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La mesa redonda 'Los viejos rockeros nunca mueren' recuerda a los pioneros del rock en Salamanca
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programa "A Nuestro Ritmo" en la Biblioteca Torrente Ballester 

La mesa redonda 'Los viejos rockeros nunca mueren' recuerda a los pioneros del rock en Salamanca

Actualizado 04/02/2023 21:15
Redacción

Organizada por Fernando Sánchez Gómez y moderada por Víctor G. Villarroel, ha sido un encuentro lleno de músicas, memoria y risas

Nunca ha sido Bosque de memoria tan musical la Biblioteca del encuentro, de la palabra en la Torrente Ballester, al abrigo acogedor de Isabel Sánchez. Memoria musical, el encuentro auspiciado por “A nuestro ritmo” el programa de Radio Oeste dedicado a la música salmantina y por “El MES” pura “Música En Salamanca”, ha reunido en torno al periodista Víctor G. Villarroel a los grandes músicos pioneros del rock salmantino. Un encuentro donde la nostalgia, la gracia, el recuerdo y el homenaje han estado presentes de la mano de Víctor G. Villarroel, reportero de verbo ágil, certero e irónico que, según Fernando Sánchez Gómez, es un auténtico “arqueólogo musical” referencia sabia de la historia “incompleta” del pop y el rock salmantino ya que es el autor de un libro de culto, completamente agotado: “Una historia incompleta del pop y el rock en Salamanca”, del que todos esperamos la segunda parte.

De la mano sabia y divertida de Villarroel, cinco pioneros épicos de la música salmantina desgranan sus recuerdos ante el público que llena la Sala de la Biblioteca del Bosque aquí en un espacio que tanta importancia le da a la música, ya sea con sus fondos, sus actuaciones, sus exposiciones y sus conciertos. Espacio acogedor para un encuentro que nos ha llevado a la voz de aquellos muchachos que escuchaban la música nueva en la radio, en la televisión y que se aprestaron a organizar sus grupos, a buscar su camino y a hacer una carrera en la música. Manuel Crisóstomo (Los Fans, Los Abejas), Chema Alonso (Grupo 96), Gabi Sánchez (Los Rejas, Los Dragones, Grupo 96), Ángel L. de Vega (Los Vanadiors) y Román Gasco (Los Crashers) tienen el verbo ágil y evocador de aquellos que disfrutaron rompiendo barreras, atreviéndose y como dice bien Víctor G. Villarroel “Son la gente que inventaron el rock en Salamanca”.

Evoca Ángel L de Vega los guateques donde vio por primera vez una guitarra eléctrica, él, niño de internado y de coro de iglesia. Conocimientos musicales que compartía con Román Gasco, hijo de músico que estudiaba piano y encima, amaba el solfeo como Gabi Sánchez, también criado en un ambiente musical y de quien todos destacan la elegancia y seriedad de su trabajo constante. Eran tiempos en los que no había dinero para instrumentos y se resolvía todo comprando unas baquetas, poniendo la pandereta sobre unos libros y haciéndose con las sempiternas guitarras españolas. Entre los recuerdos relatados, Gabi Sánchez cuenta que, cuando su grupo tocó en el Teatro Bretón, a él le tocaba estar abajo, con el piano, porque nadie quería mover el instrumento al escenario, por lo que tuvo que agenciarse una guitarra si quería estar con el grupo.

Chema Alonso, interlocutor divertido y privilegiado de mil anécdotas, relata los tiempos de guateques, festivales… él que fue auténticamente autodidacta y que recuerda los tiempos de la OJE, y su paso por los Albergues de Juventud tocando el bajo porque aunque lo suyo era la batería, ya tenían uno en aquel conjunto primero en el que compartió escenario con Ramón Grande del Brío. Tiempos de prestarse los instrumentos, cambiar de grupo constantemente, tiempos de ensayos en los lugares más inverosímiles “Tocábamos en una carpintería –recuerda Alonso- cuando ellos acababan de serrar, empezábamos nosotros”. “Tocábamos en el local de un mecánico dentista y usábamos unos grandes botes suyos como batería”, apunta otro de los músicos.

Era tal la precariedad de aquellos años sesenta que Manolo Crisóstomo, bejarano, recuerda que no tenía tocadiscos y que escuchaba música en casa de un amigo los domingos, donde “jugábamos a los grupos”. En un tiempo, relatan, en el que el salario mínimo de un trabajador era de 1800 pesetas, con lo que para jóvenes que no llegaban a la veintena, comprar instrumentos y amplificadores –que acabaron montando ellos- era imposible. Y eso que Manolo Iglesias les daba facilidades… Tiempos en los que con una pastilla y una guitarra española lograban una eléctrica, y quitándole cuerdas, un bajo. Muchachos aguerridos que acababan con sus primeras perras comprándose instrumentos de segunda o tercera mano, ellos que no recibían más paga que 25 pesetas que hacían imposibles los bajos de 8.000 o los 25.000 de un amplificador. En ocasiones, los padres, una vez comprobado el impulso de los hijos, ponían un fondo y la cosa mejoraba, incluso Román Gasco iba por ahí con su seiscientos y su contrabajo arriba en aquellos años de ebullición y alegre precariedad.

Un tiempo en el que los modernos les quitaban el puesto a las orquestas que protestaban ante aquellos “no profesionales” que además, no tenían carnet de músicos. Y allá se iban a conseguirlo a Madrid, donde les examinaban miembros de bandas de música en el Teatro La Latina y donde los que cantaban en español tenían mejor suerte que los que lo hacían en inglés. Todo para conseguir el Carnet del Sindicato Nacional en la sección de “Grupos de circo, variedades y atracciones”, un documento que muestran ante la risa del público aunque nada tenía de divertido que les interrumpieran el concierto para pedirles un carnet “Cuando éramos unos chiquillos y no teníamos ni el de Identidad”. Tiempos en los que recorrieron España con mejor o peor fortuna, trayendo novedades –en eso reconocen que Román era un experto-, probando a cantantes carismáticos, viajando en precarias furgonetas y disfrutando de un apoyo del público enorme –incluso los fans salmantinos de uno y otro grupo iban a silbar al otro-, y disfrutando de una gran amistad entre los músicos y de un aprendizaje continuo.

¿Lamentáis algo de aquellos tiempos? Pregunta el público, y puesto a mirar atrás, Román Gasco se queja del individualismo del músico, de su falta de unión para defender sus intereses. Para Manolo Crisóstomo, lo peor fueron aquellos representantes que se quedaban con el dinero. Sin embargo, la mirada de nuestros pioneros musicales no es nostálgica, sino divertida, evocadora, viva… de ahí las risas, la admiración que se profesan, el recuerdo de los que no están y el gusto por la música. Música y más música que transciende el tiempo y queda sonando entre las ramas de la Biblioteca del Bosque, historia viva de la ciudad letrada, la ciudad sonada, la ciudad asomada a una modernidad que hicieron cada uno de nuestros increíbles músicos, pioneros de un tiempo nuevo.