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Sordos, las olvidadas lágrimas que besan el campo de Gomecello
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Sordos, las olvidadas lágrimas que besan el campo de Gomecello

Actualizado 19/11/2022 13:24
Carlos Javier Salgado Fuentes

Entre los campos de Gomecello los viejos muros del desaparecido pueblo de Sordos aún se afanan en intentar tocar el cielo, tras haber perdido la batalla de la supervivencia frente al tiempo.

Como un hito que emerge entre los campos de Gomecello, la silueta de los viejos muros del que otrora fuera un pequeño pueblo, Sordos, se asoma junto a la carretera que une Gomecello y Cabezabellosa de la Calzada, queriendo recordarnos que ese paraje hoy abandonado antaño acogió hogares, cuyos frutos se expandieron por otras localidades tras su desaparición como pueblo.

Hoy, los restos de los muros de Sordos son el último vestigio que nos recuerda una parte hoy olvidada de la historia armuñesa, confesándonos desde su tímido silencio que allí se compartieron sonrisas y llantos, alegrías y preocupaciones, amores y desamores, y donde también se derramaron lágrimas en soledad como las que hoy lloran sus viejos muros.

Por otro lado, aunque por su escaso tamaño podría aparentar lo contrario, lo cierto es que Sordos fue un enclave poblado desde hace siglos, recogiendo la documentación más antigua su existencia como localidad en el siglo XIII, siendo uno de los cuatro enclaves del término gomecellano que habrían fijado los reyes de León para establecer poblaciones estables dentro del proceso de repoblación que impulsaron en La Armuña en la Edad Media.

Precisamente entonces fue cuando nacieron la mayor parte de localidades armuñesas, y no fueron ajenas a este proceso repoblador Gomecello o el hoy despoblado de Velasco Muñoz, que tomaron sus nombres precisamente de los encargados de crear directamente localidades en esos enclaves. Tampoco fue ajeno a ese proceso el hoy despoblado de Hortelanos, que ya aparecía en documentación del siglo XIII (recogido entonces como “Ortelanus”).

Sin embargo, no todos aquellos núcleos resistieron al paso del tiempo, y en el término gomecellano apenas la localidad de Gomecello consiguió pervivir hasta la actualidad. Y es que, a lo largo de la Edad Moderna los núcleos de Velasco Muñoz y Hortelanos desaparecieron, siendo hoy casi imperceptible su rastro sobre el terreno, mientras que en el caso de Sordos, que resistió más tiempo, aún podemos observar sus ruinas.

De este modo, pese a perder la batalla de la supervivencia frente al tiempo, hoy los restos de los muros de Sordos aún se afanan en intentar tocar el cielo, en una silueta que recuerda, en cierta manera, a los restos del que fuera el castillo de Lagunas Rubias, en la cercana Aldeanueva de Figueroa, que se vio vencido por el tiempo también, una vez que perdió su utilidad de defensa de la frontera oriental leonesa, y cuyos restos se asoman entre la tierra cual mano que pide auxilio para ser socorrida de su ahogo.

En el caso de Sordos, su abandono no queda tan lejano en el tiempo, pues a mediados del siglo XIX aún contaba con vecinos, recogiéndolo Pascual Madoz en 1849 en el Tomo XIV de su Diccionario geográfico-estadístico de España como una alquería dependiente de Gomecello que contaba con 2 casas habitadas en las que residían 12 habitantes, frente a los 116 habitantes y 30 casas habitadas con que contaba entonces Gomecello.

Sin embargo hoy, más de siglo y medio después de aquella reseña hecha a Sordos por Madoz, cuesta percibir como casas lo que entonces eran hogares llenos de vida, y cuyas ruinas, las olvidadas lágrimas del pueblo de Sordos, besan hoy el campo de Gomecello, recordando a esta localidad la necesidad de seguir resistiendo para guardar nuestra memoria frente al implacable y despiadado paso del tiempo.

Sordos, las olvidadas lágrimas que besan el campo de Gomecello | Imagen 1

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