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Mediocridad
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COSAS  VEREDES

Mediocridad

Actualizado 22/01/2023 14:57
Jotamar

“El mundo está gobernado por los mediocres, los egoístas y los idiotas”. Esta frase la leí hace unos días en un libro de un escritor con millones de lectores, por lo que el hombre debe de ser bueno en su oficio. Ignoro, como tantas otras cosas, si es suya o la comparten otros “junta letras” de prestigio, ciudadanos de a pie e incluso el jubilado que da vueltas a la Plaza Mayor, la más hermosa de todas las plazas, paraguas bajo el brazo en compañía de los amigos de siempre en sus paseos. Sea como fuere, me ha hecho pensar e inconscientemente acudo al viejo diccionario donde consulto las palabras, sean éstas sencillas o enrevesadas. Mediocre, se define como mediano, de calidad intermedia, ni bueno ni malo, ni grande ni pequeño. O casi malo, si acudimos al significado despectivo que encierra, que es tal vez la acepción que subyace en mi mente cuando hablar de políticos se trata. De esto hay mucho en la viña del señor.

De egoísta, me quedo con un significado que no viene en el diccionario: es aquel personajillo que rige su vida por su mirada “al propio ombligo”. Al resto de los ombligos tal vez después. De idiota, me quedo sólo con una respuesta: ignorante. Y ya está, nada más sencillo ni más acertado. Tenemos, pues, la certeza de que no será errado pensar que una sola palabra, la mediocridad, pueda englobar lo que millones de ciudadanos de este país piensa de los políticos que nos gobiernan, al menos el noventa por ciento, que alguna excepción tienen siempre las reglas. Y me viene a la cabeza, de inmediato, un ejemplo palmario de mediocridad, elevada al cubo, de un jovencito barbado (con mando en plaza decía en mi crónica anterior) perteneciente a un partido extremo (y los extremos nunca me han gustado se muevan al lado que se muevan) que en un gesto rayano en la estulticia pretende cambiar las reglas del juego y presumir de ombligo, para decirle a las mujeres por donde deben encaminar su vida.

Pero no hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure, acudiendo a nuestro rico refranero. También a grandes males, grandes remedios. O la ocasión la pintan calva, señor presidente de la Junta de Castilla y León, y sin embargo buen amigo. Es la ocasión que tantos castellanos y leoneses esperábamos, el momento de rectificar y rectificar es de sabios. Entre las muchas atribuciones que su cargo le otorga, cargo para el que fue elegido por los ciudadanos (“es justo y necesario decir”) está la de cesar a cualquier cargo (valga la redundancia) que hubiera o hubiese nombrado. Cese fulminante, sin andar con zarandajas o menear la perdiz, que dicen en mi pueblo. Y sin temor a que pueda usted, por una acción digna, perder la presidencia de la Comunidad. Soy de lo que piensan que quizás a la oposición le llegue un soplo de cordura y le permitan seguir en su puesto sin muchas complicaciones ni muchas exigencias. Puede que hasta lleguen a gobernar en comandita, como hermanos. Excepción de la regla.

Este pacto, recuerde que le dije al encontrarnos hace unos meses, es un error, algo que a lo largo de la legislatura va pagar más caro que perder la presidencia. Los hechos, uno tras otro, nos van dando la razón; y no es que uno entienda mucho o sea más listo que nadie, los años, demasiados, nos permiten ver más allá y nos aclaran las cosas, y las cosas de esta región tan ninguneada desde que la democracia asentó entre nosotros, van de mal en peor, acaso sin remedio. O sí. El remedio está en sus manos y puede aplicarlo con valentía y sin mirar las consecuencias, cortar por lo sano, extirpar de raíz, evitando que los derroteros por donde se pierde nuestro futuro continúen; cada dos por tres una tontería, un invento trasnochado y absurdo que nos hace repetir la frase del escritor: “el mundo está gobernado por los mediocres, los egoístas y los idiotas”. Leña al mono que es de barro y destituya usted al mediocre para que quede uno menos.

Jotamar, [email protected]

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