Hablando de la evolución del lenguaje, es cierto que el lenguaje evoluciona a medida que evoluciona la sociedad en la que viven las personas que lo hablan, pero hay gente a la que le gusta que se conserve estable, y por eso, muchas veces se oyen quejas en el sentido de que, teniendo un idioma tan rico, adoptemos con tanta facilidad palabras de otros idiomas e incluso inventemos palabras nuevas. Lo que rara vez se oye (ni se lee), son recordatorios de todas esas palabras que se han ido dejando de usar, y que fueron parte de nuestra historia y de nuestro modo de entender la vida.
Hay muchas palabras que yo usaba a diario en mi infancia, y que se han ido quedando en el olvido. La mayoría de ellas, simplemente dejé de oirlas, y por eso se me olvida que existen. Algunas eran habituales en mi pueblo, usadas por la gente mayor que con el paso del tiempo ha ido falleciendo, con lo que parte de ese vocabulario se ha ido perdiendo. Y también hay muchas que provenían de los usos y costumbres de un pueblo pequeño de la segunda mitad del siglo pasado, sin agua corriente y sin asfaltar, como es el caso de las palabras que se usaban cuando se lavaban a mano unos “artes” o unas “mudas”, para lo cual había que hacer bien de “bálago” con el jabón casero.
Por eso mismo, ya no se “entoñan” los juguetes en la tierra, porque ni las calles son ya de tierra, ni se juega ya en la calle. Tampoco se “encolan” los “pelotones” en los tejados, porque los tejados de las casas nuevas son mucho más altos que antaño. Bueno, a lo mejor es a mí a quien no se me encolan los pelotones, porque yo ya no “enredo” con ellos. Ni enredo con pelotones, ni con “rorros”, ni con “nenes”, ni mucho menos con “tirinenes”: ahora, cuando enredo con algo, es con sudokus o con cualquier otro juego online, y normalmente en el móvil.
Por cierto, la primera vez que la “lala” de mi amiga nos dijo “id a enredar a la calle”, yo me quedé esperando a ver si nos daba una madeja o un ovillo, que era lo que en mi casa se enredaba y desenredaba más a menudo, pero no, la buena señora no solo no me dió ningún ovillo, sino que me repitió la frase, mientras su nieta me apremiaba a que saliera a la calle de una buena vez.
Otra expresión que ha desaparecido, forzosamente, por el devenir de los tiempos, es “pá tí la perra gorda”, hace mucho tiempo que ya no existen ni perras gordas ni perras chicas, es más, ya ni siquiera hay pesetas, con lo que las generaciones futuras ya no dirán ni siquiera “pá tí el duro”. Ni se habla ya de “celemines'' ni de “fanegas”. Hasta es posible que ya tampoco existan el “cuartillo” y el “medio cuartillo” con el que mi vecina nos despachaba la leche que nos vendía cada noche.
Por eso yo me esfuerzo, y siempre que puedo, uso aquellas palabras, como cuando “cando” la puerta, limpio las migas de la mesa con la “rodilla”, “empunto” a alguna amiga hasta la esquina, “escacho” los huevos para la tortilla, “alumbro” el hueco donde tengo que poner el tornillo, aunque ahora lo hago con la linterna del móvil…
Aquí un pequeño diccionario, para no olvidar algunas palabras bonitas:
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