Un ángulo me basta para recordar en el mantel a quienes nos faltan. Un quiebro en el cálculo del plato que se posa, la copa que no cuento. En la geometría de la mesa siempre hay una silla vacía que ocupamos con ese aire demorado con el que nos sentamos cuando todo está servido, cuando la cocina se agota de trabajos, el pan ya está cortado y el vino abierto. La falta de costumbre que hace que haya más en la cazuela, la cuenta que no sale, lo que sobra de la mesa.
Acaban las comidas con música de cubiertos y cristal que choca. Y ella nos repite que no pongamos las copas, que se rompen, y que guardemos la fuente de la abuela porque no tenemos cuidado ni con la memoria, ni con la porcelana. Es el rastro de migas del final de fiesta, el desfile del dulce ante quien ya no tiene hambre ni ganas, y solo espera a que todos se marchen para irse a la cama sordo de tanto ruido, harto de tanta charla.
Llevamos de una casa a otra la bolsa llena, los restos que se comerán mañana, el cristal vacío que choca recordando el brindis que salpica de alegría. Las manos que recogen, las manos que amontonan se entregan a la causa deseando borrar lo que se dijo o decir lo que pensamos. Es el agua y el jabón en el que sumergimos los anillos heredados, las uñas pintadas, el cuidado con el que tratamos lo que no es nuestro. Y nos remangamos, nos peleamos, echamos de la cocina a quien molesta mientras la dueña de los dones nos mira perpleja y agotada, quita, deja, yo lo hago, aparta, salte, la cafetera, el azúcar, vámonos, los niños, los abrigos, quién se lleva…
La casa, cuando todos se van, respira quieta, desacostumbrada. Es un silencio extraño que se estira, se despereza, se sacude los ecos, las ausencias, los trabajos, las prisas, las apreturas. Y las sillas vuelven a su quietud en las esquinas, los manteles a su doblez de cajón, secos los cubiertos, enjuagada la lágrima de las copas… es el momento de recordar otra vez a los que faltan, y faltan en el silencio de los que se marchan, un hueco que nada llena, un ángulo que no basta.
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.
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