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Buitres al acecho
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Buitres al acecho

Actualizado 10/10/2022 07:35
Francisco López Celador

Desde siempre se nos dijo que los Presupuestos Generales del Estado son la piedra angular de la política de todo gobierno. Con el fin de poder armonizar los recursos anuales con las necesidades del Estado, se da forma a un pormenorizado desglose de epígrafes y cifras -hay que tener valor, o ser profesional de la economía, para leérselo- donde se pone de manifiesto el grado de sensibilidad del gobierno, descubriendo en qué colectivos carga las tintas de su especial preocupación.

La democracia perdería su esencia si la presentación de los PGE en el Parlamento se convirtiera en un mero formulismo, carente de interés, si todos los partidos los aprobaran por unanimidad. Efectivamente; eso sucede en los regímenes comunistas, donde las votaciones son “a la búlgara”. En las democracias occidentales, cuando el partido en el gobierno dispone de mayoría absoluta, también saca adelante todas sus leyes, pero siempre deberá oír las enmiendas que presenten los diferentes partidos. Si el gobierno necesita apoyos externos, entra en juego una especie de pugna entre oferta y demanda. Entre lo que piden esos partidos y lo que puede ofrecer el gobierno, sin caer en nepotismo o desafuero.

En cualquier caso, siendo legal la reclamación de contraprestaciones al apoyo ofrecido al gobierno, recuérdese lo de la mujer del César. Debe ser muy sensible ese gobierno para no herir susceptibilidades ni traspasar los límites de la legalidad. El peligro surge cuando los partidos que se prestan al intercambio de cromos están esperando como agua de mayo a que llegue la ocasión de obtener privilegios que nunca alcanzarían en condiciones de igualdad, o que entran de lleno en el campo de la injusticia.

Cuando la lógica matemática hace imposible la formación de una mayoría suficiente por tratarse de una alianza antinatura -o tal vez contraria a las reglas de la coherencia política-, los gobernantes racionales se niegan a formar gobierno y convocan nuevas elecciones. Todo, menos formar coalición con fuerzas políticas que se declaran antagónicas en aspectos medulares de toda democracia consolidada. Para no perder nuestra costumbre de ser diferentes a la mayoría, nuestro gobierno de coalición tiene otra particularidad que subraya ese sello extravagante: además de ilógica, la coalición no alcanza la mayoría precisa para gobernar sin sobresaltos. Sánchez, desde el primer momento lo tuvo muy claro. Es verdad que había prometido no gobernar con Podemos e IU, pero una mentira más no podía estropearle la fiesta.

Quien piense que Sánchez no tenía previsto el panorama que se le presentaría a la hora de gobernar en minoría, se equivoca. Le bastó comprobar lo poco que debió batallar con otras fuerzas políticas a la hora de apoyar su moción de censura, para estar convencido que comerían en su mano si era capaz de acceder a sus exigencias, por quiméricas que fueran. Al fin y al cabo, dispararía con pólvora ajena. Se juntó el hambre -de Sánchez- con las ganas de comer -de secesionistas, independentistas y algunos diputados del grupo mixto- para que unos y otros pudieran asegurar que nunca habían soñado llegar a más con menos.

Con tanto representante político que acude a visitarle en busca de prebendas, se diría que a nuestro presidente no le queda tiempo para otros menesteres. Pues no; aún le sobre para cultivar su vena viajera. En lo que va de año, ha hecho 34 viajes oficiales al extranjero, más que en todo 2019, último año sin pandemia. En el mismo periodo, el Rey ha realizado 6 viajes oficiales. A la vista de un posible revés en las próximas elecciones generales, está haciendo méritos para una posible vacante en la presidencia de la Internacional Socialista.

Y es que el gafe que persigue a Sánchez se ha presentado de nuevo con la ayuda del delirante Putin. La invasión de Ucrania ha venido a empeorar el panorama mundial. Ya tiene otra muletilla para descargar su propia responsabilidad sobre espaldas ajenas. Cualquier disculpa antes de reconocer que aquí no se han hecho las cosas bien. El nutrido batallón de asesores se está esforzando en pintar un panorama casi idílico. España volverá a salir de la crisis económica con la misma fuerza que superó la pandemia. Lo dice toda la coral y se quedan tan panchos; sin embargo, la procesión va por dentro.

Con la composición actual del Congreso y los métodos empleados por Sánchez, tanto los PGE como cualquier otra ley que presente el llamado Gobierno Frankenstein saldrán siempre adelante. Para ello ya tiene previsto nuestro presidente su particular Plan Marshall. Los destinatarios de los dispendios estatales están deseando que llegue la ocasión de tener que apoyar a Sánchez para ir tachando de la lista todo aquello que nunca habían conseguido. Son como los buitres, que sobrevuelan la carroña buscando la ocasión de llevarse su parte. Ya no se esconden a la hora de proclamar públicamente lo que van a exigirle, convencidos como están de que Sánchez está dispuesto a pagar cualquier precio si con ello consigue prolongar unas horas su estancia en La Moncloa. En una primera ojeada a los PGE ya puede observarse la anómala forma de repartir fondos en cada autonomía, según sea el grado de dependencia que tenga de su apoyo. Puede apreciarse el “castigo” que sufren las gobernadas por el PP, y algunas gobernadas por compañeros de partido que se han atrevido a criticar su forma de gobernar. Eso se llama nepotismo o venganza.

La única forma de evitar nuestra posible bancarrota pasa por un cambio radical de política. Si el próximo gobierno sigue saliendo de las filas del PSOE y de los que están a su izquierda, siempre iremos de mal en peor. Para poder satisfacer sus peticiones , aumentará el déficit, la deuda, el paro, los precios, la inflación y la inestabilidad. Por supuesto, bajará el nivel de vida, el grado de bienestar y, como consecuencia, la tranquilidad , el orden y la seguridad.

Ya estoy imaginando la réplica de quienes votan a favor de este gobierno, alegando que la derecha sólo gobierna para los ricos, que tiene abandonados servicios tan importantes como sanidad y educación, que es partidaria del despido libre, que expulsa a los inmigrantes, que odia al colectivo LGTBI o que hará resucitar a Franco. En una palabra, el mantra que emplean siempre, y que les ha dado resultado hasta ahora. Lo que no harán nunca es reconocer que, desde que estamos en democracia, después de cada gobierno socialista ha sido esa derecha la encargada de recuperar la verdadera normalidad, sanear la economía, reducir el paro y disminuir el déficit. Y todo ello, soportando la crítica de muchos medios de comunicación y la intervención oportunista de los sindicatos.

El día que existan partidos políticos capaces de gobernar bajo el paraguas de nuestra Constitución, sin depender de quienes distan mucho de sus credos políticos, España volverá a ocupar la posición que le corresponde. La recuperación es labor de todos. Mientras llega ese día, que nadie deje de arrimar el hombro por haberse acostumbrado a vivir a costa del Estado.

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