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La educación es la vida misma
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La educación es la vida misma

Actualizado 11/11/2022 08:30
Manuel Rodríguez Fraile

El filósofo alemán, Immanuel Kant, nos dejó escrito en su tratado ‘Sobre la pedagogía’: Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él. Hay que perdonarle su falta sensibilidad de género, pero es que estamos en el siglo XVIII. Actualizando sus palabras, podríamos decir que se trata de hacer hombres y mujeres.

José A. Fernandez Bravo, profesor, maestro y escritor; contestaba hace algunos días a preguntas de un periodista de La Gaceta: En España llevamos ocho leyes educativas en 40 años…; y añade: En España no hay leyes educativas, hay venganzas electorales.

Parece claro que la importancia de la educación que una inmensa mayoría de pensadores, psicólogos, sociólogos, pedagogos, incluso algún político llevan siglos defendiendo, nuestros gobernantes no lo tengan ya asumido. Parecen carecer de ideas adecuadas para formar como hombres y mujeres a nuestros jóvenes o, no tienen la voluntad política para ponerlas en marcha. Les vendría bien recordar, y si no habrá que recordárselo, que no sólo estamos antes un derecho fundamental, también es uno de los más importantes objetivos en la Agenda de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (cuyo logo alegremente y con frecuencia luce en la solapa nuestro presidente), concretamente el cuarto[1], y por último porque está en juego el futuro de todo el país al desempeñar la educación un papel central en la articulación de las sociedades.

España es el país con el mayor índice de abandono escolar de toda Europa, según el último informe anual de la Oficina Europea de Estadística, y la principal causa de este abandono se vincula a la pobreza y la exclusión que vive el 31,1% de los menores de 18 años, unos 2,5 millones de niños y jóvenes, según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE); lo que no es de extrañar ya que, como bien dice el profesor Fernandez Bravo, aquí los Planes educativos son una venganza política, más que una cuestión de estado.

Siendo cierto que los docentes deben esforzarse en demostrar la importancia de la educación a sus estudiantes e incentivarles a aprender, también lo es que recae sobre los hombros de los organismos públicos aportar directrices claras, definir programas educativos adecuados y proporciona los recursos necesarios. Sí, recursos de esos que algunos defienden que están mejor en nuestros bolsillo. Pues no señores míos, en un Estado del Bienestar, como en el que presumimos tener, los ciudadanos debemos pagar sus impuestos y los gobernantes deben gestionarlos bien. Así son las cosas, aunque a algunos puedan no gustarles, y no se pueden tergiversar con fines electorales.

El sistema educativo en la España – a casi todos los niveles - es hoy poco atractivo tanto para los estudiantes como para los docentes. Es variable e inestable y se asienta sobre desigualdades económicas y sociales importantes. Estoy harto de oír hablar de un gran Pacto de Estado sobre Educación, pero eso, por la experiencia que llevamos, sólo sería posible en mi opinión, como otros tantos grandes Pactos que nos hacen falta, encerrando a todos los responsables con competencias en una nave industrial y dejándoles a pan y agua hasta que alcanzaran un acuerdo. Sí, tan vez es una media demasiado drástica, pero es que estamos en una situación demasiado crítica, cuyos nocivos efectos ya se están dejando sentir. El problema es de todos y es inaplazables, porque nos estamos jugamos el futuro como sociedad. Por cierto, esta contundente media tal vez fuera útil también aplicársela a los líderes mundiales que en estos días devanean y divagan, por vigésimo séptima vez consecutiva, en Egipto sobre el Cambio Climático (COP27), pues la situación es igualmente crítica.

El pedagogo, psicólogo y filósofo estadounidense, John Dewey, afirmaba que la educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma; y Nelson Mandela, nos gritó a todos cuando pudo hacerlo la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo. ¡Por Dios, a que estamos esperando para utilizarla!

[1] Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida de todos

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