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Ojalá que pudieras cumplir cien años
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Calle de la Fe s/n

Ojalá que pudieras cumplir cien años

Actualizado 03/02/2023 08:17

Eras mis fines de semana desde los once años hasta los treinta y algunos miércoles de bocata de tortilla de bonito envuelto en papel albal. Eres la ausencia imposible de cubrir y el sabor inconfundible que me hace recordarte. Serás siempre la memoria de mi infancia y juventud, que no fueron en color sino en blanco y negro.

Eras la banda sonora de mis tardes de domingo cuando sonaban los pitidos del Carrusel Deportivo y esperaba que anunciasen un gol tuyo fuera de casa. Eres el himno que canto en la ducha y en el coche, que silbo bajando la escalera o por los pasillos del centro de salud, que me emociona cuando llega el minuto 23. Serás la melodía por la que me preguntarán mis nietos, si Dios quiere, cuando les hable de ti.

Eras los asientos 110, 112, 114 y 116 de la fila 23 de Preferencia, porque la familia que anima unida permanece unida. Eres la pervivencia, en la amistad, de la llamada dominical al 923233273 desde casa de mis abuelos para concretar con Javi a qué hora le decíamos a Jesús que saldríamos hacia el estadio. Serás la imagen nítida del saludo con Pedro subiendo por la escalera hasta su sitio, de Marisa y Beni llegando desde Tamames, de la bolsa de pipas de Fer, de Miguel con el bueno de Gil, de los comentarios con Dosu o Manu en el descanso y con Quique los lunes, de un viaje a Valdebebas con los Zazo y con Raquel, de un Viernes Santo sin poder verte ante el Gerona recabando con Álvaro minuto y resultado en lo que se recomponía la Vera Cruz en la Plaza, de Juanjo y Blanco que a veces se venían con nosotros a alentarte, de David metiéndose en el Cantábrico en el Sardinero playa antes de irnos al Sardinero estadio, de Omar saliendo discretamente del Plantío, de Tere celebrando tu victoria en el Ruta o de Ayuso padeciendo tu derrota en Zorrilla, de la vuelta hacia la casa de Carliños mientras otro domingo ya declinaba, o de los invitados como Pilar, Inma o Jaime, cuando ganaste al Alavés, a la Real y al Nástic, porque en esas tardes hospitalarias siempre conseguías que los de la sonrisa en el regreso fuéramos los tuyos.

Eras tío Matías al volante de tu autobús contando la peripecia de un 0-3 en Balaídos. Eres mis primos vigueses en la noche de Reyes más futbolera de la Historia. Serás siempre mi primer "te quiero", porque tras pronunciarlo, sin obtener respuesta pero sin miedo a un no, me fui a verte firmar tablas con el Córdoba, y a la vuelta tenía correo de Covi con un sí, el primer "te quiero" que recibía: empatamos a uno tú y yo aquel 9 de diciembre del año 2000.

Eras tres letras entrelazadas, la U, la D y la S, en un abrazo de toro y encina sobre el puente a la sombra de un balón. Eres el escudo que le sale natural a mis manos cuando toma papel y boli. Serás el nombre que descubra en lo alto de la clasificación cada vez que abra mis cuadernos de niño en los que imaginaba y plasmaba mapas de países, planos de ciudades, semanas santas con sus cofradías y hábitos, mundiales perfectos que ganaba España y ligas imposibles que te llevabas tú.

Eras el BX, Salamanca de la H, que dijo que hasta allí había llegado mientras regresábamos de un 0-0 con el Atlético Marbella, un 0-0 invernal siempre más llevadero con mantas y termo de café, cuando los aficionados no éramos todavía presuntos delincuentes. Eres la parte central de la última página de mi primer álbum de cromos, debajo del Sabadell y encima del Sestao. Serás el cajón donde guardo tu bufanda, la que llevé a cada uno de tus partidos desde el 12 de junio del 94 y también cuando prestaste tu casa a la Selección la primera vez que España era anfitriona con una estrella en el pecho (fue tan perfecto ese mundial que hasta tú te salvabas en Villarreal, esa vez sin apagón: ¡aún me duele!); a mí sí me parece relevante que en tu bufanda aparezca tu nombre y no otro engendrado por arte de magia fraudulenta.

Eras alegrías desbordantes y brazaletes negros, goles en el último instante en tu portería y en la contraria, cuentas de la lechera y milagros como para caminar hasta Alba. Eres una crisis asmática antes de ganar al Valencia, una peritonitis después de perder con el Lérida y una diarrea, la mía pero lo de menos, tras acabar mal una temporada contra el Hércules, siempre el dichoso Hércules por medio. Serás la esperanza de eternidad al contemplar el vuelo tempranero de la muerte en Díaz, Pavlicic y Escoda, y la gratitud por el soplo de la vida venciendo al silencio en el corazón de Miguel García.

Eras el golazo de Rogerio que vimos por la tele, primer juego de un set en blanco, porque la Procesión de Pascua acababa a las tantas y sigue siendo eterna ahora que tú ya no juegas las tardes de Domingo de Resurrección. Eres el 10 de septiembre de 1989 que reside en mi memoria con la frescura de las primeras veces, un hermoso recuerdo pese a la derrota ante el equipo arlequinado. Serás la nostalgia perpetua de los tiempos en que presumía de contarme entre tus socios, aunque en esta ciudad se reían mucho de nosotros, y cambiaba tantas guardias por ti.

Eras la radio vibrante de los domingos y el Marca de los lunes durante aquellos primeros noventa en Segunda B, y aquellos recortes de prensa guardados cual tesoros, convirtiendo en papelitos el resto de las hojas para saludarte cuando saltabas al campo. Eres la colección completa, como oro en paño, de los carnets hasta el 686 que ya no pude renovar. Serás los vídeos entrañables a los que seguiré acudiendo para recabar nuevos detalles de lo feliz que me hiciste.

Eras las evocaciones del Calvario, de la rivalidad con la Leonesa y de tu edad de oro setentera, todo un mito para quienes te conocimos en tu último cuarto de vida y solamente degustamos tu breve edad de plata. Eres las entradas que no usamos en aquel día de ayuda al club, precisamente venía el Atleti, cuando murió abuela Carmen. Serás todas las veces que papá, mamá y Carlos me hablen de ti y de lo mucho que compartimos a tu lado.

Eras las estaciones que iba pasando en el Cercanías, camino de Butarque, como en una recapitulación de dos décadas, la última vez que te acompañé lejos del Helmántico. Eres las lágrimas que vertí por ti el 18 de junio de 2013 y varias veces más, antes y después del día más triste de tus noventa años de vida. Serás el homenaje que se te rinde por el camino difícil, a ti que fuiste fundada el 9 de febrero de 1923 y que no fuimos capaces de cuidar y conservar como merecías.

Eras la Unión Deportiva Salamanca. Eres mi equipo. Serás siempre el mejor.

In memoriam UDS 1923-2013. ¡Hala Unión!

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