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8.000 millones
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8.000 millones

Actualizado 18/11/2022 08:40
Manuel Rodríguez Fraile

Ya somos más de 8.000 millones de personas en este nuestro querido planeta. Ayer el pasado día 15 de noviembre, con el nacimiento de un niño en República Dominicana superamos estas mareante cifra.

Al italiano Nicolás Maquiavelo, que como buen renacentista era un gran observado, se le atribuye el siguiente ‘oráculo’: Cuando todas las provincias del mundo estén tan repletas de habitantes que no puedan vivir donde están ni trasladarse a otro sitio, el mundo se purgará a sí mismo. En su tiempo (siglos XV y XVI) la población mundial se estima en entorno a los 1.600 millones de habitante, hoy nos hemos multiplicado por 5.

Son varias las causas que han favorecido el espectacular incremento de los último 150. Una de las más importantes es, sin duda, el incremento en la esperanza de vida que en los últimos 60 años ha pasado de 53 a 73 años de media en el mundo. Vivimos más, 20 años más, principalmente por la puesta en marcha de políticas de salud pública que a través de campañas de vacunación, desarrollo de antibióticos, etc… fruto de la investigación biomédica; las mejoras prácticas higiénico-sanitarias, etc… han logrado reducir la mortalidad materno-infantil, también la mayor calidad de la alimentación, el aumento del nivel de educación, y otras muchas razones, han logrado en conjunto ampliar nuestro horizonte de vida.

La pregunta sería ¿hasta cuándo tendrá este planeta suficientes recursos para sustentar nuestra especie? Pues casi nadie se atreve a aventurar una fecha, pero parece que aún hay margen, claro está, no es únicamente cuestión de cantidad, pues están involucradas otras variables importantes, porque tal vez seamos nosotros mismos los que dinamitemos los recursos disponibles, cosa que al planeta le da exactamente igual porque seguirá aquí aunque nos empeñemos en autoextinguirnos.

En unos años, dicen los expertos (no los políticos ni esos numerosos sabelotodo de tertulias televisivas o radiofónicas), este crecimiento se estancará tanto por la disminución de las tasas de natalidad en ciertos países, como por la progresiva desaparición de los que nacimos entre 1957 y 1977, los llamados 'baby boomers', con lo que parte del problema económico con relación al consumo de recursos y costes sociales que supone el alto nivel de población envejecida, se reducirá.

En mi opinión, nos autoextinguiremos no debido a una superpoblación sino a la destrucción de nuestro hábitat y con él de los recursos disponibles. Por la destrucción no del medio-ambiente sino del ambiente completo, porque parece ser que nos aproximamos peligrosamente a un punto sin retorno, y con esto comenzaría la purga pronosticada por Maquiavelo.

¿Si es control demográfico siempre fue una cuestión de estado, la conservación de nuestro hábitat no debería serlo también? Los gobernantes siempre han tratado de influir en la evolución de la demografía tanto para incrementarla (cheques bebé, la celebración del día de la concepción en Rusia o el de la fertilidad en Italia) como para reducirla (Política de hijo único en China o esterilización forzosa de mujeres en Suecia entre 1935 y 1975 o en la Alemania del Tercer Reich). Pero esta última opción no parece que esa ni humana ni efectiva, sólo salvaje y traumática.

Con relación a los recursos, ya es otra cosa. Creo que todos sabemos a estas alturas que no se trata de disponibilidad, porque haber recursos los hay, sino de distribución y racionalización en su consumo. Dicen que las próximas guerras no serán por el petróleo ni el territorio, serán por el agua y el aire sin contaminar. Pero como sabiamente afirmaba Mahatma Gandhi La tierra provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de cualquiera. Y el mismo nos señala una receta: Vive más sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir.

La conservación del hábitat y el impacto del cambio climático en él (cuya existencia negaba el primo de Rajoy y a lo visto últimamente también la señora Esperanza Aguirre, que fuera Ministra de Educación y cultura - ¡Válgame el cielo! - y Presidenta de la Comunidad de Madrid) tiene una estrecha relacionado con lo que se discute en la Cumbre del Cambio Climático (COP27), que finaliza hoy mismo en Egipto. Ya son 27 años de reuniones con muy escasos resultados a nivel global. No conocemos aún la declaración final, pero seguro que resultará decepcionante. Del efecto invernadero, del peligro del aumento del CO2, de que el cambio climático se debe a la actividad humana ya se hablaba en el siglo XIX y aún continuamos hablando sin tomar medidas efectivas.

Por tanto es más fácil que muramos a consecuencia del cambio climático que del hecho de que seamos muchos millones de alma. Muchos moriremos a causa de la edad, pero son muchos millones de personas más las que pueden hacerlo como consecuencia de nuestra irresponsabilidad ante la purga que se nos viene encima. Porque este asunto no es algo en lo que se cree o no se cree, es algo que ya está sucediendo, es un hecho y si creímos a la Comunidad Científica cuando sufrimos la pandemia de COVID ¿por qué demonios ahora no hacemos caso de sus advertencias?

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