Estar enfermo de COVID-19 y las secuelas que le dejó, fueron el punto de inflexión que hizo que su vida cambiara cuando solo tenía 21 años
El próximo 13 de enero se celebra el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, un trastorno emocional que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Este salmantino lleva más de un año luchando contra la depresión. Pablo Jiménez solo tiene veintiséis años y hace unos meses, tras la pandemia, su vida se empezó a torcer y tras tener la COVID-19 y las secuelas que le dejó, se hundió totalmente. Cuenta su historia para SALAMANCA AL DÍA. “Estoy mejor, pero no estoy curado del todo”, explica.
A pesar de todos los momentos duros que ha vivido durante los últimos meses, llega a las oficinas de este medio de comunicación esbozando una gran sonrisa. Peñarandino, pero afincado en Salamanca, estudió Comunicación Audiovisual, pero solo se dedica a ello como hobby. Ahora está acabando la carrera de psicología. “Me estaba encaminando a la psicología deportiva, pero tras sufrir la depresión me está gustando más la psicología clínica ya que veo la opción de ayudar a gente que está pasando por lo mismo que yo”.
Pablo se dio cuenta que algo no estaba yendo bien una tarde trabajando en el supermercado, cuando acabó su turno confiesa que “llamé al 024 (línea de atención de conducta suicida) buscaba ayuda como fuese, no podía más”, a partir de la llamada, el joven comprendió que lo que le estaba pasando era grave y decidió contárselo a su madre. Al día siguiente, fueron a urgencias donde le diagnosticaron depresión mayor “y a partir de ahí tuve que dejarlo todo: estudios, trabajo…”.
A pesar de que es una enfermedad con la que convive, le cuesta describirla. “Es un estado de apatía en el que simplemente quieres meterte en la cama y llorar, nada te llena”. La gente que está a su alrededor como su familia, en la que ha tenido un apoyo incansable, y sus amigos más cercanos están a su lado, “también perdí muchas relaciones, ya que muchos te dicen: yo no te veo mal, aunque me pongo en su lugar y lo entiendo porque hay días en los que sonrío y hago bromas, pero lo que ellos no ven es que también hay muchos otros donde me quiero morir literalmente”.
Admite que el suicidio se le ha pasado muchas veces por la cabeza “no lo terminas haciendo por la familia y por toda la gente que te rodea, pero en muchas ocasiones no puedes parar de pensarlo”. Además, cuando llamó al 024 la conversación que tuvo con la profesional que le atendió le sirvió para cambiar esa mentalidad. “Me hicieron ver que el suicidio lo vemos como algo que te va a hacer dejar de sufrir, que vas a estar a gusto o en calma, pero eso quiere decir que ya no vas a estar. Fueron palabras muy duras de escuchar, pero que se me quedaron guardadas en la cabeza y creo que todo el mundo con esta enfermedad debería escucharlas”.
Para Pablo, las relaciones sociales son un punto muy fuerte para poder salir de la depresión, entendió que mucha gente no se quedara a su lado, ya que fue él el primero en cerrarse en sí mismo y alejarse de todo. “Les entendí, pudo ser miedo de no saber cómo tratar a una persona con esta enfermedad, no tenemos una educación psicológica base que nos ayude en estas circunstancias”. Sin embargo, recuerda a una persona que, aparte de irse de su lado en esos momentos tan duros, “me dijo que estaba completamente loco, es verdad que fue solo una persona, pero eso me dolió mucho y en mi cabeza no dejaba de resonar. Ahora que estoy mejor ya no me afecta, pero en su momento fue muy duro escucharlo”.
Durante la entrevista, Pablo deja entrever que tiene un tatuaje en su mano derecha que pone: “2 min”, se lo hizo cuando empezó a estar mejor de su enfermedad. Se trata de una frase que no quiere olvidar. “Cuando tienes esta enfermedad te das cuenta de que dos minutos son más que necesarios para seguir hacia delante”. Como ejemplo nos cuenta que muchas veces puede estar con sus amigos durante horas, “pero solo esos dos minutos en los que estoy plenamente bien y atento a la conversación son los que saco para poder estar bien en mi día a día”.
Para Pablo la recuperación no está siendo nada fácil. “Piensas que te curas y ya está, pero no, es un proceso muy largo. Esta recuperación la describo como un videojuego al que he jugado varias veces y que se llama ‘Gris’ en el que toda la pantalla se va a blanco y negro, y poco a poco, según vas pasando pantallas, te van devolviendo colores y con cada color te devuelven una habilidad, pues recuperarte de la depresión es algo así. Es muy duro porque todos los días tienes que intentar buscar ese color, es muy difícil llegar hasta ellos, pero cada vez hay más colores y al final llega un momento que aparecen sin darte cuenta, vuelves a ser la persona que eras”, manifiesta.
Pablo quiere que su historia sirva para concienciar a los jóvenes de que todos pueden pasar por esta enfermedad y que para poder superarla es necesario pedir ayuda. Él decidió contarlo en sus redes sociales, un lugar en el que normalmente solo se muestra lo mejor de las personas, y aunque piensa que “es un medio que está haciendo mucho daño a la salud mental de los jóvenes”, a él personalmente le sirvió para expresarse y contar su experiencia al 100%. “Nunca hubiese imaginado la gran acogida que tuvo entre sus seguidores, recibió muchos mensajes directos en Instagram y nos cuenta que “el 98% fueron palabras de apoyo, además, otras personas me escribieron para decirme que estaban pasando por la misma situación que yo”.
Esto ha hecho que el salmantino conecte con gente con la que apenas hablaba y están pasando por lo mismo que él y que conozca mucho más la enfermedad y los problemas de la gente joven “la mayoría no cuentan que tiene depresión por vergüenza, muchos piensan que si lo cuentas la gente que está a tu lado se va a alejar”.
Aunque en los últimos años ya se habla más de depresión, Pablo cree que sigue siendo un “tabú” para la sociedad, “mucha gente no pide ayuda porque creen que pueden vencerla ellos solos y lo que es peor, por no molestar a la gente de su alrededor”.
Uno de los consejos que Pablo da tras su experiencia con la depresión es que la gente que pueda tenerla “necesita hablarlo y pedir ayuda”. Al igual que tiene unas palabras para todas esas personas que la han sufrido y por el miedo a lo que diga la gente no lo compartan. “No puedes estar ocultando toda tu vida que has tenido depresión o has tenido pensamientos suicidas, aunque no lo parezca es algo que le pasa a mucha gente y hablarlo es la mejor de las opciones”, añade.
Por último, Pablo recuerda que estudiar psicología le ha ayudado mucho “sobre todo a entender lo que estaba pasando”. A pesar de la gravedad de la enfermedad y haberla vivido de primera mano, tiene claro que cuando acabe el grado quiere ser psicólogo y ayudar a otras personas, pero antes está pensando en hacerse voluntario en el teléfono de la esperanza de Salamanca. “Una vez que sabes de qué va la enfermedad, aparte de tener la habilidad de saber cómo puede estar la otra persona, a lo mejor puedo empatizar y ayudar más que una persona que no lo ha pasado”, concluye.