Lo que sorprende en Ignacio Dávila, un hombre sereno y que trasmite calma, una vez iniciada la conversación, es su entusiasmo, sus ganas de aprender, de comerse el mundo, de hablar todos los idiomas…y por encima de todo de desentrañar hasta el infinito los misterios del soneto y acabar entendiéndolo todo, del soneto y de Góngora… Recién estrenada la presidencia de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, no tiene tiempo para casi nada pero presenta el próximo día 23 en el Palacio de Figueroa (Casino) “Sonetos al clásico modo” y está expectante y un poco nervioso a qué negarlo
- Elegir el título del libro le costó o venía casi dado de antemano
En realidad si me costó, estuve dándole vueltas a distintas posibilidades, como, por ejemplo, "Sonetos como ya nadie escribe". Al final elegí este título que remeda al de "Sonetos al itálico modo", del Marqués de Santillana, el primer introductor del soneto en lengua castellana
-¿Por qué sonetos?
Desde mi punto de vista, un soneto bien escrito es una de las composiciones poéticas más bellas, cuya escucha o lectura, con su ritmo melódico y su rima consonante, así como el sonoro cabalgar de los endecasílabos, que se adaptan armónicamente al español, hacen que el lector se ensimisme y se eleve por encima de la propia materialidad del momento en que lo lee.
-Explíquenos la importancia del soneto
En sonetos se han escrito las páginas probablemente más bellas de la poesía española. En sonetos han escrito las plumas más ilustres del Parnaso español. Baste recordar algunos sonetos como “Miré los muros de la patria mía”, de Quevedo, o “Ir y quedar y con quedar partirse”, de Lope de Vega, o “Mientras por competir con tu cabello”, de Góngora, con su magnífica y decreciente serie final, que constituyen auténticas obras de arte universal.
-Cómo empezó a escribir, porque me imagino que los sonetos no fueron su primer ejercicio literario
Pues en realidad sí, un soneto fue el primer poema que compuse. En un largo viaje en tren probé a componer un soneto que remedara el genial “Un soneto me manda hacer Violante” de Lope de Vega y consigue terminarlo. A partir de ahí, me animé a probar a escribir más sonetos; así fue como empezó. Después fui probando con distintos temas, con resultados diversos.
-Se dice que hay que leer muchos sonetos para hacerlos después, ¿a quién ha leído usted sobre todo?
A los clásicos, en mi opinión, los mejores son los sonetos de los clásicos: Quevedo, Lope y Góngora, incluyendo aquí a Garcilaso, el gran introductor del soneto en español, dejando aparte al marqués de Santillana. Y luego, sonetos concretos de diversos autores, como “En fin, en fin, tras tanto andar muriendo” de Francisco de Aldana, o algunos sonetos de autores de la generación del 27.
-¿Cómo elige los temas, le da muchas vueltas, es un flash o se pone a escribir sobre esto concretamente
Pues pueden llegar de distintos modos. A veces leyendo, un poema u otro tipo de texto, como los que están en el libro, dedicados a los clásicos; a veces en una conferencia, como el dedicado a Santa Teresa. Otras me viene a la cabeza una frase, que muchas veces convierto en endecasílabo y, a partir de ahí, me lanzo a escribir el soneto.
-Y sus maestros en esto de la escritura son
Hay que discernir entre escritura en general y poesía. Yo recuerdo que especialmente me llamaban la atención los libros de texto de Lengua y Literatura Española, que estaban, al menos, supervisados por Lázaro Carreter, donde venían recomendaciones y consejos para escribir correctamente. También, cómo no, venían poemas seleccionados, que constituyeron mi primera ventana a la poesía. Pero los grandes maestros, en poesía, son los clásicos. Y para mí, particularmente, Góngora. De hecho, los primeros sonetos del libro están dedicados a varios de ellos.
-Para usted quién es el mayor representante del soneto en Europa? y en España?
No tengo conocimiento suficiente de la poesía europea para contestar esta pregunta. Podría citar a Petrarca, como el gran introductor, a Dante Alighieri o a Shakespeare, pero me dejaría muchos autores.
En España, es posible que el mejor sonetista sea Quevedo. Son memorables algunos sonetos como los que empiezan con “Miré los muros de la patria mía” o “Es hielo abrasador, es fuego helado”, o “Cerrar podrá mis ojos la postrera”
-Es absolutamente clásico en su escritura y en sus temas, como si tuviera una mano prendida en el siglo XV y no quisiera soltarla, ensaya otros modos clásicos o menos clásicos o siempre vuelve al soneto?
Esto se debe a la admiración que me producen los autores del Siglo de Oro. No obstante, tengo escritos distintos tipos de poemas clásicos: lo más son romances, pero también he escrito silvas, alguna décima, y, por supuesto, verso no rimado, aunque parezca mentira.
- Este “Sonetos al clásico modo” está trabajado hasta la extenuación, ¿es su forma de trabajar? ¿duda mucho, da muchas vueltas, o tiene claro desde el principio por donde quiere ir?
En realidad, cuando me llega la inspiración, la frase, llamada anoto en la página de notas del teléfono, para que no se me olvide. Después empiezo a rumiar el poema, muchas veces por la calle. Otras, sentado delante el ordenador. En no pocas ocasiones me pongo con ellos hasta que los termino. La revisión final queda para más adelante
Cuando decidí reunir una serie de sonetos de los que tenía, tuve que darles entonces muchas vueltas, readaptarlos para que la lectura fuera fluida. La ventaja era que ya tenía el esqueleto general; aún así, me llevó mucho tiempo pulir los sonetos
-¿Qué lugar ocupa la escritura en una profesión tan absorbente como es la medicina?
Pues lo cierto es que la Medicina deja muy poco tiempo a la escritura, e incluso a la lectura de lo que no sean textos médicos. De hecho, desde que acabé la carrera, me cuesta encontrar tiempo para leer; se amontonan en la mesilla de noche los libros. Cuando me puedo dedicar a leer es en verano.
En el caso de la composición poética, la lucha es más encarnizada y, en muchas ocasiones, la Medicina se resiente por la composición, que me lleva a postergar la preparación de una conferencia, por ejemplo, hasta finalizar un poema.
-¿A quién no se cansa nunca de leer? A quién vuelve siempre?
Francamente, a Góngora. La belleza de Las Soledades y de la Fábula de Polifemo y Galatea es un puro goce estético. También el romance Fábula de Píramo y Tisbe, extraordinariamente complejo y que, además, tiene una rima muy poco usual en u-o.
-Hay una larga tradición de médicos escritores o de escritores médicos, en su caso parecen dos profesiones estrictamente separadas…pero a veces se le adivina un poeta constreñido, al que se niega a dejar salir
Lo cierto es que es una excelente observación. A mí me gusta la Medicina, pero me apasiona el hecho de componer poemas, así como el conocimiento de otras lenguas y la traducción. Es posible que, si no hubiese estudiado Medicina, habría estudiado Filología o Traducción.
Ignacio J Dávila González nació en Salamanca, donde se licenció en Medicina. Posteriormente realizó la especialidad de Alergología en Madrid. En la actualidad es catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca, jefe del Servicio de Alergología del Hospital Universitario de Salamanca y, desde hace dos semanas, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.
En el ámbito literario, siempre le atrajo la poesía, en particular la de los autores del Siglo de Oro. La obra “Sonetos al clásico modo”, es su primer libro de poemas publicados y constituye un homenaje y una reivindicación de esta composición. Previamente había contribuido con algún poema al libro “A poema abierto, escribir en tiempos de pandemia” o en un libro homenaje a Santa Teresa. También ha obtenido en varias ocasiones el premio de poesía del Comité de Humanidades de la SEIAC, por poemas relacionados con el ámbito de la Alergología.