Las grandes industrias globales de la tecnología van marcando nuestras necesidades: el último móvil, el último videojuego, la última red social… Y todo para ser más felices y estar más y mejor conectados con otros (y por supuesto, para engordar los ingresos de las compañías que viven de nuestro candor e ingenuidad). Las empresas que generan moda también nos van marcando las tendencias: el color que se lleva esta temporada, los pantalones así o asá, los cuadros o las rayas…, pero haciéndolo siempre que parezca que somos muy libres y alternativos. Así, podemos llevar unos pantalones rotos y nos pensamos que somos super originales y rompedores, porque los rebaños de ovejitas son más fáciles de guiar que una manada de lobos. Ahora también se nos va diciendo que necesitamos un psicólogo para casi todo, ¡pon un psicólogo en tu vida!, que no digo yo que a veces se necesiten…pero me atrevo a decir que lo que necesitamos, más que nunca, son ¡¡¡amigos!!!
Entre otras cosas, la pandemia por el Covid fue una bofetada a nuestros modelos de vida. De repente, nos vimos confinados y mucha gente no resistió o vivió muy mal esa soledad. Muchas personas hoy se sienten muy solas, incluso rodeada de otras, pese a tener el último móvil en el bolsillo y omnipresente en la última red de moda. La soledad no buscada es una de las lacras hoy en nuestra cultura en la que nos creemos que no nos falta casi de nada, pero en realidad nos falta casi de todo.
Muchas situaciones de tristeza, desánimo, crispación, tensión, hartazgo vital…se paliarían en gran medida con un buen amigo. Y eso es mucho mejor que mil medicinas, pastillas, pócimas, conjuros y elixires. Un amigo es salud, terapia y alimento. Quien lo ha experimentado, sabe de lo que hablo.
Necesitamos amigos que escuchen y no te juzguen, pero que si te tienen que decir lo que ven y piensan, te lo digan. Amigos que quieran a sus amigos, que se alegren de sus logros y lloren con sus fracasos.
Necesitamos amigos hermanos del alma, de cualquier edad, condición y cultura. Los amigos que quedan en el corazón no son los que más saben, sino los que dejan huella en la vida.
Necesitamos amigos ante los que podamos desnudarnos sin miedo y con toda la confianza. Con los que podamos ser políticamente incorrectos en nuestras opiniones y expresiones. Amigos ante los que podamos desahogarnos, gritar, llorar o reir, sin miedo a equivocarnos.
Necesitamos amigos con los que compartir secretos, emociones, historias y sueños prohibidos.
A diferencia de un terapeuta, un psicólogo o un confesor (todos ellos oficios muy loables y necesarios), en la amistad hay una relación de reciprocidad de afecto, cariño y ternura entre dos personas, que de igual a igual van intercambiando los roles de escucha y consejo, según los momentos.
No hace falta hablarle todos los días, ni todas las semanas porque sabes que el amigo siempre estará dispuesto al abrazo y el beso, a la mirada tierna y acogedora.
Y sí, necesitamos amigos y amigas, de los buenos y de las buenas. Y eso no se consigue por los chats, ni por los likes. Y el que confunda amistad con eso tiene un problema grande, pero grande.
Cultivar la amistad es un arte y mantener amigos es una sabiduría. Es cierto que hay que poner de nuestra parte, no se pueden pescar truchas sin mojarse las manos, pero también es cierto que puede aparecer un nuevo amigo de cualquier acontecimiento o situación inesperada.
Compañeros hay bastantes, interesados y aprovechados unos cuantos, conocidos de “hola qué tal” muchos, aduladores o criticadores por doquier, pero amigos, ¡ay los amigos!, esos puede que estén en peligro de extinción.
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