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Fuego en la casa
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Fuego en la casa

Actualizado 06/03/2023 08:17
Francisco López Celador

No hace muchos días, un amigo me dijo que en mis escritos se nota demasiado la falta de sintonía con este gobierno. Es cierto. Cuando se me invitó a colaborar en este medio, la primera condición que puse fue tener total libertad para exponer mis ideas. Así se me aseguró –de lo que doy fe desde el primer día-. En segundo lugar, nada me hubiera gustado más que poder aplaudir alguna de las medidas que ha tomado el gobierno que ahora ocupa La Moncloa. Por desgracia, no he podido hacerlo nunca y he dejado constancia de mi desacuerdo, lo mismo que hice cuando gobernaban partidos de otro color. Ahí está la hemeroteca.

Ya estamos en el mes de marzo y, sin darnos cuenta, acabará el año 2023, último de este mandato de Sánchez, para salir de dudas. A pesar de que ya no es fácil distinguir cuándo estamos en campaña electoral y cuándo no, el último eslabón de esta cadena tendrá dos momentos muy parecidos. El primero ya ha comenzado, y terminará al celebrar las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. El segundo finalizará con la XIV Legislatura, tras las elecciones generales. En los dos, el gobierno olvidará su tarea para anteponer el interés partidista a lo que debe ser su misión: esforzarse en mejorar el bienestar de todos los ciudadanos. Si lo ha hecho siempre, nadie espere que ahora vaya a cambiar de táctica.

Lo que expresan mis artículos es lo que piensa desinteresadamente un ciudadano de a pie, sin tener que agradecer algo a ninguna formación política y, por lo tanto, sin aspiraciones a ocupar cargos ni prebendas. Así pues, apoyándome en el artículo 20 de nuestra Constitución, seguiré emitiendo mi opinión a la hora de llamar a las cosas por su nombre, y para decir lo que pienso, tanto de los políticos que gobiernan como de los que están en la oposición.

Conforme se acercan las elecciones, las calderas se ponen a toda presión y, de vez en cuando, surge la inoportuna fisura que las pone en peligro de explosión. Cuando Sánchez ha dado la vuelta al mundo en menos de 80 horas, preparando un currículum de logros que en nada se parecen a la realidad, dos claras amenazas han venido a aguarle la fiesta: Ferrovial y el “Tito Berni”. Si no había suficiente con estos dos “Victorinos”, hasta el “Escándalo Negreira” parece tener ramificaciones que salpican al gobierno. Al perro flaco….

No me gustaría estar en el lugar de alguno de los cargos de confianza de Sánchez, porque, estando acostumbrado a sacudirse la responsabilidad cuando vienen mal dadas, más de uno deberá justificar por qué no se enteró a tiempo, por qué ha trascendido o por qué no se ha evitado. Para que tantos ministros/as hayan salido en tromba a crucificar a Rafael del Pino con más saña que la empleada contra delincuentes independentistas –que expulsaron a más empresas en Cataluña- o contra simpatizantes de terroristas -que apoyan su gobierno a pesar de no haber colaborado nunca con la justicia ni arrepentirse de su pasado-, algún objeto habrá salido volando tras el puñetazo de Sánchez en la mesa elíptica de La Moncloa.

Con mucho acierto, algún comentarista político afirma que Ferrovial no se ha marchado, lo ha expulsado este gobierno. En contra de lo que se nos quiere vender, el asunto no es nada nuevo; siempre ha sucedido así donde se han aplicado medidas similares. Sin salir de nuestras fronteras, recuérdese el éxodo de empresas que sacaron su sede de Cataluña cuando todo amenazaba un cambio drástico en las políticas fiscales y financieras. Por una especie de deformación conceptual, los políticos anti sistema exhiben una repulsa intrínseca a la riqueza, excluyendo la propia. Todo su afán es igualar el poder adquisitivo de los ciudadanos, pero por abajo. Curiosamente, nunca proponen aplicar ese principio a sus ingresos. Así, la fórmula empleada por esa izquierda para solucionar el problema de la vivienda, no pasa por impulsar la construcción de nuevas viviendas y garantizar la seguridad jurídica de los propietarios; la propuesta es expropiar a los propietarios que tengan un patrimonio adquirido legalmente, a veces con no pocos sacrificios. Eso sí, a la hora de solucionar el problema propio, como sus ingresos se lo permiten, nada de elegir una vivienda modesta; a ser posible, un chalet, con seguridad a cargo del Estado.

Después de quitarnos la mascarilla, ha llegado la hora de que alguno se quite la careta. Lo mismo que el ama de casa busca la tienda con los precios más bajos, el empresario elige el sitio donde los costes sean menores, mayor la seguridad jurídica y mejores las perspectivas de expansión. Para evitar la posible salida de empresas, lo que nunca debe hacer un gobierno es ofender a los directivos que cumplan las decisiones de los dueños –en este caso los accionistas- y respetan la actual situación, máxime cuando se trata de una multinacional que ha sido elegida en muchas de las operaciones ofertadas por el Estado, en base a las condiciones pactadas y al prestigio internacional acreditado. Con esa conducta, no sería de extrañar que alguna otra empresa siguiera el ejemplo de Ferrovial. En plena campaña electoral, ese es el verdadero temor de Sánchez, y la razón por la que se debe magnificar la presunta ofensa para amortiguar el eco de los escándalos que salpican al gobierno.

El asunto del “Mediador”, si no fuera tan gravemente vergonzoso, podría provocarnos alguna sonrisa. Este “sindicato de extorsión” está integrado por empresarios, cargos y ex-cargos públicos, asociados para cometer varios delitos y, de paso, aliviar sus conciencias con banquetes y orgías, a las que asistían señoras de reputación constatada, todo con cargo a los empresarios favorecidos. Nada nuevo en el ámbito de algunos políticos. Para este gobierno, la gravedad no está en el hecho, sino en el momento de hacerlo público. No podía ser más inoportuno. Si hay algún responsable del soplo, ya debe ir buscando defensa. Es curioso que el único participe de esta trama que se encuentra en prisión sea el general de la Guardia Civil. ¿Será por no haber negado nada el Juez? ¿Qué pasa con los demás? No parece que tengan aspecto de estar enfermos ni de haber pasado hambre.

A Sánchez, los dedos se le hacen huéspedes y, a pesar de los esfuerzos para echar tierra a ese fuego, todo parece indicar que el incendio no se apaga. La manguera la tenemos todos los españoles en nuestras manos.

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