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Descubrir al mentiroso
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Descubrir al mentiroso

Actualizado 27/09/2022 09:33
Fermín González

"Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja. Porque no se puede controlar ni esconder todas las conductas" (Sófocles)

Corrupción, estafas, dobles vidas… Tanto en la vida pública como en la privada, vivimos rodeados de engaños, y además si nos asomamos al balcón de la política, de aquellos que deberían con rigor, seriedad y sinceridad no mentir a sus conciudadanos, que han depositado en ellos confianza, no engañarlos de la forma más descarada y ruin, pues en el fondo de la ausencia de claridad suele haber una mentira y una injusticia. Para ocultar la verdad nos valemos de la envolvente mediático de las palabras, de frases vacías, simples y sin contenido. Sin embargo; también existe (o eso al menos dicen los eruditos) la posibilidad de desenmascarar por errores que comete el mentiroso.

No hay garantía de que los cometa, sobre todo si la mentira se sostiene por un corto periodo de tiempo, con lo que todas con lo que no todas las mentiras necesariamente fallan. Pero lo normal es que lo haga. Aunque hay verdaderos “profesionales de la mentira” que evitan cualquier signo delator, la mayoría de nosotros cometeremos mas bien pronto que tarde errores evidentes que desenmascaran nuestro engaño. Y aún en caso de grandes mentirosos, nadie puede controlar todo lo que ocurre a su alrededor ni evitar que un suceso fortuito le delate. Hay según especialistas, dos indicios fundamentales del engaño: los indicios reveladores y los indicios de comportamiento mentiroso. En el primer caso se trata de manifestaciones que hacemos sin querer y que ponen de manifiesto la verdad (por ejemplo, mentimos que estamos reunidos con “fulano” y a los tres días accidentalmente negamos haber hablado con él). En segundo caso, el mentiroso, sin decir nada que le delate específicamente, se comporta de manera que revela que lo que nos está diciendo no es cierto.

Los indicios revelatorios son más fáciles de controlar que los de comportamiento. Saber lo que uno está diciendo es relativamente fácil, mientras que conocer lo que nuestra expresión verbal o facial revela es complicado. (Observen esta cualidad en muchos de los políticos de “medio pelo”, si, esos que nos quieren tomar por ignorantes atolondrados). Además, la expresión facial está conectada con zonas del cerebro vinculadas a las emociones, que son de difícil control voluntario. En la voz y en los gestos encontraremos grandes pistas para detectar la mentira. Dentro de los indicadores de la voz, pausas demasiado largas o frecuentes, y vacilaciones al empezar a hablar cuando nos interpelan, nos ha de poner en alerta. Y dentro de los gestos, un parpadeo inusualmente rápido o la incapacidad de sostener la mirada serán claramente delatores. El mentiroso puede hacer gestos muy elocuentes que contradigan lo que dice o reducir notablemente la gesticulación, señalando que inventa lo que dice.

Es importante tener en cuenta que hay gente entrenada a lo largo de los años para mentir que no caerán en los errores obvios, y que todas valoraciones de expresiones corporales solo pueden hacerse en comparación con el nivel habitual del sujeto, y pensar que miente por un comportamiento que es natural en él. Pero las pistas que menos engañan y escapan del control del mentiroso son las relacionadas con la alteración fisiológica del cuerpo: respiración entrecortada, sudoración, enrojecimiento… pero aun así los mentirosos convulsivos aprenden a no sentir la tensión de esas reacciones. A veces sin darse cuenta, el que engaña da muchas más explicaciones de las solicitadas. Y otra técnica consiste en decir la verdad de forma inverosímil para que no se crea, “admito una noche de fiesta, y describo una gran cantidad de detalles de la misma”.

En definitiva. Mentir no es neutro y tiene fatales consecuencias para las relaciones. La confianza se teje poco a poco, y se rompe con una sola mentira. Tras una mentira podemos obtener el perdón, pero seremos objeto de sospecha en adelante. Se necesitarán muchas verdades y mucho tiempo para volver a merecer la confianza de aquel a quien hemos mentido. Como afirmo Nietzsche, “lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que de ahora en adelante ya no podré creer en ti”. El caso que hoy, nos hemos acostumbrado tanto a la mentira, que hay que poner mucha atención para descubrir la verdad… Y eso a mi modo de ver… es una pena. Verdad.

Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerías

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