Aunque muy lentamente, para la gravedad del asunto, parece que se va creando conciencia climática en la población. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha hecho una nueva encuesta sobre tendencias sociales que, entre otras muchas cuestiones, pregunta “¿Cuáles cree usted que serán los tres principales problemas del mundo dentro de diez años?”. Llama la atención que, en las respuestas, no aparezcan en primera instancia ni las guerras ni el paro, sino “el hambre, la falta de alimentos, la escasez y el desabastecimiento”, en línea con “el cambio climático, el calentamiento global”. En tercer lugar, aparece “la pobreza, las desigualdades y problemas sociales”. Las guerras y “el paro, la falta de trabajo, la precarización, la mecanización” ocupan la cuarta y la quinta posición, respectivamente.
El calentamiento global, el cambio climático y sus consecuencias más dramáticas y generalizadas, como puede ser el hambre, originada por la falta o escasez de alimentos, suponen el mayor quebradero de cabeza del mundo. Son los principales problemas en 10 años, según creencias de los españoles, quienes consideran (el 62,3% de los encuestados) que el deterioro del medio ambiente será mayor. A estos retos tendrá que enfrentarse la humanidad en la próxima década y más allá. El estudio del CIS pone de manifiesto la máxima preocupación, de una buena parte de la sociedad, por el cambio climático.
Es de celebrar que, por fin, la sociedad en general y el ciudadano en particular, vayamos tomando conciencia de lo que supone el cambio climático y sus consecuencias para la humanidad. Porque solo así, con la presión social, los dirigentes, instituciones y empresas, podrán superar sus visiones y posiciones puramente economicista ante la necesaria transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP27, celebrada recientemente en Sharm el Sheikh (Egipto), entre el 6 y el 18 de noviembre de 2022, no ha estado a la altura de esa conciencia social. No ha habido retroceso en las medidas para luchar contra el cambio climático, pero tampoco avances significativos, más allá de un acuerdo para proporcionar financiación, por "pérdidas y daños", a los países vulnerables más afectados por los desastres climáticos. Si bien, hay que reconocer, que esta Cumbre ha sido más social que las anteriores, al tomar en consideración y abrir el camino para compensar a aquellas comunidades que el cambio climático le está afectando más a sus vidas y medios de subsistencia. Sin duda, un hecho histórico
Aunque estuvo a punto de naufragar, se reafirmó el compromiso de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Se estableció un “comité de transición” para poner en marcha los nuevos acuerdos de financiación, hacer las oportunas recomendaciones y canalizar las aportaciones técnicas, para ayudar a los países en desarrollo. Las nuevas promesas de contribución para el Fondo de Adaptación ascienden a más de 230 millones de dólares.
La próxima COP28, en el 2023, servirá de base para la primera Evaluación Global y mejorar la resiliencia entre los países más vulnerables al clima. Sería bueno que, en esa Evaluación, el componente social tuviera un lugar predominante. Se calcula que la transformación mundial hacia un nuevo modelo de desarrollo y economía baja en emisiones de carbono requerirá, al menos, unas inversiones de 4 a 6 billones de dólares al año. Cifra difícil de alcanzar cuando el compromiso de los países desarrollados de movilizar 100 000 millones de dólares para el pasado año 2020 aún no ha sido cumplido. Habrá que establecer nuevos objetivos y compromisos, dotados de financiación, recursos y herramientas que permitan llevar a cabo acciones eficaces a gran escala, para superar los retos climáticos que tiene la humanidad.
A grandes retos, grandes movilizaciones. Esta Cumbre del Clima, la COP27, reunió a más de 45 000 participantes. Líderes mundiales, instituciones, empresas, sociedad civil, ciudades, comunidades locales, pueblos indígenas, jóvenes y niños que pusieron de manifiesto cómo el cambio climático les está afectando a sus vidas.
En el marco de la COP de 2022 se ha podido constatar que, a pesar del complicado contexto geopolítico, la transición energética está avanzando. Hay claros indicios de que se están abandonando los combustibles fósiles. Cada vez hay más políticas, en todos los países, para el cambio hacia las energías renovables. Tenemos tecnologías buenas y suficientes, la financiación, la voluntad de la sociedad y especialmente de los jóvenes, consecuentemente, el cambio hacia una economía y un modelo de desarrollo sostenible, basado en las energías renovables, es posible.
¿Dónde están las barreras para el cambio? Por supuesto que es algo muy complicado y necesita de una transición larga y profunda. Pero, más allá de ello, se constata que las principales barreras están en la resistencia al cambio, por parte de determinados sectores, entidades y agentes económicos. Se trata de una transformación revolucionaria que, como no podía ser de otra forma, pone de manifiesto la competencia entre bloques económicos. Hay entidades y empresas que están a favor y otras que ponen palos en las ruedas, depende de sus respectivos intereses económicos. El lobby de las empresas energéticas que sustentan el modelo económico basado en las energías fósiles, intenta ralentizar todo lo posible la transición y, seguramente por eso, en la COP27 ha logrado sacar del texto de las conclusiones la referencia a la eliminación de las energías procedentes de fósiles. Algo lamentable.
Europa apuesta por unas energías sin emisiones para el 2050. Para España, el cambio de modelo económico hacia energías renovables es muy beneficioso, representa ir del gasto a la inversión. España carece de energías fósiles, ha de importar y pagar el combustible, mientras que es fuerte en energías renovables: territorio apropiado, sol y viento, en cantidad suficiente para convertirse en exportador de las energías limpias del futuro y, por tanto, obtener ingresos por esa vía. Además, la disponibilidad abundante de energías renovables es una ventaja competitiva respecto de otros países. Permite reducir los costes de energía y eso favorece la instalación de industrias, especialmente aquellas que tienen una alta relación con el uso de energías.
La sociedad ha de tener claro que no hay economía sostenible sin un medio ambiente sostenible. Por consiguiente, es preciso hacer que convivan en este planeta, amigablemente, las energías renovables con las personas que lo habitan y con el menor impacto medioambiental, preservando la biodiversidad. Se conseguirá si establecemos alianzas, coaliciones, compartimos ideas y soluciones entre los diferentes sectores, la sociedad y los individuos que la formamos.
Les dejo con Nami Manzo Díaz y su Mamá Tierra ? Macaco
https://www.youtube.com/watch?v=ByKN_VVRawA
© Francisco Aguadero Fernández, 25 de noviembre de 2022
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