Conocemos dos casos de menores que conviven día a día con Asperger. “Es una lucha constante”
Javi, más conocido como Archi, es miembro de la Asociación Asperger Salamanca. Su hijo Iker está a unos días de cumplir 13 años, y con siete fue diagnosticado de Asperger. “Las sospechas empezaron en la guardería. Nos dijeron que algo le pasaba”, explica. “En ese primer momento los padres pasamos por una fase de negación. Concretamente yo lo negué durante 2 años”.
Pero con el paso del tiempo, la cosa cambió. “Empezamos a ver cosas, a recordar lo que nos decían y ahí dije, lo mismo tienen razón”. En ese momento le llevaron al pediatra, y ahí comenzó un largo proceso que duró casi dos años hasta que tuvieron el diagnóstico definitivo.
“No puede ser que hoy en día se tarde dos años en hacer un diagnóstico porque los niños y sus familias sufren”, denuncia Archi. “Imagínate la angustia de una familia de querer ayudar a su hijo, pero no saber cómo porque no saben que le pase”.
Iker “viene a la asociación encantado, de momento no nos pregunta por qué vamos a la asociación ni que es Asperger”. Sin embargo, sabe que las preguntas llegarán pronto. “Los profesionales de la asociación le está preparando para el momento en el que empecé a hacer las preguntas”.
Para la asociación solo tiene buenas palabras. “Yo estoy encantado desde que está en la asociación, ha habido muchos avances. Mi hijo hace una vida totalmente normal”.
A los padres que les cuesta o que no aceptan que puedan tener un hijo o hija con Asperger les dice que “cada persona es de una manera”, pero que lo más importante es “que lo acepten y les ayuden. Yo les aconsejo que se acerquen a la asociación”.
Otra madre de un menor con Asperger también nos cuenta su historia. Prefiere mantenerse en el anonimato y cuenta, al otro lado del teléfono, que el diagnóstico de su hijo “fue complicado. Estaba teniendo bastantes problemas de comportamiento y no entendíamos, fuimos a varios psicólogos porque entraba en rabietas muy fuertes. No podía ir a la cabalgata o a las ferias porque le daba mucho miedo el ruido, le afectaba mucho”, explica.
Fue gracias a una profesora cuando empezaron a conocer que podría tener Síndrome de Asperger y el diagnóstico “fue muy claro”. En ese momento tenía 9 años. Ahora, unos años después, explica que es “complicado” hablar de evolución.
“El entorno que le rodea es bastante hostil y tiene que luchar contra eso y contra sus propios sentimientos que muchas veces no entiende”. Como madre esta situación para ella es un “desasosiego, una lucha constante contra el sistema, contra el sistema educativo, contra la sociedad, contra la ignorancia, contra tu propia ignorancia al no saber cómo actuar te sientes muy frustrada. Es muy duro”.
Pero una cosa tiene clara. “Pon un Asperger en tu vida, y lo digno honestamente, es muy duro pero son personas tan auténticas y reales”.