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Ayudar a las familias jóvenes
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Ayudar a las familias jóvenes

Actualizado 23/11/2022 07:55
Antonio Matilla

Hay muchos temas de actualidad: la guerra de invasión de Ucrania, las secuelas del cambio climático, la inflación de la cesta de la compra y de los precios en general, la violación y el vil asesinato de la adolescente española Vanesa en el Sur de Francia, el Mundial de Fútbol de Qatar y su compatibilidad con los derechos humanos…

Pero hay un asunto que corre el riesgo de ahogarse a consecuencia de esa catarata de información, un asunto que es difícil, porque va más allá de la actual Legislatura y de las diez anteriores: España es el Gobierno europeo que menos ayuda a las familias.

Por decir esto durante una homilía, en una de mis parroquias anteriores, la autoridad municipal, del PP, en un acto público en el que se encontró con el obispo D. Braulio, le espetó: “vaya un cura rojo que nos ha mandado Vd.”. Don Braulio no respondió porque le entró un ataque de risa y no pudo contener una carcajada. De modo que los Gobiernos del PP no pudieron o no quisieron echar el resto para ayudar a las familias jóvenes y fomentar la natalidad, como sí hicieron países europeos y democráticos de nuestro entorno. Los Gobiernos del PSOE, que han gobernado y gobiernan durante más tiempo que los del PP, no han querido o no han podido echar el resto para ayudar a las familias jóvenes y fomentar la natalidad, como sí han hecho países europeos y democráticos de nuestro entorno.

¿Por qué ni unos ni otros han apoyado a las familias jóvenes y a la natalidad humana? Posiblemente porque estaban empeñados en conseguir grandes logros del tipo “el desarrollo económico” capitalista o el “Estado del Bienestar” socialdemócrata. Una vez conseguidos estos, tiempo habría de ocuparse de las familias o de los nacimientos de nuevos niños. Las ideologías subyacentes a estos proyectos generales de altos vuelos eran elaboradas por Clubs de empresarios, Fundaciones, banqueros e ideólogos a sueldo, o bien por los grandes ideólogos del Comité Central de cada Partido.

Pero los tiempos han cambiado: la Economía se ha hecho más social, sostenible y ecológica; desde un punto de vista ideológico ya no hay dogmas fuertes como los de antes y se han aminorado hacia el nacionalismo, en cada comarca uno, hacia los derechos “humanos” de los animales -el animalismo-, el cambio climático, el indigenismo iconoclasta, la muerte digna, el aborto como un derecho –la “interrupción” voluntaria del embarazo es un eufemismo- y, en general, un sentimentalismo compatible con las ideologías woke provenientes de ciertas Universidades norteamericanas que, apoyadas en las redes sociales -¡Lástima de Twitter, en grave peligro de extinción! ¿Y qué pasa con Meta? ¿Estamos ante el desinfle de “la Burbuja Digital”?

Y lo mismo pasa con “la Espiritualidad”: Dios está callado, todas las religiones son iguales -más bien malas-, el Anglicanismo está diluyéndose, el Cristianismo occidental cada vez se aleja más del Misterio. Jesucristo es un profeta o un revolucionario o un ingenuo, todo lo más un gran hombre, pero no es Dios ni el Hijo de Dios -¿Qué herejía, diría un yihadista convencido!. El Espíritu ya no es el Motor de la Historia, sino mi fondo de almario y el elenco de mis deseos, pero no del Deseo constatado por el gran filósofo Spinoza, sino mi gusto personal. Ya no es posible conocer la Verdad, tal es la catarata de información verdadera y noticias falsas –fake news- que nos inunda, con graves dificultades para discernir entre churras y merinas, pues tanto da, porque todas son ovejas, que diga “informaciones”. El Bien tiene tantas aristas como puntos de vista de cada ser racional (unos ocho mil millones, contando solo los humanos) y ya no es posible encontrar el Deber ni los Valores supremos que puedan orientarnos en nuestro comportamiento.

Pareciera que nuestro mundo espiritual y cultural estaría derrumbándose y convirtiéndose en polvo del desierto –un polvo millonario-, como el fútbol en Qatar. Pero no nos engañemos ni exageremos, que todavía quedan valores firmes: el Estado omnipotente, en su versión capitalista y tecnológica china, o misilística y nuclear en Corea del Norte o cutre, represora, sangrienta y narcotraficante en Cuba y los países “bolivarianos” y postcomunistas de la antigua Iberoamérica, o enredosamente oligárquica en la Federación Rusa.

Es verdad que ya no hay grandes cerebros –ideólogos del Partido- con capacidad para tener todo el Estado en la cabeza, como Manuel Fraga, pero abundan entre los poderosos formas de comportamiento calcadas del pasado: tampoco hay dogmas inamovibles, pero permanecen el orgullo y la soberbia, apoyadas únicamente en el poder de la mayoría, siempre amenazada por las encuestas, y en una propaganda desaforada y omnipresente, que impone la opinión del más fuerte –o del que más Medios controla- y marca las formas de comportamiento de obligado cumplimiento mediante una ingeniería social muy estructurada que tiene capacidad de cancelar a todo el que se oponga (antes se les mandaba a la prisión perpetua, al campo de reeducación o de concentración, al paredón o a la guillotina; ahora basta con hacerle el vacío social, cultural, académico, económico y de sus derechos ciudadanos, señalándole como hereje anticuado, con su sambenito digital inquisitorial bien visible para los usuarios de las redes…).

¿Y, entonces, qué pasa con los niños y con los proyectos de vida de las parejas estadísticamente normales? La realidad es mostrenca y se impone: si no tenemos suficientes niños tendremos que importarlos (¿MENAS?). Y si una pareja no puede tenerlos por incompatibilidad de horario laboral, o por carecer de un salario digno, a veces ni siquiera de mera subsistencia, correrá el riesgo de acabar justificando esa frustración apoyándose en algunas nuevas ideologías y conceptos, como el heteropatriarcado, la ideología de género o la falsa austeridad salvadora del planeta de quien ha elegido vivir solo, pero con mascota -protegida por la nueva Ley de Bienestar Animal-. Una mascota, por lo general, dura menos que un niño y tiene una adolescencia más corta y menos conflictiva. Según La Vanguardia, el número de perros y gatos supera en España al de menores de 15 años: 15 millones de animales de compañía frente a 6,6 millones de niños menores de 15 años.

Y España sigue siendo uno de los países europeos que menos protegen a la familia y menos fomenta la natalidad. Si no es el que menos. Y mientras, se dedica a proteger y malcriar a cuerpo de rey a perros, gatos y lobos.

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