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María Guerras, absoluta armonía
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La pianista salmantina recupera en un disco la música del compositor Martín Sánchez Allú

María Guerras, absoluta armonía

Actualizado 08/10/2022 12:02
Charo Alonso

Publicado por la Diputación de Salamanca, ‘Appassionato’ es un estreno que nos muestra a una concertista prodigiosa

En un tiempo de notas discordantes, parece estar María Guerras en absoluta armonía con el teclado de los días, con el devenir de las obligaciones, la magia de los encuentros y la maravilla de un hallazgo, el de la obra del compositor romántico nacido en Salamanca en 1823, Sánchez Allú, a quien interpreta, prácticamente de nuevo, con la sensibilidad y la fuerza que caracteriza su ejecución prodigiosa. Profesora y pianista, María Guerras toca con una elegancia contundente, bailarina solista sobre un teclado al que ha dedicado toda una vida de intensa preparación: alumna en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, y de Sebastian Benda en la especialidad de Música de Cámara, realizó en Londres un posgrado en la prestigiosa Guidhall School of Music and Drama. En la trayectoria de María Guerras caben la formación de más alto nivel, el trabajo con maestros como Alicia de Larrocha, la actuación en formaciones de dúo y trío de Música de Cámara, conciertos a través de la asociación musical fundada por Yehudi Menuhin y en la actualidad, su dedicación a la docencia y su vinculación con proyectos multidisciplinares en esta Salamanca que ha podido disfrutar de la mezcla de rigor y técnica, de creatividad, originalidad y particular belleza que sorprende a quien la ve y escucha, todos los sentidos atentos a su sonido.

Charo Alonso: María, ¿cómo conociste la música de Allú?

María Guerras: Fue Isabel Bernardo quien me habló de él. Entonces me puse a buscar repertorio, datos, antiguas grabaciones ¡Era un compositor prácticamente desconocido, perdido en el tiempo! Murió el 31 de agosto de 1858, era un artista del romanticismo que desapareció muy joven de una dolencia pulmonar como Chopin, con quien podemos compararlo, aunque la obra de este último es muy conocida y la de Allú cayó en el olvido.

Ch.A.: No solo habéis recuperado su memoria, sino que la habéis convertido en CD y eso supone un esfuerzo de diseño, de textos, de imágenes…

M.G.: Hemos querido que sea un disco, sí, que perdure. Allú era un compositor romántico que incluía a la naturaleza en sus títulos y que utilizaba la poesía de otro autor de la época que se llamaba José Selgas. Ese gusto por la naturaleza, que se ve en los títulos de sus composiciones, lo hemos querido en la portada del disco que es un puente viejo de hierro que está aquí, en Encinas de Abajo. Las fotos en Anaya, de David Arranz, yo las quería así, como si las escaleras fueran un pentagrama. Nos hemos decantado por el formato de un CD aunque la música va a subirse a muchas plataformas, me he involucrado en ello, porque es un disfrute para el público.

Ch.A.: Un compositor salmantino en un disco que ha hecho posible la Diputación salmantina.

M.G.: Esta recuperación de la música de Allú la ha posibilitado la institución que debe velar por nuestro legado, que es la Diputación. Esta música no va a dejar indiferente a nadie y es una pena que hasta ahora no la hayamos recuperado. Mi trabajo con Allú ha estado iluminado por muchos especialistas que han investigado su persona y lo concibo como un homenaje a un gran músico olvidado.

Ch.A.: ¿Por qué “Appassionato”?

M.G..: La música de Allú es sentimental, delicada, apasionada… Había que ponerle título y pensé en usar el de alguna de las piezas, pero no daba demasiada información, además, quería traducirlo al inglés y ahí quedaba sin sentido. Por eso he usado el italiano que es el lenguaje universal de la música. Y lo he llamado así porque es una música apasionada, emocional y esa palabra aparece en sus partituras. Este título engloba más a un compositor al que se reconoce bien, ya sea escuchando una polka suya, una zarzuela, una romanza… Allú es muy versátil, pero se le reconoce.

Ch.A.: Has buscado las partituras, investigado… ¿Cómo has afrontado el trabajo de interpretar a este compositor olvidado?

M.G.: Trabajando en ello, estudiando lento para escucharlo todo mucho más. He necesitado mucho tiempo, mucha soledad, porque no es lo mismo preparar un recital que una grabación en la que no puedes fallar. El trabajo previo al disco de Allú ha sido de mucha concentración con una dificultad añadida: no hay casi referencias de su obra, lo han tocado tres o cuatro personas, no puedes apoyarte en otras interpretaciones. Estas piezas son estrenos mundiales, algunas de ellas no se han tocado, eso es una responsabilidad. Este trabajo lo he hecho con el máximo respeto y cuidado. Lo importante no soy yo, sino la música.

Carmen Borrego: ¿Por qué cayó en el olvido Allú?

M.G.: El no tuvo posibilidades de ir más allá, venía de malas condiciones económicas, era huérfano, tenía que trabajar… no estuvo todo lo próximo que debía a las instituciones de la época.

C.B.: María, ¿extrañas no haberte convertido en una intérprete a tiempo completo?

M.G.: Lo he pensado últimamente, a cierta edad te preguntas cosas. Yo quería un equilibrio en mi vida. Mirad, los grandes pianistas, los grandes músicos viajan constantemente, cada dos días tienen un concierto en otra ciudad… están más dedicados al público que a sí mismos, y yo sin embargo tengo un deseo de equilibrio a nivel personal. Yo sé lo que es la soledad, he vivido sola en Londres estudiando y trabajando más de cinco años, pero preferí el regreso aunque hay momentos en los que el esfuerzo era y es grande. Pero tanto Florencio –el pintor Florencio Maíllo– como yo somos personas muy trabajadoras. Nos entendemos y apoyamos mucho porque somos muy luchadores, muy trabajadores, venimos de familias muy humildes, hemos aprendido del esfuerzo, del trabajo. Venimos de gente disciplinada, y tratamos de hacer las cosas con la máxima dignidad posible…

C.B.: Disciplina y trabajo aunque haya mucho talento…

M.G.: El talento no es suficiente, puede que se te dé muy bien pintar, o tocar el piano, pero tienes que trabajar. La obra requiere mucho, mucho esfuerzo. La música en concreto es algo muy exacto, precisa de mucha concentración. ¡Eso en algunos momentos de nuestras vidas es muy complicado, como cuando los niños son pequeños! La música necesita mucha precisión, concentración, aunque estoy convencida de que no es tan importante la cantidad como la calidad. Puedes estar menos horas estudiando y tener un máximo rendimiento.

Ch.A.: María, tú como muchos artistas te dedicas a la docencia en el Conservatorio. ¿Cómo la afrontas?

M.G.: Afronto la docencia con el deseo de que mis alumnos estén contentos, vengan motivados y que aprendan. Quiero que venir al Conservatorio no les suponga un trauma, aunque reconozco la dificultad del trabajo añadido, las horas de estudio para dominar un instrumento…

Ch.A: ¿Cómo fueron tus estudios musicales?

M.G.: Diferentes, de niña me presentaba a las pruebas por libre, iba una vez a la semana al Real Conservatorio de Madrid al que me llevaba mi padre… El nivel de Madrid es grande, pero cuando llegué a Londres me di cuenta de que allí están los mejores músicos del mundo. Yo trabajaba, estudiaba, no paraba y tocaba, tocaba mucho. Cuando regresé a España volví a la Universidad, preparé oposiciones y tuve a mis dos hijos y llegué a un punto de inflexión cuando estudié un Master de Investigación e Interpretación. Mi trabajo de Fin de Master abarcaba 300 años de la historia del piano, desde Antonio Soler, un compositor discípulo de Scarlatti, hasta el siglo XX. Fue el germen de mi proyecto artístico en el Liceo titulado ‘El piano’.

Ch.A.: Ese master te habrá ayudado mucho en el trabajo de recuperación de la música de Allú.

M.G.: Sí, y me ha hecho ver que quiero seguir haciendo cosas porque pasa el tiempo y tienes más madurez y comprensión. ¡Aunque menos capacidad de resistencia!

C.B.: En el recital que ofreciste de la obra de Allú para finalizar el proyecto expositivo “Mar de Encinas”… ¡Me pareció que tarareabas la música!

M.G.: A veces sí tarareo, me ayuda a mantener la concentración. Mantienes una conexión más íntima con la música. Yo en casa canto las obras porque me ayuda a interiorizarlas. En el recital no lo hice conscientemente, me salió de forma muy natural. Con los alumnos lo hago: “Vamos a cantar esto antes de tocarlo para entenderlo”.

Ch.A.: Lo que ya no me gusta es que en los conciertos o recitales hayáis cambiado las partituras, tan grandes y románticas, por la tablet…

M.G.: Yo había preparado el recital de memoria, pero temía distraerme con los bailarines, era una especie de refuerzo, pero llevaba el concierto de memoria.

Ch.A.: Y qué responsabilidad cuando eres una solista, todo recae sobre ti ¿Cómo te preparas antes de un concierto?

M.G.: El día del concierto te viene todo el cansancio del estudio, del trabajo previo. Intento dormir bien, tocar muy poco, despacito, estar tranquila… Paseo, como poco, eso sí, parece que comer chocolate me activa…

Ch.A.: Estabas guapísima con el vestido que también usaste para la portada del disco, y me admiro que tocaras con esos tacones altos…

M.G.: He aprendido a cuidar esos detalles porque son una muestra de respeto al público. Y quería relacionar la imagen del disco con el concierto, sí. Lo de los zapatos me costó más, tuve que practicar para tocar con ellos…

Ch.A.: ¿Eres capaz de tocar con cualquier piano?

M.G.: Debo hacerlo. En casa tengo un piano con el teclado duro para que luego me resulte fácil tocar otro. Hay que probar el piano con el que voy a tocar, busco que el instrumento me dé todo lo que pueda darme. Y también tengo que estudiar la sala para saber cómo ofrecer la sonoridad que has trabajado. La forma y el tamaño de la sala cambian la forma de tocar, aunque lo más importante es sentir que está gustando lo que tocas.

Ch.A.: Después de este trabajo tan intenso y tan especial con Allú, ¿cuáles son tus proyectos futuros?

M.G.: Quiero seguir con el repertorio de Allú, grabar otro CD porque queda mucha música suya por descubrir. Y buscar aquello que no solo sea novedoso, sino que nos conmueva. Tocar, seguir dando conciertos, trabajar de la mejor manera que sé, con la misma fuerza con la que estudiaba o vivía en Londres corriendo de un lado para otro, aprendiendo, trabajando, interpretando… Hacerlo todo de la manera más digna posible porque repito que lo importante no soy yo, sino la música.