La curiosidad es algo natural porque la gente siempre está ansiosa por conocer; pero cuando pensamos en Cataluña o las provincias vascongadas no podemos dejar de caer en el pesimismo de la inteligencia. Hace unos años la gente estaba ansiosa por conocer las propuestas concretas que el presidente del gobierno de turno iba a hacer para sacar al país de la crisis. Ya hemos visto en lo económico como nos ha ido de regular. Después de unos presupuestos negociados con el secesionismo parece que se pretende pasar a la dar la cara detrás del capote de la crisis mundial a unos ciudadanos desorientados por una sociedad que los ha convertido en unos meros chanclistas y chandalistas abrazabanderas, que carecen del más elemental conocimiento socioeconómico y político.
La desesperación de los ciudadanos y su irritación tras legislaturas de disparates monumentales, y errores de bulto, han hecho que a día de hoy, el ciudadano acabe pasando ante la falta de soluciones y el que no pasa se lleva el gato al agua. Nuestra presente ruina material y moral es fruto de un marco conceptual y ético perverso en sus mismos fundamentos, que requiere una verdadera catarsis colectiva. En otras palabras, que nos hace falta una nueva estructura mental, o recuperar la verdadera, ya perdida, en lo institucional, territorial y normativo, y alguien que esté decidido a emprenderla sin temor y sin concesiones. Una mentalidad de país y patria, que empuje a los ciudadanos a remar en la misma dirección.
La definición de enemigo la podemos ver en la fenomenología del falso y de los grandes falsos de la historia de la humanidad. La historia del falso es la historia del enemigo incluso cuando no lo hay, porque el odio es la emoción que calienta por dentro. Cualquier –ismo que estudiemos vemos que cuando ya no hay dictadura ni cortapisas se las inventa para poder desarrollar su política. El falsario tiene mayor poder, o es más potente, en cuanto que está vacío de contenido y no se puede descubrir o desvelar.
Fijo discontinuo, enfermo asintomático, crecimiento negativo, etc. nos están tomando el pelo un día sí y otro también. Dos delincuentes o delignorantes se pegan a unos cuadros de Goya y no pasa nada. Tenía que estar en la cárcel sin fianza. El valor de los cuadros es incalculable no se puede agredir al patrimonio común emulando a la gretaloca que no es más que un muñeco en manos de sus padres para ganar dinero. El problema catalán o mejor dicho la farsa catalana es muy grave tan grave como la bildu farsa. Más grave de lo que parece a los mesetarios españoles, como nos llaman desde allá. Se ha dejado rodar la pelota, el famoso laissez faire, se ha dejado inflar por parte de un granujerío político preocupado por temas particulares, y se le ha dejado campar a sus anchas. El secesionismo inventado acompañado de muchas más falsedades e injurias parece que sigue tapando el que haya un poco honorable ciudadano llamado Pujol que no se le encausa, mientras en el país vasco sigue la funcionando la ETA de forma soterrada. Se ha dejado crecer un totalitarismo encubierto cuyos protagonistas tendrían que estar en la cárcel.
La democracia, la de los ciudadanos tranquilos y honrados parece que está secuestrada. Los que se levantan a las seis de la mañana se sienten secuestrados. Tan sólo pagan. Lo que tienen enfrente es inimaginable hace unos años. Ningún país responsable paga la sanidad universal a más de un millón de extranjeros ilegales, pensiones a inmigrantes que no se las merecen, mientras tiene cuatro millones de parados, pensiones cada vez más miserables, listas de espera de más de un año, la educación cada vez más precaria. Los padres marroquíes parece que no quieren a sus hijos ya que no los reclaman y estos tampoco quieren volver. Sin duda mala gente. Nos está llegando toda la chusma de medio mundo y nadie pone remedio. Los colegios parece que han pasado de ser lugares a los que se enviaban a los hijos a ser cultos a que cuatro mamarrachos les digan con quién se tienen que acostar. La transición ecológica es una coartada para pisotear a los más humildes. Así todo.
Conocida es la frase de Gramsci sobre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Vivimos tiempos que nos demandan un optimismo basado en el coraje, porque al final si los gobernantes y las instituciones no cumplen la legislación vigente a la mayoría de los ciudadanos poca esperanza nos queda; y acabaremos por tener que pagar el mal generado y que se generará entre todos. Nada es gratis. Lo que no se defiende, cuesta.
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