Los Rohingyas son un pueblo perseguido, sin derechos, y víctima de crímenes horrendos

Autora: Solenn Hellec. Defensora de los derechos humanos.

Durante el año 2017, casi todos los rohingyas tuvieron que huir a campos de refugiados en Bangladesh, pues miles de personas de su etnia fueron asesinadas. Hoy en día más de 700.000 viven en ese país, en el distrito de Cox’s Bazar, que es un mega campamento de refugiados. Pero Bangladesh, un país realmente pobre, no puede recibirlos en buenas condiciones, de modo que sus condiciones de vida son realmente precarias.

Los rohingyas son una minoría étnica de alrededor de un millón de personas que vive principalmente al oeste del Myanmar, cerca de Bangladesh. Pertenecen a la religión musulmana, a diferencia del 90% de la población birmana, que profesa el budismo. Desde un punto de vista histórico, los rohingyas han sido excluidos de la sociedad desde 1948, fecha de la independencia del país, debido a que son considerados como inmigrantes de Bangladesh que cruzaron a Myanmar. En 1982 se aprobó una ley relativa a la ciudadanía, en la cual se establece una discriminación sobre criterios étnicos. Desgraciadamente, esta discriminación sigue siendo actual y sus derechos son vulnerados. De hecho, no pueden acceder a la educación superior, ni moverse de manera libre, y sufren represión, discriminación y violencias.

En 2017 algunos grupos rohingyas rebeldes perpetraron acciones de violencia contra las autoridades del país para reivindicar un mejor estatus. Estas acciones provocaron una reacción desproporcionada del gobierno, que provocó la muerte de miles de personas y el desplazamiento de más de 270 000. Entonces se vivieron los horrores de violaciones masivas, fusilamientos y quemas de poblados enteros. Según las Naciones Unidas, estos crímenes del año 2016-2017 podrían ser considerados como crímenes de lesa humanidad, de “limpieza étnica”.

Durante el año 2017, casi todos los rohingyas tuvieron que huir hasta campos de refugiados en Bangladesh, pues miles de personas de su etnia fueron asesinadas. Hoy en día, más de 700.000, viven en ese país, en el distrito de Cox’s Bazar, que es un mega campamento de refugiados. Pero Bangladesh, un país realmente pobre, no puede recibirlos en buenas condiciones, de modo que sus condiciones de vida son realmente precarias y carecen de los más elementales servicios como sanidad, seguridad, alimentación, higiene o educación. En 2020, la situación empeoró con el brote del COVID-19, que provocó reducción de la libertad de movimiento y acceso reducido a los campos para los grupos humanitarios internacionales. Lo más impactante es que, aunque la situación parece terrible, la población se siente más segura en los campos que en su propio país.

¿Cómo reacciona el mundo?

Después de los crímenes de 2016-2017, numerosos actores reaccionaron, especialmente en la comunidad musulmana, pero nada cambió concretamente. A escala local, para el gobierno birmano los rohingyas han exagerado los abusos perpetrados. En cambio, el Secretario General de la ONU, António Guterres, se muestra profundamente preocupado por los informes que llegan sobre la situación. Pero, más allá de las palabras, no se ha pronunciado ninguna condena por parte del Consejo de Seguridad de la ONU debido al veto de China y Rusia, que tienen inversiones millonarias en la zona donde vivían los rohingyas.

¿Los Rohingyas no tienen futuro?

Puesto que la situación actual es crítica, hay que buscar soluciones para que los derechos de este pueblo sean protegidos. Por una parte, se piensa en una reubicación de los refugiados en la isla de Bhasan Char, en Bangladesh, pero hay muchas dudas porque el acceso al continente es muy difícil.

Por otra parte, a largo plazo la solución requeriría investigar los crímenes cometidos, condenar internacionalmente a Myanmar y permitir el regreso seguro de los rohingyas a su país. La ONU ha puesto en marcha un mecanismo de investigación independiente, para probar que se han cometido crímenes de lesa humanidad, y Argentina ha decidido establecer, de acuerdo con la justicia internacional, un tribunal para investigar las matanzas atroces que ha sufrido la comunidad Rohingya. Esta es la primera vez en que, a mi pueblo, señala un portavoz, se le permite presentarse ante un tribunal independiente para tratar los crímenes que han sido cometido contra nosotros”. Para ellos, el objetivo es conseguir justicia y, de este modo recuperar una cierta esperanza en el futuro. Lo exige la causa universal de la decencia y de los derechos humanos.