Más de la mitad de las mujeres, el 57,7%, de entre 18 y 25 años, han tenido sexo alguna vez sin deseo, sin ganas o por compromiso. Según un estudio, presentado recientemente, del Instituto de las Mujeres, sobre la sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español. El estudio no detecta violencia física, pero sí aparecen en los relatos de las mujeres sobre la sexualidad palabras como sacrificio, insistencia o presión, lo que podría conducir, en ocasiones, a la violencia psicológica.
Violencia salvaje es la que acabó con la vida de Mahsa Amini, de 22 años, el 16 de septiembre. La joven iraní murió cuando estaba bajo custodia policial en Teherán, tras ser detenida porque, supuestamente, no llevaba bien puesto el velo y dejaba ver parte de su cabello. La muerte de Mahsa ha catalizado el descontento de la población iraní, acumulado a lo largo de 43 años de represión, tras el triunfo de la revolución islámica.
Las mujeres de Irán se han echado a la calle, al grito de “Mujer, vida y libertad”, para protestar por esa muerte bárbara, el fin de la represión y la libertad de usar o no el velo. Manifestaciones que marcarán un antes y un después de Mahsa en Irán. Las mujeres, se enfrenta a unas fuerzas de seguridad sin piedad. Según la ONG Human Rights, han muerto 133 personas, entre estas voces que se han levantado contra la República Islámica.
Las democracias occidentales, a pesar de sus problemas internos, deberían apoyar las demandas de libertad de quienes carecen de ella y que se desenvuelven en unas condiciones indignas de todo ser que se precie en las sociedades modernas. Por la transición española, sabemos lo difícil que es el transitar de una dictadura a la democracia y también sabemos que, aún después de la Constitución de 1978, persistían conductas y comportamientos de resistencia por parte de las reminiscencias del régimen anterior a dejar paso a las libertades.
Esa savia de la democracia intenta brotar cada cierto tiempo allí, donde haya dictaduras y muy frecuentemente en las dictaduras árabes, coincidiendo en varios países a la vez como fue lo que conocemos como la “primavera árabe”. Pero es en Irán donde viene teniendo más brotes: protestas y represión por el fraude electoral, protestas en forma de revuelta por el precio de la gasolina, en un país que cuenta con una de las mayores reservas de petróleo del mundo, y, ahora, protestas y reivindicaciones de derechos y libertades contra la Policía Moral.
La muerte de Mahsa ha sido la espoleta que ha destapado la olla de la presión de un pueblo y, muy especialmente, la mujer iraní, que sufre la opresión de sus dirigentes. Las protestas, que no paran de generar muertos, toman tintes de una revolución silenciosa por parte de las mujeres que han dicho ¡basta! a las condiciones de opresión a las que están sometidas.
Las protestas alcanzan connotaciones de sublevación, desafiando al poder establecido con una conducta que en Irán está penada: la de quitarse el velo y mostrar su cabello. Pero las mujeres iraníes han ido más allá, se cortan el pelo y hacen circular tal acción por las redes sociales.
Alguna de las manifestaciones, como la del funeral de Mahsa, fueron reprimidas por los métodos habituales de la policía, empleando gases lacrimógenos y con gran número de heridos. No faltarán torturas, amedrentamientos, infiltraciones y descabezamientos de los dirigentes más significativos de la revuelta, como suele ocurrir. Aunque en este caso, los líderes de la revuelta perecen ser las redes sociales, en las que se convocan los iraníes y con las que se organizan.
El estallido es el resultado de una opresión insoportable y de unas condiciones sociales explosivas, que afecta tanto a los hombres como a las mujeres, pero son ellas quienes están al frente del movimiento. Es una singularidad histórica, el hecho de que el sistema se sienta amenazado por parte de las mujeres. Las protestas se han generalizado por todo el país, han involucrado a todos los sectores de la sociedad y se han internacionalizado. Es como un despertar colectivo en el que destacan los jóvenes, especialmente, que con su indiferencia política se sentían a salvo de la violencia del régimen de los ayatolás que, desde 1979 en que triunfó la revolución, tiene como blanco a las mujeres. Ahora esos jóvenes están en las protestas callejeras.
Vida Movahed fue la mujer pionera en desafiar al régimen. El 27 de diciembre de 2017, estaba sola en la calle Engelab de Teherán, se quitó el velo, lo ató a un palo, agitándolo en silencio. Este gesto, simple pero arriesgado, la convirtió en un icono de la lucha contra el hiyab obligatorio. Pero no es únicamente la cuestión del velo. Las mujeres en Irán tienen problemas más graves, derivados de los postulados integristas y del machismo de los ayatolás. No pueden salir del país sin permiso del marido o del padre, no tienen derecho a entrar en los estadios, no hay ninguna ley que proteja a las mujeres. Las democracias occidentales y el mundo no pueden dejarlas solas.
Escuchemos a Norma Elena Gadea y Mis derechos de mujer
https://www.youtube.com/watch?v=cmj6iGQUDcA
© Francisco Aguadero Fernández, 14 de octubre de 2022
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