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Centro de Salud Mental II parte
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Centro de Salud Mental II parte

Actualizado 08/11/2022 10:15
Isaura Díaz Figueiredo

En 1950 se empezó a utilizar el primer medicamento anti psicótico, y en 1970 se creó la especialidad de Ayudante Técnico Sanitario Psiquiátrico. El cambio más radical y definitivo llegaría a mediados de los años ochenta, cuando el ministerio de Sanidad llevó a cabo la plena integración de la salud mental dentro de la asistencia sanitaria general, acabando con cerca de 600 años de dolor y sufrimiento para las personas con alguna enfermedad psiquiátrica. "En los hospitales públicos quedarían plantas dedicadas a psiquiatría, aunque los avances en la medicina y, sobre todo, la importancia de la labor familiar en el entorno de estos enfermos, hizo que el problema de los antiguos manicomios hayan desaparecido",

La primera de esas paradojas, crucial, es que en suelo español se abrió el primer manicomio conocido en Occidente. Fue en Valencia, en 1409, pero la psiquiatría nacional no despegó hasta el siglo XIX y como imitación de la surgida en Francia tras la Revolución de 1789.

“La razón de la diferencia de cómo se abordó la locura en España con otros países la marca la Inquisición”, El inicio del tratamiento de la locura, entonces un problema social porque ser una minoría marginal en las calles, se debe probablemente a los frailes mercedarios, que eran los que pagaban el rescate de cristianos prisioneros de los musulmanes en el norte de África”. La palabra loco procede del árabe.

“Estos frailes vieron lo que se hacía en esos lugares con los locos y trajeron esa idea moderna, que no había en Europa. Había que encerrarlos y ponerles unos médicos que los tratasen. En España fueron los comerciantes valencianos, los que sufragaron ese primer centro para que los que habían perdido la razón y no causaran problemas. No en vano en el hospital para enfermos mentales de esa ciudad. A este le siguieron los de Sevilla, Toledo, Valladolid… Pero otra distinción del caso español, explica, fue que verdaderamente no se pusieron médicos en esos centros, “y los pocos que había no tenían ningún poder”. “Los manicomios se convirtieron en atroces instituciones carcelarias”.

“En la Edad Media, locos, pobres y leprosos estaban mezclados, se les trataba de la misma forma, encerrándolos, ni siquiera se les calificaba de enfermos, y los mejores médicos se dedicaban a las clases nobles y a los reyes”.

Quizás el caso más popular es el de la reina Juana I de Castilla, que ha pasado a la historia como “la Loca”. Doña Juna al igual que su madre Isabel de Castilla y abuela Isabel de Portugal sufrían de “celotipia” La pobre Juana se vio abandonada por su madre, padre, esposo hijo y nieto. Las intrigas de poder hicieron que tanto padre comoyerno el llamado Felipe el Hermoso se unieran a fin de incapacitarla. Las Cortes de Valladolid la tuvieron que examinar, pero decidieron no inhabilitarla. En ese proceso ella dice: ‘Mi madre [Isabel la Católica] tenía peor genio que yo y nadie la llamó loca”.

La muerte de El Hermoso, en 1506, la destroza, la historia una vez más falsea la realidad.No le siguió hasta Granada por amor,fue por tema testamentario. También se convirtió en síntoma de su locura que se abriera cada cierto tiempo el ataúd, ¡Para ver qué? Muy sencillo adecentar el cuerpo de la inmundicia de la muerte.. O que alargó el cortejo fúnebre, se detenía.Otra mentira decir que era por celos,algo mucho mas simple pero que a lahistoria no leinteraba contar,los bardos vivian del amarillismo y de dinero de los nobles.Juan y el sequito pasaban por muchas zonas donde había peste

Lo cierto es que Juana se abandona: no se lava, no se cambia de ropa, come sin cubiertos, duerme en el suelo... “Su padre la encierra en el castillo de Tordesillas, con una crueldad como casi no se ha visto. Está en régimen de aislamiento, en una estancia sin ventanas, mal alimentada, los criados eran vigilantes… Esto lo endureció su propio hijo, el futuro emperador Carlos V”, tras la revuelta de los comuneros, que la querían como soberana. La situación se extendió durante 46 años, hasta su muerte en 1555. “Está claro que acabó loca. No hay quien resista un régimen así. Al final de su vida se rebeló, blasfemaba, no iba a misa...”.

Carlos de Austria hijo de Felipe II“ni su vida ni su muerte fueron normales”. “Tenía la manía obsesiva de escribirlo todo sobre los asuntos de gobierno, era muy frío, desconfiado; y su fallecimiento estuvo precedido de una agonía larga y espantosa, en la que le llevaron todo tipo de reliquias”. A esto suma “el episodio de la muerte de su hijo, que se ha querido blanquear”. Don Carlos fue “un niño colérico, cruel con los animales, maltrataba a los criados”. “Loco y furioso”, lo describió el embajador francés. El llamado rey prudente “ordenó encerrarlo en el castillo de Arévalo por traición, debido a sus conversaciones con los independentistas de los Países Bajos; llegó a escribir a otros reyes justificando la medida”. A los seis meses, el príncipe de Asturias, que vagaba desnudo y se comía objetos, fue hallado muerto. González Duro señala en el libro que la desatención consentida por su padre aceleró su muerte a los 23 años.

Nadie se preocupaba de la endogamia que consumía a las familias nobles.

[Sus padres eran tío y sobrina], era alguien que hoy calificaríamos de discapacitado”. Se hicieorn con ese personaje todo tipo de ocnjuros hata la intervencion deshechizarlo, alguno incluso a distancia de la Corte madrileña, y recupera el testimonio del nuncio del Papa cuando visitó al rey cuando este tenía 18 años: “Mira con expresión melancólica y asombrada. [...] Se muestra abúlico, apático e irascible, torpe e indolente y parece que atontado”.

Su sucesor, el primer Borbón, Felipe V, también merece un comentario: “Obsesionado con el sexo y la religión”, “de rasgos depresivos y esquizoides”, llegó a vestir casi un año la misma ropa, rehuía el sol porque decía que le traspasaba la espalda y sufría ataques en los que prorrumpía en espantosos alaridos. El rey llamado El Animoso, que pasaba horas y horas en la cama con las dos esposas que tuvo —incluso parece que usaba afrodisiacos para su desatado apetito sexual— abdicó en 1724, pero murió el heredero [Luis I, que reinó 229 días] y lo repusieron en el trono, “cuando claramente estaba incapacitado”.

Una revolución francesa

El reinado de Carlos IV coincide con la Revolución Francesa, “que es cuando se crea la psiquiatría científica, la especialidad médica para tratar a los locos”. “En Francia se preguntan qué hacer con los que no han matado a nadie ni han cometido delitos, pero son raros, no cumplen las normas. La solución es crear manicomios y ponerles médicos. Ahí es cuando se les empieza a considerar enfermos. En España se hizo una copia pálida y tardía de este modelo ya en el XIX, así como se importaron tímidamente las ideas de Alemania”.

El esbozo de una psiquiatría moderna en España llegó con la Segunda República, favorecida por un decreto de 1931 y la inspección de los psiquiátricos. “El embrión en español del psicoanálisis surge en Madrid de un grupo formado en Alemania, pero con la Guerra Civil, esa inmensa locura colectiva, mueren o son depurados o se van al exilio, sobre todo a Argentina, y por eso allí se forma un movimiento psicoanalítico importante

De algo más de 2.000 ingresados en manicomios en 1859 a 20.000 en 1910

A mediados del siglo XIX, el Ministerio de la Gobernación publicó las primeras estadísticas oficiales en España sobre el número de dementes: 7.277, de los que solo estaban ingresados poco más de mil. Una década después, en 1859, había 17 establecimientos públicos “dedicados entera o parcialmente al tratamiento de alienados”, pero lastrados por los pocos medios que les daba el Estado. Sumaban 2.217 internos. En 1879 eran 26 establecimientos, con 3.790 enfermos mentales. Esto motivó, a finales de siglo, la expansión de los manicomios privados. En 1910, los 35 psiquiátricos públicos sumaban ya casi 20.000 ingresados.

En el siglo XIX se crearon los hospitales específicos para locos con la intención de otorgarles un tratamiento médico, sin violencia y buscando sosegarlos. No obstante, seguían existiendo las celdas de aislamiento para los de un carácter más indomable. Ya en esos momentos se empezó a distinguir entre distintos tipos de locos, para impedir que los de unos grupos y los de otros mantuvieran contacto entre sí. También en el siglo XIX nacieron los primeros manicomios privados, pero ni siquiera así se pudo evitar el desbordamiento.

En el primer cuarto del siglo XX se empezó a fomentar una enfermería de tipo mental, hasta que en 1926 se creó la primera escuela de Psiquiatría para el estudio y tratamiento de las enfermedades mentales. Los hospitales psiquiátricos, sobre todo en las ciudades, permitían a los enfermos más leves entrar y salir de los centros en los que eran tratados. Sin embargo, a partir de los años treinta, toda reforma emprendida chocaba siempre con la eterna falta de presupuesto, lo que condenaba al fracaso cualquier política que pretendiera mejorar drásticamente la situación de estos enfermos. Todavía en esos años se utilizaba el electroshock, la lobotomía o la insulina como métodos para tratar a los pacientes.

En 1950 se empezó a utilizar el primer medicamento anti psicótico, y en 1970 se creó la especialidad de Ayudante Técnico Sanitario Psiquiátrico. El cambio más radical y definitivo llegaría a mediados de los años ochenta, cuando el ministerio de Sanidad llevó a cabo la plena integración de la salud mental dentro de la asistencia sanitaria general, acabando con cerca de 600 años de dolor y sufrimiento para las personas con alguna enfermedad psiquiátrica. "En los hospitales públicos quedarían plantas dedicadas a psiquiatría, aunque los avances en la medicina y, sobre todo, la importancia de la labor familiar en el entorno de estos enfermos, hizo que el problema de los antiguos manicomios hayan desaparecido.

Se cumplen tres décadas de la aprobación de la Ley General de Sanidad, esa que abolía, al fin, los manicomios y ofrecía a las personas afectadas por problemas de salud mental la posibilidad de ser tratadas como cualquier otro paciente y hacerlo, además, en su entorno socio-familiar.

“Los manicomios surgieron para proteger a las personas con problemas de salud mental de las masas sociales que querían lincharlas. En estas instituciones se las acogía, no se las trataba, ya que no eran consideradas enfermas, sino diferentes y potencialmente peligrosas e imprevisibles”

En muchos países de Europa, estos centros cerraron a partir de la década de los 60 y los 70, al considerar que en ellos se vulneraban los derechos más básicos de las personas con problemas de salud mental.

En España, la reforma psiquiátrica no llega hasta mediados de los años 80. En 1985 se publica el ‘Informe de la Comisión Ministerial de la Reforma Psiquiátrica’, impulsado por el que fuera en ese momento ministro de Sanidad, Ernest Lluch. Un año después, la Ley General de Sanidad, recogía la esencia de lo recomendado por esta Comisión, liderada por un amplio grupo de psiquiatras que reclamaban un cambio en el modelo de atención a la salud mental.

Entre estos psiquiatras se encontraba José García González, quien además es asesor externo y miembro del Consejo Consultivo de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, el cual explica que “el estado en el que se encontraba la asistencia psiquiátrica en aquellos años y la situación socio-política del país, generó un movimiento profesional crítico que se comprometió con el cambio, produciendo nuevas ideas y a la vez afrontando muchos conflictos”.

Una nueva realidad

El artículo 20 de la Ley General de Sanidad, aprobada en 1986, dictaba que “la atención a los problemas de salud mental de la población se realizará en el ámbito comunitario, potenciando los recursos asistenciales a nivel ambulatorio y domiciliario”.

“A lo largo de estos 30 años se han hecho bien muchas cosas” como apunta Sánchez Vallejo. “Se ha humanizado el trato y el tratamiento de las personas con trastorno mental, se ha potenciado su integración social, se ha reformado el código civil y penal eliminando antiguos abusos a la hora de ingresar a una persona en una institución manicomial…”.

Pero pese a estos avances y todo lo que supuso esta reforma, el ámbito profesional de la salud mental cree que esta ley ha tenido un desarrollo con muchas carencias, ya que no se han conseguido poner en marcha todos aquellos servicios sanitarios y sociales que pudieran absorber la demanda y procurar una buena atención a las personas con problemas de salud mental y sus familias.

García destaca que “una ley no lo arregla todo con su publicación, luego tiene que ser objeto de aplicación y desarrollo, que vaya dando respuesta satisfactoria a las necesidades de los usuarios. Y ahí está el problema, en las insuficiencias en su desarrollo y aplicación, que son muchas”.

Para Sánchez Vallejo, a este problema que apunta García, se le suma la prevalencia del estigma sobre este colectivo. “Prevalece e incluso aumenta”, recalca el psiquiatra. “Se sigue procediendo como hace siglos en todo lo referente al trato social de las personas con trastorno mental, al que se le sigue viendo como imprevisible y peligroso”.

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