En estos días en que la oscuridad apenas concede horas al Sol para que se asome a brindarnos su cálida caricia, se percibe el aroma a Navidad y el último capítulo de un año que se nos escapa entre los dedos.
Los tenues rayos del Sol en unos días que se adivinan especialmente cortos, frente a la amplitud de las eternas noches de diciembre, nos hacen presagiar que este año 2022 llega ya a su última estación. Son estos días, en los que la oscuridad apenas concede horas al Sol para que se asome a brindarnos su cálida caricia, cuando más se percibe el aroma a Navidad, y el último capítulo de un año que se nos escapa entre los dedos.
Y es que las luces que destellan en nuestras ciudades y pueblos bajo motivos navideños ya nos anuncian la llegada de las fechas más familiares del año, aquellas de compartir mesa y mantel frente a una copiosa cena en familia, frecuentemente sacada adelante gracias al enorme esfuerzo casi exclusivo de las madres, esas eternas luchadoras cuyo sacrificio nunca valoraremos lo suficiente.
Son fechas en las que nuestra imaginación se permite volar entre las figuras que pueblan nuestros belenes, dejándose llevar por esa estrella fugaz que nos incita a la esperanza, a seguir avanzando en el camino de la vida, e intentar disfrutarla, dando valor a todo lo bueno que tenemos, minimizando lo malo.
Y es que la Navidad ya está aquí, envuelta en turrón y mazapanes, pero también con el regreso maleta en mano de los hijos de esta tierra que se fueron buscando un futuro mejor, que en estas fechas retornan a sus raíces, a su núcleo familiar. Las casas salmantinas se llenan en estos días de sonrisas al volver a ver a quienes nos faltan en el día a día, impregnándose de felicidad nuestros hogares ante estos reencuentros.
Pero también es tiempo de recordar a quienes ya no nos pueden acompañar a la mesa, a quienes aún ausentes en ella, permanecen en nuestros recuerdos y siguen formando parte de nuestras familias con sus almas protegiéndonos ante la tempestad del día a día.
Con la llegada de la Navidad y la cercanía del final de año, se percibe también la esperanza de que el 2023 venga cargado de buenos momentos y nos traiga la suerte de cara.
Así, en Nochevieja nos tomaremos las uvas con el anhelo de que el nuevo año sortee las tragedias y tengamos un 2023 marcado por lo bueno. Es el deseo que todos los años atesoramos, sin la certeza de qué nos deparará el futuro, ante una vida que unas veces nos concede y otras nos atiza. Confiemos en que, en este caso, la balanza se incline claramente por lo bueno, aunque deberemos poner también de nuestra parte para que así sea.
¡Feliz Navidad y próspero 2023!
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