En nuestra sociedad de consumo, hemos convertido la sexualidad en un producto más de consumo.
Durante siglos, los poderes dominantes consideraron que la sexualidad y las relaciones amorosas tenían que estar fuertemente reguladas por leyes y una moral sexual muy represiva.
A lo largo del siglo XX, en occidente, las democracias liberales con economía de mercado dejaron de depender de la moral religiosa y creyeron descubrir que las libertades sexuales no solo (a) no entrañaban ningún peligro para el sistema económico, sino que (b) se abría un nuevo campo que permite ofertar infinitos productos sexuales de todo tipo.
La lista de productos asociados a la actividad sexual es casi infinita en el mercado de la compra-venta de la actividad sexual, seducción, la figura corporal y la forma de vestir, , las formas de ocio, la salud sexual, el placer sexual, las cirugías, los juguetes sexuales, etc.
La motivación sexual es tan poderosa que manipulándola y haciendo ofertas atractivas se ha convertido en una mina.
Como ocurre con otros aspectos positivos de la economía de mercado, muchos de estos productos son útiles y beneficiosos. La libertad de mercado y la libertad sexual son un gran logro. No queremos volver atrás.
Pero es propio del mercado cometer excesos. Antes casi solo existía el “exceso” de la prostitución”; hoy lo desbordan casi todo.
La sexualidad se ha convertido en un mediador casi universal del consumo en general, a través de la publicidad para conseguir audiencias en los medios de comunicación, no pocos productos culturales ( viniendo a cuento por el argumento o solo como reclamo) y buena parte de todo lo que se vende ¿Es mejor un coche porque una mujer baja de él mostrando generosamente sus piernas? ¿Qué compramos el coche o la mujer?
Las actividades sexuales y las relaciones sexuales se consideran una necesidad como el comer, un obligación, como una más de las tantas que la sociedad de consumo ha conseguido implantar.
Entre la represión del pasado y la obligación actual está la libertad. Y, ya lo sabe, la libertad también la tiene el otro o la otra. No sea narcisista social o sexual.
¿Vamos hacia una sociedad de individualistas y “narcisistas sexuales” que se sienten obligados y obligan a tener conductas sexuales? Hasta un grupo de guardias civiles querían rifar como premio un acto de prostitución estos días ¡Vivir para ver a los antiguos servidores para la represión sexual también! Ya sé que ha sido una minoría, pero es todo un símbolo. Claro que ya se le había ocurrido antes a varios grupos universitarios. ¡Vaya, ahora corren unos tras otros por otros objetivos!
¿Quién es un narcisista sexual?
Es un tipo o patrón de personalidad, una manera de verse, interpretarse, pensar y relacionarse: (a) egocéntrica -lo importante es mi placer, no el de los demás-, (b) que se cree en derecho de que cuiden, acaricien, satisfagan sus deseos, (c) tiende a explotar sexualmente a los demás, (d), no es empático, no se pone en el lugar del otro ni comparte sus emociones, (e) tiene necesidad de ser admirado por sum poder sexual, (f) quiere ser cuidado, pero no cuidar; amado, pero no amar y ( g) el otro u otra es un objeto, no una persona.
¿En el mercado de la seducción todo se vende y todo se compra? Claro; y con internet es más fácil la compra y la devolución.
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