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Juan Pablo II, peregrino al sepulcro de Santa Teresa
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ALBA DE TORMES

Juan Pablo II, peregrino al sepulcro de Santa Teresa

Actualizado 22/10/2022 10:16
Redacción

Recuerdo agradecido de Alba de Tormes en el día de su fiesta litúrgica

Manuel Diego Sánchez, carmelita

La celebración litúrgica del Papa santo Juan Pablo II para toda la Iglesia en el día 22 de octubre, nos trae a la memoria buenos recuerdos, sobre todo su visita a la villa ducal en el 1982. Nos parece significativo que precisamente en la octava de la fiesta de santa Teresa, final de las fiestas teresianas para Alba, ahora sea ese día, después de haber sido canonizado, cuando la Iglesia hace su fiesta, y es que fue cuando empezó solemnemente su pontificado; es una coincidencia extraña, pero feliz, que nos anima a echar la vista atrás y evocar su presencia entre nosotros.

No cabe duda que fue una sorpresa el que un cardenal polaco, Karol Wojtyla, venido del Este, de lejos (decía él), fuera elegido papa después de una larga serie de pontífices exclusivamente italianos, y que además tuviera un largo periodo de gobierno (1978-2005).

Elegido al día siguiente de la fiesta de santa Teresa (16.10.1978), en pleno novenario de la octava teresiana, se trata, sin duda alguna, del Papa que más intervenciones ha tenido sobre Santa Teresa, quizás debido a su antigua vinculación con la familia carmelitana, como también al conocimiento de la mística del Carmelo a través de su tesis doctoral dedicada a san Juan de la Cruz. Todos estos temas han sido ya estudiados en forma exhaustiva y hay abundante bibliografía al respecto.

Todos sabemos que el atentado sufrido en Plaza San Pedro (13.5.1581) retrasó el viaje a España, pero no lo impidió, ya que lo pudo realizar al final del IVº centenario de la muerte de Santa Teresa, pero no limitado a esta conmemoración, sino todo un viaje pastoral por todas las regiones de España durante ocho días, y dedicando una jornada completa a Santa Teresa (1.11.1982), pues visitó en ese mismo día Ávila y Alba de Tormes.

Juan Pablo II, peregrino al sepulcro de Santa Teresa | Imagen 1

IVº Centenario de la muerte de Santa Teresa

No es desconocido el dato de que en los primeros planes del viaje preparado por la Conferencia Episcopal Española no estaba prevista la visita a Alba de Tormes, pero una inteligente y eficaz acción de parte de varias autoridades (incluidas las municipales y parroquiales de la villa) lograron que ésta fuera posible, pues de lo contrario hubiera sido algo contraproducente dentro de una celebración que quería recordar la muerte de santa Teresa, precisamente acaecida en Alba de Tormes. Pero también es verdad que el imprevisto del atentado papal cambió por completo la organización del viaje, que tenía más importancia desde lo teresiano. De todo esto saben mucho Eladio Briñón (ya fallecido) y Florentino Gutiérrez, protagonistas de una acción (diplomática) sin precedentes para lograr que el paso papal por Alba formara parte de su peregrinación teresiana.

Fue en la tarde de aquel día primero de noviembre 1982 cuando por vez primera un Papa gobernante en la Iglesia acudió a Alba de Tormes y, aunque no celebró la Eucaristía (reservada para Ávila en la mañana del mismo día), sí que tuvo dos momentos solemnes y multitudinarios, porque vinieron peregrinos de toda la diócesis salmantina y de otras partes de España, y hasta de Portugal.

Personalmente creo que una de las mejores crónicas de aquella tarde mágica es la que nos ofrece el sacerdote salmantino Daniel Sánchez y Sánchez en su libro: “Alba de Tormes: Historia – Arte – Tradiciones” (Salamanca 1984) pp. 110-124, que, además de narrar la visita con precisión y todo lujo de detalles, incorpora a la misma los textos del obispo y del Papa que se escucharon durante los actos programados.

Después de la llegada en helicóptero en torno a las 16,35 de la tarde, hubo un acto más bien de carácter diocesano en el recinto de la Dehesa boyal, junto al río y el viejo monasterio de San Jerónimo, en donde se había construido una estructura especial (todavía persistente) para albergar no sólo la sede o tribuna del Papa, sino también la imagen de santa Teresa y la reliquia de su brazo izquierdo. Allí tuvo un discurso muy interesante y aplaudido. Pienso que en la villa se agradecieron mucho ciertas palabras de Juan Pablo II como, por ejemplo, éstas con las que abre su discurso:

“Constituye para mí motivo de especial alegría que las rutas teresianas me hagan encontrarme hoy con vosotros, el pastor diocesano, autoridades y pueblo de Dios de la diócesis de Salamanca, en esta villa de Alba de Tormes, tan excepcionalmente unida a Santa Teresa de Jesús”.

Y hasta parece que el Papa adivinó una de las identidades que marcan la historia de Alba desde hace cuatro siglos, cuando dijo: “Para los albenses, velar las reliquias de la Reformadora del Carmelo y venerar a la Santa castellana, constituyen su gloria y orgullo más grandes”. Hasta se atrevió a dar un consejo, que podemos calificar de muy inspirado y a propósito, para combatir ese lastre secular que acompaña el devenir de la villa y que alguno de sus vecinos más iluminados (José Sánchez Rojas) muchos años antes lo había definido como el vicio del sueño o la ‘modorra’ que le impide caminar adelante. No sabemos si tuvo el Papa entonces conciencia de esta realidad, pero sí dijo con mucho acierto: “Yo os pido que ensanchéis el alma, que ‘no apoquéis los deseos’. Abríos al futuro. Arriesgaos como Teresa de Jesús…” para terminar citando aquel párrafo memorable sobre la ‘determinada determinación’ del Camino de Perfección (35,2). El texto papal se presta a muchas lecturas, pero a la distancia de 40 años lo juzgamos como profético y muy bien informado de la situación social y cristiana de esta tierra de Alba y Salamanca.

Juan Pablo II, peregrino al sepulcro de Santa Teresa | Imagen 2

Posteriormente se trasladó en su coche especial (papamóvil) a la iglesia del sepulcro teresiano, las Madres Carmelitas, que ya estaba repleta de fieles y obispos, donde más que un discurso, tuvo una plegaria de invocación y súplica ante la tumba teresiana. Oración muy inspirada que recoge bien los puntos esenciales de la espiritualidad de Teresa y su función carismática en la iglesia de todos los tiempos. Aquel debe ser un texto a no olvidar nunca en Alba de Tormes y que lo deberíamos repetir y usar a menudo, por ejemplo, como oración de la novena teresiana de octubre.

El Papa, además, entró en la clausura del convento con el fin de poder orar ante el mismo sepulcro de Santa Teresa y saludar a la comunidad de carmelitas descalzas. Visitó también la celda de la muerte y pudo postrarse y orar arrodillado ante el sepulcro. Allí mismo, en el camarín alto, firmaría en una página miniada del libro de visitantes que se abrió entonces con motivo de la visita papal y además donó un cirio votivo, que actualmente se enseña en el museo de las reliquias CARMUS.

Hay también una anécdota papal, la del extravío o pérdida durante breves momentos por el recinto conventual, aunque en realidad fue que despistó a los que le acompañaban y se quedó orando en la celda de la muerte, allí donde Teresa expiró con aquellas palabras memorables: “Al fin, señor, muero hija de la Iglesia”. Una extraña coincidencia.

Juan Pablo II dejó Alba de Tormes camino de Salamanca en torno a las 18,45 de la tarde.

Significado y trascendencia de la visita papal

No cabe duda de que esa tarde del 1 de noviembre del 1982 entró en los anales de la historia de la villa teresiana de Alba como una de sus jornadas más gloriosas. Y así ha quedado en el recuerdo de la gente que vivió intensamente aquel momento histórico.

También la visita dio motivos para una serie de circunstancias anecdóticas a no olvidar y que ya han sido contadas y narradas abundantemente:

- El acoso de las moscas en la dehesa a la figura del Papa;

- El exceso de aplausos e interrupciones del discurso papal, lo que le obligó a improvisar una advertencia cariñosa, experiencia que se repetiría también en otros sitios de España.

- La niña Ruth González que había nacido a la misma hora y día de la elección papal y fue presentada al Papa en esta ocasión.

- Aquella madre que le ofreció la capa de “tuno” de su hijo estudiante, Víctor Mauriz Fernández, fallecido hacía poco.

- El Papa perdido misteriosamente y hallado dentro de la clausura del convento a que ya aludimos anteriormente.

Lo importante es que en esa larga historia de la peregrinación teresiana que comenzó ya a finales del siglo XVI, se vio magnificada con esta jornada pontificia en el siglo XX. Hoy, a la distancia de casi 10 años de su muerte (2-4-2005), el hecho se ha llenado todavía de más valor, pues aquel Papa peregrino es ahora beato (1-5-2011) y santo (27-4-2014) para toda la Iglesia. Por lo que podemos también añadir algo más en esta crónica de ocasión: es verdad, en aquella ocasión –como ocurrió con Juan XXIII- también nos visitó un santo.

Para profundizar sobre el tema específico del Papa en Alba de Tormes (los textos pronunciados en Alba, p.e., se pueden ver en la web CENTENARIOS del Ayuntamiento), además de la consulta de los periódicos digitales de la villa, se pueden leer estos artículos:

. RECIO HERNÁNDEZ, Cipriano, “Acontecimiento de la historia contemporánea: Visita de Juan Pablo II a la Villa”, en Libro de fiestas de octubre 2002. Alba de Tormes, pp. 177-179.

. CASTELLANO CERVERA, Jesús, “Juan Pablo II y el Carmelo Teresiano”, en Revista de Espiritualidad 64 (2005) 505-519.
. “Juan Pablo II en Alba, un hito histórico”, en L’Aceña. Alba de Tormes (2005) nº 18, pp. 3-4 (entrevistas a Florentino Gutiérrez y Eladio Briñón).
. BRIÑÓN, Eladio, “Nuevos detalles sobre la venida del Papa Juan Pablo II”, en Libro de fiestas de octubre 2008. Alba de Tormes, pp. 247-251.
. DIEGO SÁNCHEZ, Manuel, “El Papa Juan Pablo perdido y hallado en el convento de las Carmelitas Descalzas”, en Alba de Tormes al día (2011) nº 22, p. 10.
. JIMÉNEZ, Roberto, “La verdadera historia de la visita del Papa, 29 años después”, en Alba de Tormes al día (2011) nº 22, pp. 8-9.
. DIEGO SÁNCHEZ, Manuel, “Papas peregrinos al sepulcro de Santa Teresa”, en Libro de Fiestas de octubre 2013, Alba de Tormes, pp. 256-269.

Ahora bien, esta visita a Alba fue una intensa, pero también exigua demostración, es decir, no completa acerca de la devoción teresiana del Papa polaco, por lo que es muy importante repasar gestos y textos de su largo pontificado (1978-2005) donde constatamos que acude a santa Teresa con tantos motivos y en muchas ocasiones. En un artículo de M. Caprioli sobre los papas del siglo XX y santa Teresa (“Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani”, 2005, nº 44, pp. 461-476) se hace un elenco exhaustivo de ellas. Precisamente dicho autor termina su estudio con esta afirmación tan importante: Juan Pablo II conserva el primado [se entiende ‘primado teresiano’ entre todos los papas del siglo XX], ya sea en cuanto a frecuencia de recurso a santa Teresa, ya sea por la cantidad de citas de nuestra Santa (p. 476).