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Hablando ‘en plata’
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Hablando ‘en plata’

Actualizado 21/10/2022 08:29
Manuel Rodríguez Fraile

Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta. Palabras de Salvador Dalí.

En estos días se está celebrando en Salamanca, el I Congreso ‘Envejecimiento y salud’, y lo hace en el marco de la Década del Envejecimiento Saludable (2021 -2030) que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como: Un proceso que debe fomentar y mantener la capacidad funcional que permita el bienestar en la vejez.

En el video de apertura del Congreso, con un objetivo promocional de lo ‘bien’ que dice trabajar el Ayuntamiento de la ciudad, se pretendía mostrar la realidad las actividades que se realizan con las personas mayores en la ciudad. El caso es que en él todas las personas que aparecen están felices, sonrientes, dinámicas, disfrutando de su edad de plata, lo que contrasta con los paneles de las Comunicaciones que se exponen y en los que las palabras más repetidas son soledad, aislamiento, atención domiciliaria, alzhéimer, enfermedades cardivasculares, rehabilitación, incluso, suicidio, aunque curiosamente encabezan la lista las personas entre 45 y los 54.

La pregunta que desata polémicas es ¿Qué es la vejez? ¿Es una enfermedad?, como fue catalogada por la propia OMS aunque afortunadamente ya ha rectificado, o es un proceso natural de todo ser vivo. Y claro esto suscita muchas más preguntas ¿Cuándo es uno viejo? ¿Todos los viejos están enfermos? ¿Qué síntomas, si es que los hay, permiten formular un diagnóstico de ‘vejez’? ¿Se muere uno de viejo? ¿Cuántos años se deben cumplir para ser viejo?

José Saramago lo expresa así: Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos ¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso!… ¿A quién le importa? Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y siento! Qué importa cuántos años tengo o cuántos espero, si con los años que tengo, ¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!

A la vejez, no se le preste la atención debida ya que debiera ser una cuestión de primer orden, una cuestión que figurara de forma preferente en las agendas de todas las instancias públicas, desde las Naciones Unidas a los Ayuntamientos, pasando por Gobierno Nacionales y Autonómicos. La razón es que según la propia OMS en 2050 (en menos de 30 años) el número de personas con más de 60 años será superior al de adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años de edad. La tendencia parece clara, y el envejecimiento de la población es ya la transformación social más importante de este siglo y afectará a todos los sectores sociales y económicos.

Tal vez, digo yo, sería necesario comenzar a realizar acciones encaminadas a hablar a toda la sociedad ‘en plata’, es decir, hacerlo desde las sienes plateadas de los que ya han envejecidos, por boca de sus protagonistas, de los que se ven obligados a recoger firmas para logar que les enseñen o les ayuden a manejar los cajeros automáticos o a leer comunicados en los medios para que les den de comer decentemente en las residencias, en lugar de limitarse a construir tanto parquecito biosaludable, que no digo yo que esté mal.

Es necesario modificar esa, yo diría mala, percepción social de que los viejos son personas pasivas e improductivas que se limitan a cobrar su pensión, sentarse en los bancos cuando hace sol y pararse a contemplar a los obreros. Hay que eliminar del discurso social que somos personas débiles, dependientes, vulnerables, ¡no son niños!, porque infantilizarles implica una nueva manifestación de maltrato psicológico y de discriminación.

¿Necesitan, en muchos casos apoyo? Sí. Pero un apoyo adecuado a sus limitaciones, del mismo modo que lo necesitan los más pequeños, los adolescente o las personas en paro, porque, lo quieran o no, muchos llegarán a donde otros, afortunadamente, ya hemos llegado, es un proceso vital del que nadie puede escapar. Al menos de momento. El psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung afirmaba que: El hombre que no percibe el drama de su propio fin no está en la normalidad sino en la patología, y tendría que tenderse en la camilla y dejarse curar.

En el Congreso la mayoría de los oradores no habían cumplido los 65 años, es decir los adultos, no los que lucen ya cabelleras plateadas, hablan y teorizan sobre lo que es mejor y lo que hay que hacer con los viejos, los adultos, no los menores de 30 años, hablan y teorizan sobre lo que es mejor y que hay que hacer con los jóvenes; y esto me recuerda a los anuncios de productos de belleza o para adelgazar que siempre protagonizan personas que a todas luces no necesitan nada de esto.

Seamos serios. No es de recibo que la sociedad esté cada día más estetizada, mas dominada por estímulos y juicios estéticos que pasan a constituirse en modelos de comportamiento que nos imponen estándares de belleza, de juventud, de fuerza, de productividad, de elegancia, de diversión, de sexualidad, etc.; y, por tanto una sociedad que oculta, estigmatiza e invisibles a los ancianos, salvo para los viajes del INSERSO cuya finalidad no tengo claro si son los propios beneficiarios o la industria hotelera en horas bajas. Un craso error ignorarlos pues buena parte del sistema económico y social dependerá cada vez más de ellos.

Permítame con unas palabras del director de cine y teatro sueco, Ingmar Bergman: Envejecer es como subir una gran montaña, mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena.

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