La compleja vida de nuestro excepcional escritor Miguel de Cervantes, en la que aún me encuentro inmerso, por mi último libro y por alguna conferencia, me ha empujado a reflexionar sobre los últimos años de su vida y el tema de la fama y el reconocimiento relativo que tuvo después de la publicación de El Quijote y otros libros.
En realidad ( he llegado a la conclusión) Cervantes gozó de una cierta fama, pero apenas tuvo reconocimiento al valor de su obra. Lo explico: Con la publicación de El Ingenioso Hidalgo, en Inglaterra y con la salida de las Novelas Ejemplares en Francia nació su fama de gran escritor. Ambos países, señalando los ingleses sobre todo las virtudes de El Quijote y los franceses la calidad literaria y humana de sus Novelas Ejemplares pusieron una sólida semilla para la fama. Pero, mientras tanto, ¿qué ocurría en España con su obra? Resumiendo la respuesta diríamos que se inició en nuestro país una cierta fama de escritor cómico, por la gran comicidad de sus dos personajes Don Quijote y Sancho, pero como escritor apenas se sintió reconocido. Fama y reconocimiento son dos conceptos no idénticos y Cervantes lo vivió en sus carnes: para un escritor ser reconocido es ser aceptado por su sociedad que expresa explícitamente las cualidades de buen o excelente escritor (como era su caso). Mientras El Quijote se estaba ya traduciendo a numerosos idiomas, europeos y de otros continentes, en España la imagen de Cervantes, en los españoles era la de un “escritor cómico”, que equivalía a decir, un escritor de “segunda fila”. Por eso él, tan poco dado a hablar de sí mismo y a quejarse públicamente, narra y escribe, con la intención de quejarse, la anécdota en la que un estudiante le reconoce como al “cómico de las musas” y él le responde protestando que él no es ningún bufón al servicio de nadie, sino un famoso escritor al que conocen ya más allá de nuestras fronteras.
Sus contemporáneos españoles no le reconocieron en su alto y original nivel literario; y seguramente eso le dolió más que el hecho de que las ventas de sus libros El Quijote y las Novelas Ejemplares nunca le sacaron de pobre.
El fenómeno de la fama es un hecho muy irracional, lo ha sido y lo sigue siendo; cuando no está apoyado en un reconocimiento racional a un buen o excelente trabajo, puede desaparecer y venirse abajo con la misma rapidez que aparece. Todos sabemos muchos nombres de personas famosas, que dejaron de serlo de un día para otro.
Los fenómenos de masas son siempre así, volátiles, inconsistentes, no solo con los artistas, sino con líderes políticos y con otras figuras de realizaciones poco sólidas.
Finalizo estas líneas señalando mi humilde experiencia de escritor nada excepcional, pero constante y con un estilo y tipo de escritos muy definidos en torno a las biografías. De los veinte largos años que llevo escribiendo y publicando, la primera etapa la pasé en Madrid, del 2000 al 2010 aproximadamente. Los otros diez, hasta la actualidad, resido en Salamanca. Pues bien, con humor puedo decir que durante mi primera etapa, mi primera editorial REAL MUSICAL me trató tan bien y me mimó tanto que, sin que ella se lo propusiera y yo menos, comenzó a crecer una pequeña semilla de fama en mi labor escritora, que menos mal que se diluyó en cuanto cambié de ambiente y ciudad. Paradójicamente, en mi segunda etapa, en Salamanca, no solo no ha habido el menor atisbo de “fama” ( lo cual me alegra enormemente) pero ni siquiera ha habido apenas un reconocimiento “normal” a mi escritura. Seguramente estos no son tiempos de leer biografías (ya los tiempos de Ortega y Gasset tampoco lo eran, como señaló con su crítico sentido del humor) y yo reconozco no poseer ninguna cualidad comercial, que me ayude en las ingratas funciones que todo escritor debe asumir después de finalizar el libro escrito.
Pero, más allá de los fenómenos colectivos, felizmente siempre hay individualidades valiosas (salmantinas o madrileñas) que acogen con sabiduría el trabajo bien hecho.
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