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Mi lista de convocados
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Mi lista de convocados

Actualizado 10/11/2022 08:18
Tomás González Blázquez

No va a generar la misma expectación que la de Luis Enrique, pero me siento con derecho a elaborarla, porque en mi documento nacional de identidad todavía pone “ESP”; no descartemos que se conceda la supresión del dato en una próxima negociación parlamentaria, tan surrealistas últimamente, así que mejor no descuidarse. Como así consta, tengo licencia para ejercer de seleccionador, ese que cada español lleva dentro (o eso se comenta), y lo hago ahora, dando mi lista dentro de plazo. Rara la época, sí, porque es muy extraño esto de aguardar el inicio de un Mundial de Fútbol con los radiadores calientes y los bañadores guardados.

Ya nos chocó lo de unas Fallas en septiembre, un carnaval gaditano en junio o un Roland Garros en octubre, que obviamente también ganó Nadal, pero esta mudanza de fechas mundialistas la asumió la FIFA, en su estilo oscuro e intrigante, mucho antes de la disrupción vírica. Fue hace doce años, cuando otorgó la organización a ese país tan excesivamente caluroso en los meses de junio y julio tradicionales, algo inferior en superficie a la provincia de Salamanca. Como Qatar lo leí por primera vez y Catar quiere la RAE que lo escribamos. Pero esta lista no viaja allí.

A sabiendas de que mis seleccionados no aparecerán en la escaleta de la vocinglera tertulia nocturna con nombre de canción de Georgie Dann, que no hace mucho abrió gira en nuestra ciudad (para esto hemos quedado), y que tampoco se colarán en “el diario de todas las aficiones” (¡ja!) y los demás de su clase, que cada dos o tres noticias deportivas te cuelan cualquier majadería, procedo a publicar, amparado en la discreción de esta columna, mi particular combinado.

Como porteros, de los que defienden el arco, la meta, la puerta, en definitiva la casa, tengo que llevarme a la familia. ¿Nepotismo, dicen? Es que no se me ocurre alguien tan ágil de reflejos para atrapar los balones que pueden llegar a golpearme y capaz luego de comenzar nueva jugada como mi mujer, tampoco nadie tan bien colocado y sobrio (y a un tiempo expeditivo en las salidas cuando toca) como mi padre, y también me resulta imprescindible alguien que, desde atrás, vea el juego, me oriente y me anime como mi madre sabe hacer.

En la línea de los defensas tengo que elegir para este campeonato a mis compañeros médicos de familia que, todavía, y mira que no dejan de lanzarnos peligrosos centros al área, creen, ¡creemos!, en nuestra especialidad, en la atención primaria de salud, y muy especialmente en una medicina rural auténtica y plena de sentido. Llevamos años achicando balones sin que nadie se haya parado a replantear la táctica, con calma y con cabeza, cuando es así como se resiste y se termina venciendo, pero lo que siempre acabamos por encontrar son ruido, disputa política, propaganda, huelgas y blancas mareas plagadas de medias verdades… Una especialidad la nuestra, Medicina Familiar y Comunitaria, cuyas tareas son ya encomendadas en algunos casos a graduados en Medicina sin más titulación o incluso a enfermeros, lo que desincentiva claramente su elección por los nuevos aspirantes a especialistas. Si no se rompe este círculo vicioso no van a dejar de sobrevolar el área balones de precariedad laboral y de pérdida de calidad asistencial, mientras decrecemos en número y en influencia los defensores. ¡Siempre en mi equipo!, como dicen los modernitos, pero es que nos están dejando muy solos atrás.

Los centrocampistas son de tantas formas y maneras que resulta complicado decantarse. Que si de creación, que si de contención. Llegador o destructor. Que si medio centro, que si media punta. Por la izquierda o por la derecha. Interior o esa cosa entre extremo y lateral a la que llamamos carrilero. Como todos, yo estoy rodeado de centrocampistas en muchas jugadas diversas, hacia arriba o hacia abajo, cuando es hora de esperar o de avanzar, pero elijo hoy a aquellos con los que comparto la fe que se encarna en la pasión cofrade, en la que hay pases nuevos por dar cada día, huecos que buscar para que se filtre el Espíritu Santo por las rendijas de la belleza, del sentimiento, y por supuesto de la razón. Convoco a mis hermanos de la Vera Cruz, a mis compañeros de equipo apostólico en la Coordinadora Diocesana de Cofradías, y a todos con los que comparto un espacio ancho que se puede y se debe abrir aún más, con paciencia, con los cambios de juego necesarios, con la convicción de que el partido ya se ganó, y el misterio se nos reveló, cuando Él salió del sepulcro.

Jugaré, en fin, con tres delanteros. Son incisivos como los dientes que se les caen y luego afloran, valientes para decir y mirar hacia adelante, verticales ante una vida que apenas están comenzando y se quieren comer como debe comerse el campo la Selección Española a partir del día 23. Su empuje me empuja, sus sonrisas me llevan hacia la victoria, sus goles los canto con todas mis fuerzas. Arriba, en punta, titulares indiscutibles: Tomás, Elisa y Elena.

En la imagen, cuatro Españas mundialistas: la primera que lo fue (Italia 1934), la primera que rozó la gloria (Brasil 1950), la primera de mis recuerdos que empató con calzón blanco ante Uruguay en Udine (Italia 1990) y la primera que se coronó (Sudáfrica 2010).

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