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Respeto a la Ciencia
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Respeto a la Ciencia

Actualizado 19/10/2022 09:01
Antonio Matilla

Las Ciencias adelantan que es una barbaridad, el mundo, tanto el macrocosmos como el microcosmos, se nos muestra cada vez más complejo, tan complejo que nos asusta y a muchos les hace renunciar a la comprensión de las cosas para buscar caminos más cómodos, más fáciles y más trillados… o más ideológicos. Buena gana de complicarse la vida si nos pueden dar todo resuelto sin pensar.

Esta complejidad del mundo y, por consiguiente, de quien intenta comprenderlo, es decir la Ciencia y los científicos, choca contra uno de los deseos más fuertes de nosotros, los humanos: la seguridad. Mire, no me complique la vida y dígame qué tengo que hacer. Hoy en día me temo que no somos muy aficionados a practicar lo que el filósofo Hegel llamaba “el esfuerzo del concepto”. Es más fácil pensar haciendo caso a los eslóganes de la propaganda que hacerlo después de un largo esfuerzo de estudio e investigación, contrastada libremente con otras mentes libres y críticas.

Líbreme Dios de considerarme un científico, pues no lo soy, pero sí un admirador de la Ciencia. Admiro la Ciencia por muchas razones, pero me referiré solo a dos: por una parte, me ayuda a darle más profundidad a mi sentimiento religioso y a mi visión creyente del mundo. Sí, la Ciencia me ayuda a creer porque me abre el corazón y la mente y me ayuda a formular preguntas, Y además me fuerza a ser humilde y a no conformarme con respuestas provisionales y a soportar la incertidumbre hasta que no se pueda obtener una respuesta científica segura o, al menos, probable. Al final, resulta que la incertidumbre es un poderoso motor tanto para la fe como para el conocimiento científico.

Pero la incertidumbre es dura de sobrellevar. Lo sé por experiencia propia: cuando me diagnosticaron el cáncer no había seguridad absoluta de curación, sino mera probabilidad de superarlo. En los tratamientos anti cáncer, como imagino que en todos los tratamientos, la paciencia es el medicamento cotidiano contra la incertidumbre y la inseguridad y hay que hacer el esfuerzo de seguir activándola –digo la paciencia- un día sí y al siguiente también. Solo así, al cabo de meses, de años o de lustros, se puede conseguir el premio merecido a la paciencia. Y esta es la segunda razón de mi admiración por la Ciencia y los científicos: su trabajo esforzado es causa principal de mi curación. Supongo que mi actitud positiva ante la enfermedad habrá colaborado en la curación –“los médicos no hablamos de curación, hablamos de remisión completa”- pero tengo claro que el trabajo de los científicos, de los investigadores y de los médicos y del personal sanitario que me ha cuidado y me cuida, ha sido y es más importante que mi actitud positiva.

Digo esto para entrar en la harina del artículo y quejarme de las múltiples faltas de respeto hacia la Ciencia que se pueden observar hoy en día y que han florecido durante la pandemia como si de una selva tropical pujante se tratara. Me refiero a los remedios falsos que se han propuesto; por no citar sino algunos, ha habido personas aparentemente entendidas, que han rechazado la quimioterapia para sustituirla por la ingesta de zumo de limón o por “el poder de la mente” que, naturalmente, solo está al alcance de los “elegidos” que pertenecen a la secta adecuada, secta que les da las herramientas mentales para conocer “El Secreto” del dominio de la enfermedad o de cualquier otro problema que se les presente. Bajo la apariencia de rabiosa novedad, lo que hay en estos grupos cerrados es una variante de la Gnosis, una ideología con más de dos mil años de antigüedad, una ideología que se ahorra “el esfuerzo de la Encarnación” y la dificultad de lograr la coherencia entre el pensamiento, el sentimiento, el deseo, la biología, la fisiología, la vida moral, la vida espiritual, la fe religiosa y la acción política.

Otra falta de respeto a la Ciencia, en mi opinión, es el pseudoconcepto “interrupción del embarazo”, o sea, en palabras del vulgo, el aborto. Desde un punto de vista semántico, el concepto de interrupción está indisolublemente ligado al de reanudación. Sin embargo no es así, porque el aborto es incompatible con la continuidad del embarazo. ¿Y por qué es incompatible? Entre otras razones porque desprecia un concepto científico fundamental, el de “proceso”, porque si se interrumpe el embarazo se está negando el proceso. Cierto es que el proceso de maduración del zigoto y del embrión a veces se trunca por motivos digamos internos, pero estos motivos no son voluntarios, mientras que una interrupción voluntaria del embarazo, por definición, sí lo es. Que sea voluntaria no es equivalente a que sea libre, pues puede estar inducida por motivos ideológicos, económicos o sociales o por presiones de la pareja, familiares, sociales o de la propaganda de la cultura dominante.

Uno de los métodos más importantes de la Ciencia moderna es la estadística, necesaria ante la enorme complejidad de los seres vivos, sobre todo los humanos. Cierto es que hay una minoría de casos –hablando de personas humanas cada caso es único y sagrado- de intersexualidad y/o de DSD (Desórdenes de Desarrollo Sexual), pero no me cabe duda de que en la inmensa mayoría de los casos, no sería una actitud científica prescindir de un dato importante: que un ser humano adulto tiene, aproximadamente, 37,2 billones de células (a ver: treinta y siete con dos millones de millones de células, todas ellas con la misma definición sexual, excepto las seminales que, como es sabido, tienen la mitad de cromosomas precisamente para favorecer la reproducción y la salud genética de la especie). No parece prudente prescindir de este dato biológico tan relevante a la hora de plantearse un cambio de sexo. Desde un punto de vista legal es posible cambiar de género, pero eso no va a modificar la genética de 37,2 billones de células. Varios países punteros en el cambio de sexo están comenzando a revisar críticamente y a dar marcha atrás a la vista de las complicaciones médicas de todo tipo que están presentándose en las personas que, en la adolescencia, se han sometido a cambios quirúrgicos o tratamientos hormonales de cambio de sexo. El ser humano es muy complejo. ¿Se está teniendo en cuenta toda esa complejidad nuestra en los cambios de sexo y de género?

No voy a meterme en la conciencia de nadie. Hay una frase muy famosa: “De internis, neque Ecclesia judicat”, o sea que ni la Iglesia se atreve a juzgar en lo que hay dentro de la conciencia de una persona. Pero es fácil comprender que, aunque uno esté muy convencido en conciencia de una decisión, podría ser que estuviera equivocado. Una forma de equivocarse menos, hoy en día, es tener en cuenta el pensamiento científico, sobre todo aquel en el que hay más consenso. Conozco personas –líderes de grandes países o ciudadanos de a pie- que creen estar firmemente convencidas de que están “en posesión del Secreto” y desprecian olímpicamente tanto la Ciencia como el sentido común. Que Santa Lucía (patrona de los invidentes) les conserve la vista. Y que San Miguel Arcángel nos libre de sus maléficas influencias.

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