Ella forma parte de la cuarta generación que se dedica a este histórico oficio que parece tener un futuro incierto
Suena el despertador, generalmente con la noche todavía en su pleno apogeo. Se levanta y comienza, como si de un ritual se tratara, los preparativos para iniciar una jornada de trabajo que la llevará a encontrarse con vecinos que, más que clientes, ya son parte de la familia. Una tarea en la que lleva ya décadas y que, mas que un servicio, simboliza la consecución de poder ofrecer servicios en lugares en los que, de otra forma, sería imposible tener.
Así arranca cada mañana su camión la peñarandina Mercedes Arroyo, dispuesta ha hacer sonar el claxon por numerosos pueblos de Salamanca y Ávila, llevando su pescado fresco a aquellos municipios de la tan manoseada España rural, donde no existen tiendas ni formas de adquirir productos básicos como este si ella no ofreciera este servicio.
Una labor, la de ponerse al frente de su Pescadería móvil, que viene de muy atrás ya que, tal y como explica Mercedes, “somos una familia de pescaderos que comenzaba su actividad allá por el año 1943, dedicados plenamente a la venta ambulante. Hoy ya sumamos la cuarta generación que comenzaba el bisabuelo Manolo, seguido por su hijo Pedro, quién nos enseñó el oficio para seguir muy orgullosos sus pasos” recordando emocionada como “ellos comenzaron a vender yendo en bicicleta por los pueblos con un cajón atrás. Algunas veces se trasladaban en tren y en invierno se tenían que quedar a dormir en el último pueblo. Hacían la comarca de Peñaranda, parte de la sierra de Ávila y la Moraña. También en ese año se abrió la pescadería de la Plaza Nueva de Peñaranda”.
Unos duros comienzos, que poco a poco fueron adaptándose a la evolución de los tiempos y, junto al gran cariño de la gente, sus clientes y amigos, se hicieron con un camión especialmente preparado, en el que transportar, ofrecer y tratar el pescado fresco, que ellos mismos se encargan de seleccionar cada día. Una tarea que hoy los lleva a estar presentes en cerca de una veintena de localidades, como pueden ser Flores de Ávila, Rasueros, Ventosa del Rio Almar, Alconada o Herreros de Suso, a lo que se suman dos pescaderías en local situadas en las localidades abulenses de Crespos y Fontiveros.
Una labor tradicional, la de la venta ambulante, que también esta notando de manera directa el impacto de la perdida de población en nuestros pueblos. “De año en año vamos notando mucho la falta de gente, clientas de toda la vida a las que consideras familia, ya que esto no es solo vender, es algo más. Generas un afecto mutuo que día a día te acaba haciendo parte de su familia y ellos en la tuya…nunca nos faltan las confesiones personales, haciéndonos participes de sus buenos y malos momentos… tenernos un café calentito para cuando pares a su puerta, darte agua caliente, pedirte ayuda para poner la bombona o simplemente esperarte porque necesitan darte un abrazo sin decirte nada. Es para vivirlo de verdad. Por eso cuando alguno de estos clientes falta lo sientes como si fuera alguien de los tuyos” asegura Mercedes.
Un trabajo, de raíces profundas en el beneficio a nuestros pueblos y la cercanía, que parece ser todo un desconocido para la sociedad, pero que en los pequeños municipios parece ser mucho mas ya que, asegura Mercedes, “creo que este trabajo es apreciado y reconocido por la gente que vive en las pequeñas localidades, sobre todo porque muchos de ellos ya van siendo mayores y se dan cuenta de la importancia que tiene el que puedan contar con este servicio casi a la puerta de su casa. Pero a nivel general creo que no se nos valora y créeme que es un trabajo muy duro…pero somos afortunados en lo demás ya que cuando haces las cosas de corazón no necesitas mas reconocimiento que esa cercanía y la sonrisa de cada persona que llega hasta el puesto”.
Pero el futuro de la venta ambulante no parece tener un horizonte muy claro, viendo la evolución que se vive en las zonas rurales, algo que no deja de mirar con preocupación. “Personalmente creo que este oficio tiene poco futuro. Primero porque no hay gente que se quiera dedicar a ello, segundo porque cada vez hay menos gente viviendo en los pueblos y tercero porque lo que antes vendías en uno ahora tienes que hacer cuatro…viendo como esta la situación, las subidas de costes y añadiendo todo lo anterior me genera mas que dudas el que pueda seguir adelante mucho tiempo más” afirma.
Sea como sea, para Mercedes, mientras las fuerzas se lo permitan, pretende continuar al pie del cañón, amaneciendo cada día antes que las calles, para seguir con este oficio que ya es su vida ya que, tal y como ella misma define, “para mí es algo que llevo en la sangre y es muy muy bonito. El conocer gente, habar con ellos, ver qué te necesitan, es algo muy especial que creo que no todo el mundo lo entiende. Es devoción más que obligación”.