Miércoles, 08 de mayo de 2024
Volver Salamanca RTV al Día
Óscar Ferré, las claves de impartir la sabiduría del samurai en Salamanca
X
En Jiu Jitsu Studio Salamanca

Óscar Ferré, las claves de impartir la sabiduría del samurai en Salamanca

Actualizado 08/02/2023 15:27
Charo Alonso

"Los niños son esponjas, su progresión es tremenda. Y si esto le gusta, la vida de este chaval cambia"

Hay un silencio casi en penumbra en el gimnasio vacío donde se mueve con fluidez Oscar Ferré. Es la calma del samurai antes de entrar en batalla, incluso cuando el cuerpo de los adversarios se enlaza en un intrincado nudo mortal, hay un gesto sosegado, geometría insólita de movimientos lentos. Esperando a sus alumnos, las manos cruzadas sobre el kimono, serena templanza.

Charo Alonso: Oscar ¿Qué significa Jiu-Jitsu?

Óscar Ferré: Significa “arte de la suavidad”, refiriéndose a no confrontar la fuerza con más fuerza, sino a aprovechar la fuerza del oponente a nuestro favor.

Ch.A.: ¿Practicar deporte nos hace más sanos psicológicamente?

Ó.F.: Absolutamente. Está claro que se suele abusar de medicamentos psiquiátricos y hay que buscar otros caminos para abordar la salud mental en la medida de lo posible, naturalmente. La sociedad empuja a un estilo de vida insalubre psicológicamente. Muchas personas viven para un trabajo que odian, con un jefe que detestan, que apenas llegan a final de mes y sus vías de escape son tóxicas. No tienen algo que realmente les llene. Todo esto suele derivar en patologías y medicación. Por eso, los afortunados que tenemos una pasión hacemos de nuestra vida algo pleno y feliz.

Ch.A.: ¿Por qué el Jiu-Jitsu?

O.F.: Cuando descubrí el Jiu-Jitsu, me enamoró su libertad. En otras disciplinas se dice: esto es así porque lo hacía el maestro del maestro y nadie cuestiona nada. Eso es un tanto encorsetado, no haces distinciones. Cada persona es un mundo, no puede ser igual con una persona de cuarenta kilos o cien, con una de sesenta años o de veinte. El Jiu-Jitsu es un arte que se adapta a todas las personas. Un ejemplo, yo te enseño cosas básicas de la pintura que tú vas a necesitar y luego tú buscarás tu estilo… porque el arte sale de dentro. Tú me vas a ver a mí y ves a mis maestros y el estilo es diferente porque es un arte que sale de dentro.

Ch.A.: Diversidad…

Ó.F.: Correcto. Me enamoró su evaluación constante, su historia. Es algo que se tiene que sentir, lo odias, o te enamoras y te cambia la vida. Aprendes que, en una situación muy adversa, como cuando alguien te está practicando una presión, cambia la forma con la que tú reaccionas, y te relacionas. Porque estás poniendo tu vida en manos de otra persona. Este es un deporte de contacto, pero no te das cuenta de que lo que aprendes es a cambiar tu forma de reaccionar. Si eres muy intenso, de gatillo fácil, te frenas, te haces más cerebral. Y al

contrario, el que es muy sumiso, después de unas semanas, mira qué seguridad en sí mismo ha adquirido, qué asertividad tiene.

Ch.A.: Un cambio necesario.

Ó.F.: Es verdad, ante situaciones muy duras mantienes la calma, haces la menor fuerza posible sobre la otra persona. Eso poco a poco lo extrapolas a tu vida y te hace enfrentar los problemas de cara. Si tienes mucho carácter, te calma, si eres apocado, te alzas. Aprendes a enfrentar, a dejar pasar. El que viene con el pecho fuera se pone enseguida en su sitio porque siempre habrá alguien mucho mejor que tú, y eso te hace humilde.

Ch.A.: Entrenamos para adelgazar, defendernos o estar en forma. ¿Y los niños?

Ó.F.: A veces los padres dicen del Jiu-Jitsu: ‘el niño se me pone en forma, aprende defensa personal y tenemos dos horitas de paz…’ El adulto viene porque quiere, el niño, porque le trae el padre, pocos vienen por ellos mismos como yo, por eso a veces el niño llora, se rebota. Y cuando le gusta…

Ch.A.: ¡La tiranía de las extraescolares!

Ó.F.: Los niños son esponjas, su progresión es tremenda. Y si esto le gusta, la vida de este chaval cambia, porque no se trata de deporte, o defensa personal, tiene que ver con la educación en valores, importante para cualquier edad. Se dice que esta es la generación de cristal, que no hay que gritarles, ni suspenderles… Pues aquí no se regala nada, nada. Ganarse el cinturón es muy duro, implica sudor, dolores, lesiones. Tú admiras un cinturón porque sabes lo que cuesta llegar ahí. Esa jerarquización no impuesta es importante para el niño. Si quieres algo tienes que conseguirlo por ti mismo, sino, no vale. Eso lo extrapolas a tu vida, si quieres buenas notas no vayas a llorarle al profesor, a decir que te suspende porque te tiene manía, el niño en esta disciplina avanza por su esfuerzo.

Ch.A.: ¿Estás seguro de que es así?

Ó.F.: El que se queda aprende que si quieres algo, te tienes que esforzar. Si quieres buenas notas o mejores tienes que decir ‘no le echo una hora, le echo dos, y si quiero ser mejor, cuatro’. Todas estas cosas aumentan la asertividad. Y luego aquí te relacionas con personas con las que quizás nunca te relacionarías. En un club de Jiu-Jitsu te encuentras con gente diversa y hay una relación muy personal porque el contacto físico es muy grande. ¡Solo hay un momento en la vida en el que estás tanto tiempo pegado a alguien y sudándole encima!

Ch.A.: ¡Tú recibes a tus alumnos con un abrazo!

Ó.F.: El contacto físico es básico, la confianza, también. Piénsalo bien, estoy haciéndole una palanca a alguien, su vida está en mis manos y tienes que tener la seguridad, la confianza de que esa persona no te va a hacer daño. Cuando acaba el combate ves abrazos, gestos… parece muy teatral. Primero parece que vas a matarte y luego, la reacción es de afecto. Eso no pasa en ningún momento de tu vida, y las amistades que se hacen aquí son muy especiales.

Ch.A.: Pero puede que haya alguien que rechace este contacto tan directo…

O.F.: Está claro que el Jiu-Jitsu no va a gustar a todo el mundo. Es una actividad que adoras o detestas. No suele haber término medio. Hay personas que el hecho de que les invadan el espacio personal, los olores, el sudor… les crea rechazo. Si pasa el tiempo y esto no mejora, seguramente este no sea su deporte y deban buscar otro.

Ch.A.: Eres muy claro explicando, se nota que eres educador social.

O.F.: Para mí es natural hablar así, diecisiete años en Barcelona en Centros Residenciales y de Justicia Juvenil.

Carmen Borrego: ¿No extrañas Barcelona, el mar? Y es tremendo, tu trabajo…

Ó.F.: A mí me gusta Salamanca, una ciudad que tiene de todo y no tiene excesos de nada. Estoy muy bien aquí y solo echo de menos a mi familia y amigos. Y sí, el mundo de lo social es muy duro y he vivido la llegada de los Menas, un drama con muchachos que vienen a buscarse la vida, porque no todo es delincuencial. Haces un paréntesis en la vida de este chaval, desde los 16, que no lo son, hasta los 18 y después lo pones en la calle… un fracaso del sistema.

Ch.A.: ¿Cómo se aplica el Jiu-Jitsu en estos casos?

Ó.F.: El Jiu-Jitsu cambia a las personas, por ejemplo, aquí es muy difícil que haya bullying, porque el que abusa será sistemáticamente ‘apalizado’. El abusador encuentra placer en tu sumisión, en que tú tengas miedo. Que venga un tipo que abusa y que le tumbe alguien que pesa menos que él es tremendo. La víctima aprende seguridad en sí mismo, y deja de serlo porque el victimario quiere que tú mires al suelo y no lo haces. Nota que tienes seguridad en ti mismo.

Ch.A.: ¿Como educador aplicabas las técnicas de Jiu-Jitsu?

Ó.F.: Claro, el trato que tenían conmigo era distinto. Veían que yo no me relacionaba con miedo. Además, este es el deporte que más ha crecido y tiene demanda. Muchachos que están en la calle y se aficionan pueden ser maestros, tener un trabajo, dar clase, tener una vida…

C.B.: ¿No hay intrusismo en este trabajo? ¿Haces de educador en los entrenamientos?

Ó.F.: No, la gente que da clases de jiu-jitsu es muy profesional porque no es nada fácil. El bagaje técnico es muy importante, hay gente mejor que yo, pero yo aporto ese algo de coach emocional. Viene alguien a entrenar y en enseguida le noto que no está bien, me sale el educador de forma automática: “Vamos a hablar”.

C.B.: ¿Y si yo quiero entrenar y ganar, no hablar?

Ó.F.: Es muy lícito. Somos un grupo muy nuevo y es diferente, pero si alguien quiere ganar un campeonato se le prepara, claro. Yo he ganado campeonatos y me parece algo circunstancial, otro día combates igual de bien y pierdes. Lo importante, para mí, es la formación de la persona. Los valores, eso es el oro. Mejorar innovar, por ejemplo, a los pequeños les doy clase en inglés y me funciona muy bien.

Ch.A.: ¿Tus alumnos tienen que llamarte “maestro” o “sensei”?

O.F.: A mí, personalmente, me gusta que me llamen por mi nombre, Óscar. El respeto que yo espero es que los alumnos presten atención, muestren una actitud positiva y sean buenos compañeros. No me gusta que me hagan reverencias, ni que no me traten como se trataría a cualquier profesor de cualquier otra cosa. En este mundo de las artes marciales abundan los profesores “tóxicos”. Yo me he querido alejar de todo esto y procuro crear un ambiente relajado y distendido, donde todos se sientan bien. Y a los escépticos, a probar el Jiu-Jitsu.

Ch.A.: Siempre el equilibrio psicológico.

O.F.: Estoy muy comprometido con el valor social de esta práctica. Trabajo ahora una idea para ofrecer el Jiu-Jitsu a las personas con deficiencias visuales. Todos los deportes se pueden adaptar pero este, debido al contacto, a la sensibilidad para sentir la fuerza del otro, se puede realizar sin ningún tipo de adaptación, solo adecuando la metodología, usando el tacto, la presión… esa es ahora mi tarea pendiente.

TEXTO: CHARO ALONSO Y CARMEN BORRGO

FOTOS: CARMEN BORREGO