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La indignidad de querer "volver al 36"
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

La indignidad de querer "volver al 36"

Actualizado 15/10/2022 09:47
Julio Fernández

Como es sabido, aunque algunos -interesadamente y quizá avergonzados por las dimensiones de la tragedia- quieran cambiar la historia, en julio de 1936 unos militares rebeldes dirigidos por Sanjurjo, Franco y Mola, acabaron por la fuerza de las armas con el gobierno democráticamente elegido en los comicios de febrero de ese mismo año. Y lo hicieron instigados por los sectores políticos, sociales y económicos más ultra conservadores y reaccionarios, dado que no estaban dispuestos a perder sus privilegios ancestrales. El advenimiento de los valores de un Estado Social y Democrático de Derecho como son los de libertad, igualdad, justicia, solidaridad, tolerancia y pluralismo siempre fue una amenaza seria para las clases poderosas, para los aristócratas y los nobles del Antiguo Régimen. Conocían la experiencia con la implantación progresiva de estos ideales provenientes de la revolución francesa y querían evitarlo a toda costa. Las consecuencias del levantamiento militar son de sobra conocidas: muerte, exilio, odio, persecución, pobreza y hambre.

Por tal motivo, las perversas peripecias que está protagonizando la ultraderecha de Vox, seguida muy de cerca y aplaudida por un amplio sector de la derecha política del PP y mediática, son de una desfachatez, de una soberbia, de un descaro y de una irresponsabilidad jamás conocidos hasta la fecha. El acto de Vox del pasado día en el que los miembros de un grupo musical, Los Meconios, proclamaban que había que “volver al 36”, insistiendo en que odian a los progresistas, feministas y progres, ironizando con las agresiones sexuales con términos tan vomitivos como que “las feministas protestan por una violación grupal”, que calificaran al presidente del gobierno de “rata” y “criminal”, mientras el público enfervorizado gritaba “¡fuera Sánchez! ¡hijo de puta! y otras lindezas, son de una gravedad desconocidas en nuestra política reciente; porque, por un lado, con las expresiones proferidas por los autores se está provocando la perpetración de acciones presuntamente delictivas contra el gobierno y su presidente y, por otro, se está presuntamente fomentando, promoviendo o incitando directa o indirectamente al odio y hostilidad hacia el presidente, el gobierno progresista, colectivos feministas y otros con los que no comulgan los simpatizantes de la derecha ultra conservadora. Este despropósito resulta incluso más grave cuando a la finalización de los actos le sigue el apoyo incondicional de los responsables políticos más ultras y negacionistas del planeta: Trump, Orban o Meloni. La libertad de expresión tiene un límite, por supuesto y no debe ejercerse insultando, menospreciando, vejando y humillando o realizando otros actos de envilecimiento contra el adversario político.

Estos actos hostiles continuaron, por desgracia, con los abucheos e insultos hacia el presidente del gobierno en la celebración del día de la Fiesta Nacional de España, el 12 de octubre, donde se escucharon gritos de personas presentes en el acto del estilo de “cabrón e hijo de puta”. Pero lo más insólito fue que la presidenta de Madrid, Ayuso, se dirigió hasta el espacio donde se proferían esos insultos y abucheos haciendo un gesto de aprobación, uniéndose a ellos con el consabido mensaje de “sois de los míos”. La presidenta madrileña lleva mucho tiempo fomentando el odio al presidente, al gobierno y a todo lo que huela a ideología progresista. Un odio visceral, que descalifica claramente a quién lo practica, excede a la libertad de expresión y son actos propios de dirigentes políticos que predican la indigencia verbal y argumental. Sus argumentos se parecen más a las rabietas de niña mimada que no se “sale con la suya” que a las de alguien que tiene que dirigir con vocación democrática y con los ideales propios del Estado de Derecho. Es normal que rechace participar en cualquier debate político, social o económico; es normal que no quiera acudir a entrevistas televisivas o radiofónicas realizadas por los periodistas más profesionales e independientes ya que es facilísimo dejarla en evidencia. En lugar de argumentar, reflexionar, dudar y contradecir con su manera de pensar, muy legítima -como es lógico-, se limita a insultar y descalificar al adversario. Es ridículo, lamentable y bochornoso que dedique las sesiones de control al su gobierno en el parlamento regional a decir que “cobra más salario que el presidente pero que no tiene el “Falcon, ni vive en la Moncloa”. ¡Afortunadamente! Excusas de una pésima gobernante para ocultar su mala gestión. ¿Es que el avión presidencial lo pueden utilizar otros presidentes, pero no Sánchez? ¿Pueden vivir en la Moncloa Adolfo Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy y no lo puede hacer Pedro Sánchez?. Cuando escucho esos infantiles argumentos y compruebo que sus diputados la aplauden con fervor, incluso religioso, me pregunto ¿los que aplauden son diputados serios elegidos por el pueblo o, por el contrario, son ultra forofos de un equipo de fútbol que aplauden a sus jugadores aunque practiquen el juego sucio, las malas artes y que profieren constantes insultos a los árbitros cuando no pitan a favor de su equipo?

Y, ante todo esto, ¿qué hace Feijóo? ¿Dónde se ha metido? ¿Por qué no da la cara dejando claro que el sentido común, la decencia política y la ética personal establecen que no se pueden apoyar insultos de tal calibre ni a un presidente de gobierno democráticamente elegido ni a nadie, ni fomentar públicamente el odio y la hostilidad hacia los adversarios? El silencio de Feijóo -como suele hacer cuando algo no le resulta gratificante- le hace cómplice de la situación, porque, como dice el refrán, “el que calla, otorga”. ¿Es Feijóo el político que con sus silencios, ampara y protege a los que practican el insulto, la manipulación y el odio, el candidato idóneo del PP para presidir el gobierno de España en futuras elecciones generales? Parafraseando a Unamuno diré que la situación de España se parece cada vez más a aquella “epidemia de locura” que el noble vasco denunció al comienzo de la “guerra incivil”; esa época que ahora parece reivindicar el grupo musical Los Meconios en el acto de Vox con su canción “volver al 36” que con tanta ilusión apoyó, entre otros, la presidenta de la comunidad de Madrid.

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