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Pregón de Navidad a cargo de Miguel Ángel González en Alba de Tormes
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ALBA DE TORMES

Pregón de Navidad a cargo de Miguel Ángel González en Alba de Tormes

Actualizado 24/12/2022 10:47

Texto íntegro del pregón de Navidad pronunciado por el prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes y Salamanca en la iglesia de la Anunciación

Ya que era llegado el tiempo / en que de nacer había, / así como desposado / de su tálamo salía / abrazado con su esposa, / que en sus brazos la traía, / al cual la graciosa Madre / en un pesebre ponía, / entre unos animales / que a la sazón allí había.

Los hombres decían cantares, / los ángeles melodía, / festejando el desposorio / que entre tales dos había. / Pero Dios en el pesebre / allí lloraba y gemía, / que eran joyas que la esposa / al desposorio traía.

Y la Madre estaba en pasmo / de que tal trueque veía: / el llanto del hombre en Dios, / y en el hombre la alegría, / lo cual del uno y del otro / tan ajeno ser solía.

Romance de San Juan de la Cruz que nos ayuda a pregonar la buena noticia de la Navidad, un acontecimiento histórico que recuerda la Encarnación del Hijo de Dios. Y, en recuerdo de aquel acontecimiento y siguiendo una antigua tradición medieval, ponemos los belenes en nuestras casas y en diferentes lugares. De esta rica tradición se han alimentado nuestros grandes místicos castellanos, que vivieron también en Alba de Tormes, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y nos animan a vivir en familia esta hermosa costumbre.

Además, esta tierra ha honrado a Santa Teresa declarándola -la primera mujer en la historia de la Iglesia- doctora honoris causa por la Universidad salmantina en el tiempo de Don Miguel de Unamuno, en 1922, además estamos aun celebrando el gran acontecimiento de la canonización de la santa en 1622 y viviendo el júbilo teresiano que se nos regala.

El Santo Juan de la Cruz honró con su presencia esta fundación teresiana albense. Este recuerdo perdura todavía aquí, dónde guardamos la presencia viva de estos ilustres personajes. Aquí conservamos el sepulcro de la Santa, siendo esta fundación teresiana, por este hecho, privilegiada.

Es frecuente entre nosotros, desearnos felicidad en este tiempo de Navidad con un beso. Teniendo en cuenta que Santa Teresa afirma que “el beso es señal de paz y amistad grande entre dos personas”, es buen momento para meditar en lo que dice también la Santa y considerar que la Encarnación de Dios que celebramos en la Navidad es el beso de Dios a la humanidad, a cada uno de nosotros.

Santa Teresa de Jesús vivió la Navidad con alegría, componiendo villancicos y acompañando el canto con instrumentos musicales. Y, a ejemplo suyo, los conventos fundados por ella -entre otros el de Alba de Tormes-, la celebran como el regalo de Dios al mundo por medio de Jesucristo. Y este espíritu navideño se sigue viviendo hoy en las casas de Teresa y Juan, como lo prueban las fiestas y regocijos en torno a las innumerables imágenes del Niño Jesús que en ellas se guardan.

Un villancico de los que santa Teresa de Jesús escribe suena así:

“¡Ah, pastores que veláis

por guardar vuestro rebaño!

Mirad que os nace un Cordero,

Hijo de Dios soberano”.

Los que vivimos en Alba de Tormes hemos de vivir el misterio de la Navidad según el más puro estilo de los santos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Acompasando los sentimientos del propio corazón al ritmo de la rica liturgia que, en el tiempo de Navidad resplandece por su belleza de modo especial.

Doña María de paz, hija espiritual de San Juan de la Cruz nos cuenta cómo averiguaba ella el tiempo litúrgico de la Iglesia, afirmando: “Notaba en el Padre Fray Juan de la Cruz que su rostro se acomodaba con las fiestas, persuadiéndose esta testigo de que según eran las fiestas y tiempo, así traía el afecto en Dios; si era tiempo de Navidad mostraba como ternura y así en las demás fiestas”.

Debemos imaginar a los santos místicos del Carmelo Teresa de Jesús y Juan de la Cruz con el rostro enamorado de Dios en la Navidad, en medio del silencio de la noche cuando el salvador del mundo viene a la tierra como el rocío sobre el vellón.

Debemos pensar en San Juan de la Cruz con el rostro enamorado del Dios que nos ama; con el corazón lleno de ternura para contemplar su hermosura. Pensemos en esa comparación de la que se sirve San Juan de la Cruz para decirnos cómo la gracia de Dios cría al alma: “Al modo que la morosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce de cría y en sus brazos le trae y regala”. (1N.1,2)

San Juan de la Cruz, desde niño, preparaba villancicos para cantar en la noche de la Navidad. Después, escribe versos llenos de sencillez y de profundidad espiritual, bíblica y dogmática.

Durante el tiempo del adviento San Juan de la Cruz sabía prepararse por medio de la oración constante, en la contemplación de la felicidad del Verbo de Dios en el seno de la Trinidad, mostrando al Señor agradecimiento verdadero por sentirse elegido por Dios padre en su hijo Jesucristo desde toda la eternidad.

En la oración contemplativa del adviento, siendo inminente ya la Navidad, San Juan de la Cruz meditaba la belleza de Dios Padre que quiere dar a su hijo Jesucristo una esposa que le ame. Esa esposa es la iglesia y también cada bautizado, tú y yo.

En la meditación de los romances sobre la encarnación del verbo salidos de la pluma de San Juan de la Cruz podemos contemplar el plan de salvación de Dios. En esa fuente de sabiduría que es la oración contemplativa comprende cómo el Padre lo ha creado todo por amor. En la oración del adviento contempla cómo el antiguo testamento es un largo tiempo de adviento a la espera de la llegada del Mesías esperado.

Sirven aquí de ayuda las palabras de Santa Teresa del Niño Jesús cuando afirma: “No he podido encontrar ninguna criatura capaz de amarme así, y sin jamás morir; que todo un Dios se vista de mi naturaleza, que se haga hermano mío y que pueda sufrir”.

Podemos acudir también en el misterio de la Navidad a las palabras de otra Santa del Carmelo Descalzo, Santa Maravillas de Jesús afirmando en la contemplación de este misterio: “Se queda uno embobado mirando este dios que desatina”.

Nos invitan los santos de la tradición del Carmelo a contemplar el misterio de la Navidad en el silencio del amor callado que es el lenguaje que Dios habla y entiende. En el tiempo del adviento y en la Navidad recorremos la historia de las bondades de Dios con nosotros y celebramos por ello estas fiestas con la alegría típica del cristiano. Alegría que brota de lo más profundo y se derrama por doquier.

Recordemos algunos ejemplos de las tradiciones del Carmelo en la Navidad:

El hermano cocinero del convento de Baeza, en tiempo de San Juan de la Cruz afirma lo siguiente: “Una noche del Santo nacimiento, estando por rector del colegio de esta ciudad el dicho Santo padre fray Juan hizo que dos religiosos representasen uno a nuestra señora y el otro al señor San José y que anduviesen por un claustro pequeño que habían dicho convento buscando posada.... De esta manera celebrar con las fiestas y el pueblo quedaba edificado y de voto”. (Testimonio del Hermano Juan de santa Eufemia)

Se nos recuerda así como fray Juan de la Cruz enseña a preparar una digna posada en lo íntimo de nuestros corazones para el Dios que llega. Dicen los testigos que las palabras de San Juan de la Cruz enternecían los corazones de quienes le escuchaban y quedaba estampado en sus almas este misterio de la Navidad y un amor grande de Dios.

Esta costumbre Santa, tan familiar en el Carmelo Descalzo sirve para hacer más viva la presencia del Salvador que se acerca. San Juan de la Cruz compuso una letrilla que los frailes iban cantando procesionalmente. También él, como la Madre Teresa, compuso versos llenos del misterio de la Navidad, entre los cuales podemos recordar el siguiente villancico:

“Del verbo divino,

la virgen preñada,

viene de camino,

si le das posada”.

San Juan de la Cruz lleno de amor, tomó una imagen del Niño Jesús en sus brazos y comenzó a lanzar con ella mientras cantaba:

“Mi dulce y tierno Jesús:

si amores me han de matar,

ahora tienen lugar”.

La ternura que él vivía en su corazón, la manifestaba en sus palabras en el trato afable que estos días tenía con todos, mostrándola incluso de manera original, tomando en sus brazos la imagen del Niño Jesús danzando al mismo tiempo al ritmo del canto compuesto por él. Fe, ternura y poesía abundan en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa de Jesús, en su vida y en sus escritos. Concluyamos con el villancico teresiano en la fiesta de los Reyes, dónde Teresa de Jesús nos invita a ir con ellos a Belén:

Pues que la estrella

es ya llegada,

vaya con los Reyes

la mi manada.

Vamos todos juntos

a ver al Mesías,

que vemos cumplidas

ya las profecías.

Pues en nuestros días

es ya llegada,

vaya con los Reyes

la mi manada.

Llevémosle dones

de grande valor,

pues vienen los Reyes

con tan gran hervor.

Alégrese hoy

nuestra gran zagala:

Vaya con los Reyes,

la mi manada.

Las jornadas navideñas en nuestro tiempo deben ser manifestación exterior de los sentimientos más nobles del corazón, porque celebramos cómo el Dios grande, misterioso y excelso se hace sencillo, se acerca a nosotros para engrandecer nuestra pequeñez. En estos días de Navidad, entremos en los Carmelos de Teresa y de Juan y, también de nuestro propio corazón, para expresar sentimientos de ternura a todos nuestros familiares, amigos y conocidos.

Con estos sentimientos de elevación espiritual se vive en el Carmelo y ha de vivir cada cristiano el misterio de la Navidad. Después de haberse preparado a la celebración del misterio de la Navidad con espíritu de llama.

¿Cómo vivir el júbilo de la Navidad en este Año Jubilar?

Santa Teresa de Jesús en la Navidad «hacía muchos regocijos». Ana de San Bartolomé afirma que «hacía muchos regocijos y componía algunas letras en cantarcillos y nos los hacía hacer y solemnizar con alegría».

Ofrecemos algunas claves que pueden servir para avivar el “júbilo de Dios grande en lo íntimo del alma”, para cantar un “cantar siempre nuevo envuelto en alegría y amor”, en palabras de san Juan de la Cruz. Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Este es el hecho histórico que celebramos en Navidad. ¿Qué hemos hecho de este acontecimiento?.

A nuestro alrededor vemos luces, champán, turrón, y algunos, Misa del Gallo. Si miramos dentro de nosotros mismos, es mucho más que esto, porque la Navidad nos cambia la vida, nos hace diferentes, miramos con otros ojos a los

demás y recuperamos signos de ternura que no tenemos otros días del año. ¿Qué celebramos?

La Navidad es el nacimiento de Jesucristo y el nuestro.

Si tienes amigos, búscalos, la Navidad es encuentro. La amistad, como tesoro del hombre, debe renacer cada vez más renovada y fuerte, buscando espacios de encuentro y fortaleza. La Navidad nos ayuda a valorar el tesoro que es un amigo y la alegría que produce su encuentro.

Si tienes, enemigos, reconcíliate, la Navidad es paz. No se puede vivir la Navidad si nuestro corazón nota el vacío de personas que señalamos como enemigos, nos faltaría la paz, la Navidad nos debe llevar a la reconciliación, al perdón, y nuestro corazón no notara ningún vacío.

Si hay pobres a tu lado, ayúdalos, la Navidad es compartir. Mira desde tu corazón, donde haya alguien que sufra necesidad, ayúdale para que no mire la vida con desesperación y sienta que no está solo. Navidad te enseñará que la ayuda al prójimo es compartir nuestros bienes materiales, y la mejor ayuda, poner tu vida a su disposición para eliminar su soledad.

Si tienes soberbia, sepúltala, la Navidad es humildad. El orgullo te lleva a creerte más que lo que eres, acércate al portal de Belén y encontrarás a Dios hecho la criatura más débil, un niño. Entierra tu orgullo y andarás en la verdad.

Si eres injusto, la Navidad es justicia. El injusto, por su poder, ve al prójimo como alguien de quien se puede aprovechar. La Navidad te enseña a mirar a los demás como hermanos.

Si tienes tinieblas, la Navidad es luz. Tinieblas, oscuridades, noches, ¡cuánto de esto sabemos todos!. Fuera miedos y cobardías, una luz eterna ha nacido para nosotros.

Si tienes tristeza, reaviva tu alegría, la Navidad es gozo. Nadie os puede quitar vuestra alegría, lo dijo quien nació en Belén. Anímate a vivir alegre, y a sembrar alegría a tu alrededor.

Si tienes errores, corrígelos, la Navidad es verdad. No dejes que entre en tu vida la mentira, si entra el error, corrígelo, la Navidad nos ha traído la Verdad, verdad como personas, verdad en nuestros mensajes, verdad en nuestro vivir.

Si tienes odio, transfórmalo, la Navidad es amor. El odio mata la existencia del hombre, sólo conduce a la muerte, arrójalo lejos de ti. La Navidad ha traído el amor, el amor alimenta la vida y esta vida es eterna.

La Navidad de Jesucristo ha traído nuestro nacimiento a la paz, a la amistad, a la humildad, al don, a la justicia, al gozo, a la luz y, especialmente, al amor, que conlleva delicadeza, comprensión, compasión.

Esta es nuestra Navidad en el Año Jubilar teresiano

Para afianzarnos en el “júbilo de Dios grande” debemos ejercitar la austeridad que nos enseña a quitarnos tantas cosas que nos sobran; ante las dificultades y problemas, debemos adquirir la fortaleza para saber vivir.

Si en esta Navidad nos comprometemos a vivir así, podemos cantar villancicos. Jesucristo nació en Belén y estamos alegres, y esta alegría la hacemos nuestr porque nosotros, también, hemos nacido.

Las jornadas navideñas deben ser manifestación exterior de los sentimientos más nobles del corazón, porque celebramos cómo Dios se hace sencillo, se acerca a nosotros para engrandecer nuestra pequeñez. En esta Navidad, renazcamos a una vida nueva.

¡FELIZ NAVIDAD!