"La ley en su magnífica ecuanimidad, prohibe, mendigar por las calles, robar pan y vivir bajo los puentes"
(Anatole France)
"Eso de que el dinero no da la felidad son voces que hacen correr los ricos para que no les envidien demasiado los pobres"
(Jacinto Benavente)
Si me pongo a pensar en las cosas que me gustaría conseguir; el ser rico no estaría entre las prioridades. No entiendo que tener dinero como un fin en sí mismo pueda ser el deseo de tanta gente. Comprendo que vivimos en una sociedad que incita al culto al dinero. Continuamente nos bombardean con mensajes en los que el dinero es el elemento central, de forma que en nuestro cerebro se ha instalado la idea incuestionable de que ser rico es algo indiscutiblemente bueno. No sólo eso, sino que es el objetivo vital de buena parte de la población, aunque el 99% de ella jamás llegue a estar no ya cerca sino lejos de lograrlo.
Los anuncios publicitarios en los que el culto a lo material es poco menos que una religión cada vez me produce más rechazo. Me ponen de especial mala leche los de esas casas suntuosas, con espacios y lujos, toda automatizada, y piscina azul climatizada, en los que ser rico se destaca como una cualidad, mucho más importante que la dignidad, la honestidad, el amor, la solidaridad… carentes por completo del glamour que otorga la “pasta”.
Quizás opinéis que lo que digo no es más que una pose; que queda muy “progre” lo de rechazar lo material y loar cualidades tradicionalmente más humanas, pero a la hora de la verdad estaría encantado de disponer de una cuenta corriente lo suficientemente cebada como para no tener que preocuparme por si pasa hambre. El dinero es necesario para sobrevivir y es evidente que mientras más tengas, más cómoda será tu existencia, y, partir de mañana me conformaría con tener el dinero suficiente para ir de restaurantes cuando me apeteciera y viajar de vez en cuando, y, si pasara a formar parte del selecto grupo de ricos de España no evadiría capitales, ni establecería mi residencia en un paraíso fiscal, ni haría ingeniería financiera para evitar el pago de impuestos. De hecho, pagaría con gusto los impuestos que procediera, donaría parte de mis ingresos a proyectos de cooperación y patrocinaría iniciativas interesantes de jóvenes emprendedores y artistas.
“Está loco. No se lo cree ni él”. La verdad es que ahora mismo lo pienso así. Habría que ver si mantendría las mismas ideas convertido en el personaje del momento. Reflexionad un momento: ¿por qué resulta tan increíble pensar en que un rico actúe como una persona honesta y solidaria, hasta el punto de opinar que en el caso de que sucediera realmente lo que sería, es idiota? ¿Por qué, en cambio, no nos sorprende que un rico procure hacer todo lo posible por mantener su patrimonio intacto, evadiendo capitales y evitando impuestos, y que quiera ser cada vez más rico? Es más, buena parte de la humanidad optaría por el segundo modelo de “ejercicio de la riqueza”.
Ésa es mi impresión, ojalá que equivocada, porque ello significaría que todavía hay esperanza para la humanidad. De los diez comportamientos que nos hacen felices. Entre ellos se encuentra el regalar algo a otras personas y el ayudar de forma desinteresada. Estudios científicos demostrarían que la solidaridad y la generosidad aportan más satisfacción que la de amasar riqueza, pero no es ése el mensaje que conviene que cale.
Afortunadamente, en España disfrutamos de ricos muy solidarios. Así lo piensan no pocos políticos, algunos peces gordos que dan las gracias públicamente a todos los españoles por su esfuerzo, “especialmente los que más tienen”, que nos está permitiendo salir de la crisis. Una gota más en el inmenso océano de podredumbre untada en billetes de todos los importes, este país enfermo, reclama a gritos un tratamiento de choque a base de democracia. En España cada vez hay más ricos. La crisis ha servido (está sirviendo) para que los que más tienen ganen más. Sólo hace falta darse una vuelta por las noticias económicas: los beneficios de entidades financieras y grandes empresas, suben como la espuma y viven días felices. Se acabaron las penurias… para los privilegiados.
Lo que ocurre en España no es más que el reflejo del mundo en el que vivimos. A nivel global, las 85 personas más adineradas disponen de tanto patrimonio como la mitad más pobre de la población mundial, y la mitad de la renta mundial está en manos del 1% más rico. Un absoluto despropósito. Esta desigualdad creciente tiene como consecuencia inmediata que cada vez más gente pase a engrosar la lista de quienes viven en riesgo de pobreza: La vida es así. -
Fermín González, salamancartvaldia, blog taurinerías
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