríquez de Castilla, un hombre de rancio abolengo procedente de dos poderosas familias de la época, los Enríquez y los Castro. Fruto de este linaje, Fadrique ostentaba diversos títulos nobiliarios, entre ellos el Señorío de Ponferrada, además del de Villafranca del Bierzo, destacando entre sus títulos el Ducado de Arjona, del que fue su primer titular, y por cuyo título fue principalmente conocido.

Sin embargo, si la pertenencia a una u otra casa nobiliaria era sinónimo de poseer una buena posición social, no lo era necesariamente de tener un comportamiento digno con los demás, dejando mucho que desear en este aspecto Fadrique, de quien Aldonza denunció que le forzaba y le maltrataba. Pero es más, en su maltrato a Aldonza, al ver que ésta no se amedrentaba ante sus desmanes, Fadrique llegó incluso a encerrarla en el cubo del Castillo Viejo de Ponferrada durante dos años.

Por otro lado, la vida matrimonial de ambos vino marcada también por las constantes infidelidades de Fadrique a su esposa. Y para desgracia de Aldonza, el adulterio de su marido iba a tener consecuencias directas sobre ella. Así, al haber mantenido Fadrique relaciones con la hermana de Aldonza, el marido de aquella y cuñado de Aldonza, Diego Dávalos, se vengó de la afrenta del Duque de Arjona violando a Aldonza, que resultó, una vez más, la parte peor parada de una situación de la que no tenía culpa.

Pero afortunadamente, ninguna tormenta es eterna, y el tortuoso matrimonio de Aldonza tocó a su fin, al fallecer Fadrique Enríquez de Castilla en el año 1430, acabando así el calvario marital de una Aldonza cuyo sufrimiento hasta entonces se había quedado apresado entre los muros del castillo ponferradino.

Una vez viuda, Aldonza decidió valientemente romper socialmente su silencio, revelando todo el sufrimiento y vejaciones sufridas durante su matrimonio, en una sociedad, la medieval, nada acostumbrada a que una mujer diese ese paso, y que de hecho cargaba sobre la mujer la culpa de dichos actos (aún hoy queda camino que recorrer en este aspecto), aunque fuese la víctima, viéndose dañada en su prestigio social.

De este modo, la historia se repetía en las tierras de nuestro vetusto Reino de León, pues no hay que olvidar que a inicios del siglo XII, la reina Urraca I de León denunció públicamente el maltrato que sufría por parte de su marido Alfonso I de Aragón, pidiendo la nulidad del matrimonio. En aquel caso, su valentía, pese a ser reina, le costó ser golpeada, apedreada, desnudada y arrastrada por el barro en Santiago de Compostela, logrando salir con vida de aquella turba de trastornados que no soportaban una mujer al mando de la Corona.

Y es que la Edad Media era un tiempo difícil para ser mujer, de hecho, aún hoy sigue siéndolo aunque hayamos avanzado. Quizá por ello, volviendo sobre Aldonza de Mendoza, ésta no recibió apoyo de su entorno cuando denunció haber sido maltratada, forzada y engañada por su marido. Pero, al igual que la reina Urraca, Aldonza no se rindió, y luchó con más fuerza si cabe.

Así, cuando le quisieron arrebatar tras la muerte de Fadrique ser la titular del Señorío de Ponferrada (que le pertenecía por arras matrimoniales), Aldonza no cedió ante las presiones y planteó batalla en los juzgados, para reclamar aquello que le pertenecía legalmente.

Ante lo rotundo de sus argumentos, finalmente la justicia le dio la razón en 1431, de modo que el rey Juan II reconoció oficialmente a Aldonza de Mendoza como titular del Señorío de Ponferrada, estando al frente del mismo hasta el año 1437, cuando decidió legar el Señorío ponferradino a su sobrino, Diego Manrique.

Y es que, pese a los traumas, la incomprensión social y las heridas sufridas, Aldonza supo reponerse con coraje y valentía a las duras circunstancias vividas, y acabó situándose al frente del Señorío de Ponferrada, gobernando un castillo que convirtió en su hogar tras haber sido su cárcel.

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