Algo hizo que su vida cambiara sin saber por qué.
Quizás fue una mañana en la que, de pronto, su joven corazón saltarín empezó a fatigarse cuando estaba enfrascado en sus juegos de infancia.
Puede que un día, sólo con la emoción de ver llegar a su padre y echar a correr hacia él, notara su pecho oprimido y cansado.
O que la nana de su madre le emocionara tanto, tanto, que le faltara por un segundo el aliento.
Sea como fuere, el motor de su cuerpo fallaba y alguien vio la inminente necesidad de intervenir.
En el quirófano se va colocando el instrumental, bien alineado, con exactitud implacable, milimétrica, cada cosa en su sitio, para que sólo con nombrar un utensilio la mano sabia lo alcance y lo pose con seguridad en otra mano firme, equilibrada, absolutamente centrada en la tarea, no hay resquicio al error.
El pelo y la boca tapados y verdes, las figuras verdes y alagadas, los pies verdes, verdes azulejos. La voz decidida dice: “Empezamos”. Y se inicia la máxima concentración. Todo el cuerpo del niño tapado y verde, sólo abierto un círculo que enmarca su rojo corazón.
Se realiza el trabajo, precisión de relojero. El ritmo lo marca el aparato que registra las gráficas de la operación.
De pronto, una voluntad dirige unas invisibles tenazas, no se sabe desde dónde, no se sabe cómo, tampoco se entiende el por qué, y se corta el suministro de energía, las luces se apagan, las máquinas que ayudan se desconectan. En los ojos, el pánico.
La magia de la previsión enciende las luces de emergencia, y los que velan con pasión por la salud continúan, con afán, su objetivo de salvar esa vida que tienen entre manos, hasta que logran por fin su meta.
No importa dónde. No importa cómo. No importa quién.
En cualquier lugar del mundo. Ante cualquier situación. Haciendo frente a todo tipo de adversidad. La prioridad es siempre la misma: la vida humana.
No sabemos qué será este pequeño cuando crezca. Quizás ponga unos ladrillos sobre otros para crear hogares que se habiten. O cuide plantas que formen frondosos jardines que alegren las almas. ¿Salvará vidas algún día? ¿Pondrá la semilla de aprender en otros niños? Dará conciertos de piano en algún lugar del espacio… Investigará para erradicar el hambre en el mundo…
Lo ignoramos.
De momento, su corazón late feliz. No se oye que suene tic-tac. Se escucha, solamente, Paz-Paz, Paz-Paz, Paz-Paz…
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