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La sobreestimulación, la falta de concentración y sus posibles consecuencias
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La sobreestimulación, la falta de concentración y sus posibles consecuencias

Actualizado 23/01/2023 10:56
Francisco Delgado

Ya han pasado suficientes años desde que se iniciaron los estudios y las investigaciones sobre las consecuencias en las funciones cognitivas cerebrales del uso y abuso de los móviles y otros medios electrónicos, sobre todo en la población escolar, infantil y juvenil, para que los resultados de aquellos primeros estudios e investigaciones aporten seguridad en las conclusiones.

En términos generales, la mayoría de los estudios que abarcan un período de tiempo fiable concluyen que cuanto más tiempo pasa el niño o adolescente frente a móviles y pantallas interactivas y no interactivas, el rendimiento escolar es inferior. Y este rendimiento escolar es inferior porque la capacidad de concentración del niño/a o adolescente disminuye.

Hernán Aldana, doctor en Biología en la Universidad de Buenos Aires y especialista en neurociencias, hace un resumen de múltiples estudios sobre el tema en un artículo titulado “ La sobreestimulación en el S. XXI y sus posibles efectos sobre la atención, la motivación y la curiosidad” en la Rev. Ruta Maestra, en el que concluye que salvo algún tipo de aprendizaje muy específico, el tiempo que los estudiantes pasan frente a las pantallas de todo tipo, lúdicas o de comunicación, se vuelve contra ellos: la capacidad de atención y concentración disminuye, inversamente proporcional al tiempo invertido.

Sabemos, por otra parte, que la capacidad de concentración en la tarea es el requisito número uno, para casi todo tipo de aprendizaje.

Pero no solo la atención y concentración son necesarias para el aprendizaje de la gran mayoría de tareas, sino también para el propio proceso de pensamiento. Lo cual quiere decir que funciones esenciales cognitivas, como la comprensión, la síntesis, la toma de decisiones, etc. se pueden ver afectadas negativamente por esa dispersión de la atención que imposibilita la realización de numerosas tareas complejas ( como por ejemplo leer un libro).

Estas consecuencias de la sobreestimulación que padecemos la gran mayoría de habitantes de ciudades grandes y medianas en todo Occidente no repercuten solo en las poblaciones jóvenes sino también en los adultos. La sobreestimulación no la producen solo los medios informáticos, ni solo la televisión, ni el número de noticias diarias que llegan a nuestros oídos, sino todo el conjunto de estímulos, visuales y sonoros, que salen al paso en la vida cotidiana del sujeto que vive en la ciudad, tanto en el interior de su domicilio como en los espacios exteriores.

El tipo medio de ciudadano que hipotéticamente va creando esta sobreestimulación es un sujeto con dificultades significativas en sus procesos de pensamiento y en su capacidad de tomar decisiones y, más grave aún, en una tendencia a la demanda de que alguien, supuestamente investido de autoridad, señale con claridad qué es lo correcto y tome decisiones por él.

Algunos politólogos señalan como causa principal del auge actual de los populismos, en muchas democracias, estas dificultades de la concentración y del pensamiento de un gran porcentaje de ciudadanos, que valorarían los líderes autoritarios por encima de los líderes democráticos.

En cualquier caso, la lucha contra la sobreestimulación de nuestro tiempo, es necesaria para recuperar el nivel de tranquilidad que permite el aprendizaje y el pensamiento libre.

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