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Día Internacional Contra la Pena de Muerte: celebrar y reivindicar
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Existen indicios que apuntan hacia la abolición mundial gracias al activismo y el avance hacia los derechos humanos

Día Internacional Contra la Pena de Muerte: celebrar y reivindicar

Actualizado 09/10/2022 10:11
Marcelino García

Al finalizar 2021, 108 países habían derogado la pena de muerte. Pero aún queda mucho por hacer, y días como el 10 de octubre están para reivindicar la necesidad de no girar la cabeza ante casos como estos.

Autora: Sara Higuera Durán. Defensora de los derechos humanos.

“La pena de muerte es considerada como el triunfo de la venganza sobre la justicia y viola el primer derecho de todo ser humano: el derecho a la vida, la pena capital nunca ha disuadido el crimen y constituye un acto de tortura y el último trato cruel, inhumano y degradante. Una sociedad que acude a la pena de muerte anima simbólicamente a la violencia”. Esta fue la Declaración del Primer Congreso Mundial contra la Pena de Muerte, realizado en Estrasburgo, Francia, en Junio del 2001.

El 10 de octubre se conmemora el Día Mundial contra la Pena de Muerte y aunque es día para celebrar los avances hasta ahora conseguidos, también es necesario dar visibilidad a los pasos que aún nos quedan por dar como sociedad.

El 5 de septiembre en Palestina cinco presos fueron ejecutados en Gaza. Ello pone en cuestión la ratificación del Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, por el cual, Palestina debía haber abolido la pena de muerte.

Por otra parte, es necesario traer a colación el caso de Alan Miller. Lo cierto es que, si puede haber algo más espeluznante en contra de los Derechos humanos que una ejecución, es una ejecución fallida. El último caso del que tenemos conocimiento es el de Alan Miller en Alabama, a quien el pasado 24 de septiembre no pudieron suministrar la inyección letal, por no encontrarle la vena. John Hamn, comisionado de correccionales de Alabama, declaró que “acceder a las venas estaba tomando un poco más de tiempo de lo que esperábamos”.

Pero… ¿Por qué siguen dándose estas atrocidades en pleno siglo XXI? Reiterados estudios afirman que el efecto disuasorio de esta forma de retribución es mínimo y no mayor al de otras penas contempladas en la ley.

Aunque el derecho internacional dispone que se debe restringir el uso la pena de muerte para los delitos más graves, es decir, el homicidio intencional, Amnistía Internacional considera que la ejecución nunca es la solución.

En 1988 la ONU realizó una investigación con el fin de demostrar si existía correlación entre este tipo de pena y los índices de homicidios, su conclusión fue la siguiente “no se ha podido aportar una demostración científica de que las ejecuciones tengan un mayor poder disuasorio que la reclusión perpetua”.

Además, a diferencia de la extendida creencia que existe acerca de ello, la pena capital se aplica a delitos de diversa índole. Es decir, no se restringe a delitos de homicidio o asesinato. Por ejemplo, China contempla la misma para delitos de corrupción, sodomía, fraude fiscal grave, e incluso se llegó a filtrar que para aquellas personas que ocultaban síntomas de la Covid 19. Arabia saudita puede ejecutar por brujería y adulterio. Indonesia por narcotráfico… y un largo etcétera.

Los medios son tan crueles como su fin; inyecciones, ahorcamiento, decapitación, armas de fuego…. Amnistía Internacional lleva más de 40 años haciendo campaña en todo el mundo por su abolición.

Lo cierto es que informes de Amnistía Internacional contemplan que más de 2/3 de los países del mundo han derogado esta condena. Sin embargo, 55 países aun la mantienen, y en 27 Estados de EEUU sigue siendo legal. Esto nos lleva a cerciorarnos de que la pena de muerte no es algo que se reduce a países subdesarrollados, lo cual es aún más preocupante.

Lo que parecía una reducción de ejecuciones en 2020 en realidad no fue más que un retraso de estas, debido a la situación de la Covid 19. El 2021 trajo consigo un aumento de un 20% de las ejecuciones respecto al año anterior. La mayoría de las mismas se dieron en China, Irán, Egipto, Arabia Saudí y Siria, por ese orden.

Existen indicios que apuntan hacia la abolición mundial gracias al activismo y el avance hacia los derechos humanos. Al finalizar 2021, 108 países habían derogado la pena de muerte. Pero aún queda mucho por hacer, y días como hoy están para reivindicar la necesidad de no girar la cabeza ante casos como estos.

Por último, es necesario recordar que los fines de la pena deben ser la retribución, restitución (a la víctima) y la reinserción del reo. Y desde luego, acabar con la vida del reo es la forma más clara de desentenderse por completo de la reinserción. Son muchas las razones que abogan por poner fin a esta situación, su irreversibilidad y el margen de error, así como la manera discriminatoria en la que se suele emplear y su práctica como herramienta política; todo ello nos lleva a concluir que además de no disuadir el crimen, el empleo de esta supone un retroceso en los avances conseguidos por los derechos humanos.

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