Muchas personas experimentan el deseo, al menos una vez en su vida, de vengarse por un daño sufrido, por una injusticia hecha contra ellas o solamente para desquitarse de alguien que les hizo daño. Sin embargo, este concepto no siempre se aplica a este impulso, que quizás sea parte de nuestro ser.
A veces solo queda un deseo y esto marca una profunda diferencia entre quien piensa en la venganza solo en un plano simbólico y quien decide vengarse en la realidad.
Cuál es la definición de venganza
Las enciclopedias la definen como un daño material o moral, de diversa gravedad, que es infligido privadamente a otros en satisfacción de ofensa recibida, de daño sufrido o para liberar viejos rencores.
La idea de rivalizar, de hacer justicia, de dañar al otro de la misma manera o más de lo que nos ha herido es tanto más fuerte cuanto más intensa es la percepción de la ofensa sufrida y corresponde a un sentimiento de pérdida de integridad. Quien medita represalias, en efecto, se lleva a creer que solo castigando al responsable del propio dolor podrá recuperar el equilibrio comprometido por las acciones de los demás.
En varias sociedades orientales y occidentales, la venganza es un uso sancionado por la tradición: en caso de asesinato, la familia del asesinado puede, y en algunos casos debe, vengarse directamente de la familia del asesino, siguiendo ciertas prescripciones para apaciguar el espíritu del muerto y restablecer el equilibrio del propio grupo. Esta es conocida como venganza de sangre.
Causas de la venganza
Los teólogos y estudiosos del comportamiento animal lo han observado ya en los primates y dentro de sus grupos sociales. Cuando los simios reciben una ayuda de un semejante, lo recuerdan y lo vuelven a bordar; pero cuando sufren un ataque, demuestran una excelente memoria en cuanto a faltas de respeto.
Esto sugiere que este sentimiento representa una defensa arcaica, una reacción primaria que hemos heredado en milenios de evolución, probablemente porque promueve la supervivencia en contextos sociales básicos.
Por lo tanto, albergar intenciones vengativas con respecto a quien nos ha herido es normal, especialmente cerca del trauma. En las primeras semanas, o pasados meses de la ofensa, quien insiste en el tema de la revancha, experimenta una vida dolorosa pero sana. Eso es parte del proceso de elaboración del sufrimiento psíquico.
Por qué nos vengamos
El fin consciente es el castigo, así como el posterior logro de un nuevo equilibrio psicológico tan buscado. Lo que generalmente se ignora es el fin inconsciente, por no decir inconsciente, que se quiere alcanzar: para la psicología dinámica, la queja de los daños sufridos no son más que el intento de ocultar el verdadero daño sufrido por el Yo en los primeros años de vida.
Ocultar traumas profundos ocurridos en la infancia, por ejemplo, la obligación de adherirse a los valores parentales contra el miedo a la separación. Una persona ocupada con sus fantasías de venganza sobre esa persona tiene la función, evidentemente, de permanecer psicológicamente aferrados a ella.
Tipos de venganza
· Venganza por el sufrimiento: el sujeto ha sufrido, ya sea por razones reales o por experiencias pasadas, y quiere hacer sentir la misma sensación a quien lo ha hecho sufrir,
· Venganza por los errores sufridos: el sujeto se siente tratado peor de lo que cree merecer, por ejemplo, una falta de respeto. Entonces piensa en pagar con la misma moneda, generalmente, tratándose de un juicio totalmente subjetivo, la supuesta pena infligida supera con mucho la sufrida.
· Venganza por el honor: el orgullo del individuo se ha visto afectado intencionadamente y pretende demostrar al mundo que no es conveniente hacerlo. A menudo, el ataque en sí mismo no le causa dolor ni molestia, sino que se une al principio del hombre de honor.
· Venganza psicótica: Hace una atenta evaluación de las personas y decide cómo comportarse creando grupos hacia los cuales no se comporta con esta actitud.
Por qué no es bueno vengarse
En algunos casos, el solo pensamiento puede dar alivio y ser funcional para un proceso de curación .
Si el deseo de venganza puede ser considerado como una emoción que forma parte de nuestros impulsos más básicos, la obsesión de vengarse, en cambio, es un aspecto patológico del que hay que liberarse.
Perdonar es auténticamente terapéutico. Si se vive como una libre elección, no impuesta por terceros. Perdonar no solo significa liberarse de ese dolor que se lleva dentro, sino que, a veces, puede indicar también un acercamiento a la persona que ha cometido el daño. Un recorrido terapéutico es un instrumento útil para comprender y procesar el sufrimiento.
¿No existe demasiado afán de venganza en nuestra democracia, en nuestras familias, en nuestro entorno?
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