La casi tradición de que unos días antes de Navidad se disparan los precios, este año es más llamativa por la inflación que se viene dando en las últimas semanas, llueve sobre mojado. El incremento de precios al consumo (IPC) se ha frenado, hasta el 6,8% interanual, una de las tasas más bajas de Europa, pero los alimentos siguen por las nubes.
En los inicios de la escalada de los precios hubo causas conocidas: el incremento desmesurado de los costes de las energías y la guerra en Urania. Aquellas causas medio se controlaron, pero los precios de los alimentos siguen disparándose. Nos recuerda a la llegada del Euro y el inicio de su circulación por España, a principios del 2002, en que hubo una subida generalizada de los precios, con un salto significativo difícil de justificar y que vino para quedarse.
Ojalá que no sea así, porque la subida de los salarios no se ha producido de la misma manera, con lo cual, el incremento de la carestía de la vida es manifiesto. Esperemos que tal incremento de los precios no llegue a provocar una crisis alimentaria. No debemos olvidar, que todas las revoluciones fueron precedidas de una crisis alimentaria, por escasez de alimentos o por dificultades para acceder a los mismos.
También en España, nuestro Motín de Esquilache, en marzo de 1776, tuvo como causas principales la carestía de la vida, el hambre, la xenofobia y los alquileres altos ¿les suena esto de algo? Aquello fue una revuelta social, con reivindicaciones económicas y políticas, aunque no se llegó a manifestar ningún sentimiento popular contra el poder real de Carlos III, ni contra los privilegios de la nobleza o del clero.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en España la inflación alcanzó en el mes de julio el pico de 10,8%. Una escalada que fue generalizada en todo el mundo con un incremento de 5,5%, aunque con distinto porcentaje según qué país. Desde allí comenzó a retroceder, gracias a la bajada del precio de la electricidad en un 22,4 % y ya en el mes de noviembre el descenso ha llegado al precio de los alimentos, aunque no se nota, debido a que solo ha sido una décima con respecto al mes anterior y a que el coste de la cesta de la compra se encareció un 15,3%. Algunos de los productos básicos se han encarecido, en lo que va de año, hasta un 50,2% como es el caso del azúcar, seguido de la mantequilla, las harinas y los cereales que han incrementado su precio en torno al 37%; el aceite, la leche y los huevos, cuyos precios han subido sobre un 30%.
Afortunadamente, parece que empieza a haber un cambio de tendencia hacia la estabilización o la bajada. El IPC de los alimentos se modera por primera vez en trece meses, aunque los precios se mantienen disparados desde octubre de 2021. El Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado nuevas previsiones de crecimiento e inflación para la zona euro. Prevé que la inflación de 2022 cierre en el 8,4%, para disminuir al 6,3% en el 2023. Pero que podría llegar, en este último caso, al 7,4% si se recrudeciera un escenario adverso por la prolongación de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Con estos precios, las familias han de afrontar un gasto adicional en alimentación de 830 euros anuales, según estima la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). El Gobierno hará bien tomando medidas para abaratar el precio de los alimentos en general y, especialmente, para las rentas más bajas, que están sufriendo un recorte importante en su poder adquisitivo. Un informe del Banco Central Europeo (BCE) afirma que la diferencia efectiva de la tasa de inflación entre los hogares de rentas más altas y más bajas de la eurozona es de 1,9 puntos porcentuales, las más amplia desde 2008. Habrá que tener en singular consideración a las familias más vulnerables y aquellas que tengan niños a su cargo.
Para la ciudadanía es difícil entender tal escalada de los precios. Parece que alguien, o muchos, pretenden hacer el agosto con la excusa de la inflación y han inflado los precios exageradamente. Haciendo realidad el dicho de: a rio revuelto, ganancia de pescadores. Puede que el sistema alimentario se encuentre deteriorado o roto. Todo parece indicar que lo que estamos viviendo no es tanto una crisis de acceso a los alimentos, como una crisis del sistema alimentario. Persiste un modelo ancestral en el reparto de los medios y los resultados de la producción, conectado con unos cuantos operadores comerciales y financieros, con práctica insostenibles de producción, concentración, distribución y consumo.
En la actualidad, la ganancia extra se la quedan los supermercados, principalmente. A los agricultores y los ganaderos con frecuencia no les llega ni el coste de la producción. Por tanto, no se suele cumplir la ley de la Cadena Alimentaria en aquello que dice de no vender por debajo del coste y que se tenga un margen de beneficio razonable.
En el 2020 solo Estados Unidos produjo el doble de cereal que los 54 países africanos juntos. Un modelo que condena a la incertidumbre de una buena parte de la sociedad. Por eso, es bueno que la agenda de la seguridad alimentaria en el siglo XXI esté íntimamente ligada a la agenda de la lucha contra la emergencia climática y la de un esfuerzo de redistribución de los recursos productivos, su localización y su distribución. La inflación es como un caballo de Troya, lo devora todo.
Les dejo con los Tigres del Norte y La Inflación:
https://www.youtube.com/watch?v=HW5IkPgJ-xY
© Francisco Aguadero Fernández, 16 de diciembre de 2022
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